El mecánico de zapatos

Te aseguro que cada vez me llaman menos por mi nombre, ahora a todo el mundo le ha dado por decirme… zapatero.v

Me dijeron que el zapatero vivía en Daoiz entre Matanzas y Jovellanos, que si me ponía a mirar por las puertas abiertas de las casas vería a un hombre sentado tras una pequeña mesa mecaneando zapatos.

Periodista, yo empecé a trabajar desde los 17 años y no he parado ni un solo día. Creo que si me siento en una esquina a no hacer nada, me muero. Mi primera pincha fue esta, en la Fábrica de Calzado #1 y después en la #2, de aquí de Matanzas.

Ahí lijé y monté zapatos hasta que un día recogieron todo y se lo llevaron para La Habana. Después de eso todo el mundo cogió su rumbo y tuve que irme a hacer otra cosa. Pasé por un par de lugares, incluso trabajé en una fábrica de mermelada hasta que cogí el puesto de barrendero.

Mi zona es del Gimnasio de Manzano hasta el Restaurante El Fuego, si tú ves a alguien barriendo con una chaqueta amarilla por esa zona soy yo. Me levanto todos los días a las cuatro de la mañana y trabajo hasta cerca del mediodía. He sido vanguardia y todo, porque yo soy de esas personas que si hacen algo tienen que hacerlo bien, sea lo que sea.

De un tiempo para acá, cuando la vida se puso más difícil, tuve que empezar a buscarme otras cosas que hacer, así que volví a arreglar zapatos, y es algo que se me da bien.

Empiezo al mediodía y termino a las ocho de la noche. Ya una vez que estoy bañado y comido, no hay quién me haga coger un zapato en la mano. Lo que más hago ahora es coser, porque el pegamento está perdido. La mayoría de las herramientas que tú ves aquí las hice yo mismo. Estas agujas son de acero del bueno, del de verdad. 

Nunca he tenido un accidente mientras arreglo zapatos, ni siquiera cuando estaba en la fábrica. La técnica radica en que tú no puedes hacer otra cosa además de coser. La gente que se  entierra la aguja en la mano es porque habla mientras trabaja. Sí, es verdad, ahora yo estoy cosiendo y hablando contigo, pero porque esta es una reparación sencilla.

Comunales me paga 4000 pesos y con lo de los zapatos saco en limpio poco más de 1000, y ese dinero extra es para ayudar a mi madre. Lo único que ella gana son los 2028 pesos de su jubilación.

Se llama Carlota, como la esclava de Triunvirato, pero es más matancera que tú y que yo. Ella trabajó en la fábrica de zapatos conmigo y ahí se jubiló.

El principal problema que tengo es con los materiales, pero aún así yo invento a dos manos. Cuando me falta cera, unto los hilos con trozos de goma de carro quemada y así garantizo el producto. Mira, nosotros los cubanos no hemos conquistado el mundo porque no estamos pa´ eso.

Yo le digo a los vecinos que no boten los zapatos, que siempre va a salir más barato remendar viejo que comprar nuevo. Además, tienen que estar en muy mal estado para que yo no pueda salvarlos, siempre se puede resolver con algo.

El arreglo lo cobro a 100 pesos, a veces menos si es poco lo que tengo que hacer, y por aquí pasa todo el mundo, no paro. Aunque a veces hago las reparaciones de gratis, cuando vienen niños o gente que por arriba de la ropa se nota que no tienen ni un peso para comer.

Al final tú ves que la gente del barrio, cuando identifican algo que me pueda servir vienen y me lo traen. Lo que sí te aseguro es que cada vez me llaman menos por mi nombre, ahora a todo el mundo le ha dado por decirme… zapatero.

(Fotos: Raúl Navarro González)

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Sobre el autor: Boris Luis Alonso Pérez

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