Descubrí el libertarismo en las clases de filosofía marxista en la universidad, cuando un profesor lo mencionó de pasada, así como quien no quiere la cosa. Ahora que lo pienso, creo que una de las filosofías políticas más importantes del siglo XX en el mundo occidental debería estudiarse a fondo, para poder entenderla como contrapartida directa al socialismo y un poco también al sentido común.
El libertarismo defiende la libertad del individuo en sociedad, garantiza los derechos sobre la propiedad privada en su máxima expresión, ve al mercado como ese ente todopoderoso proveedor de la felicidad, la prosperidad, y reduce el poder del estado a cuestiones administrativas muy esenciales.
Pero esta corriente filosófica en sí no es el problema; la cuestión radica en la pegada que está teniendo actualmente en los jóvenes de toda Latinoamérica, sin que Cuba sea la excepción. O dime que por casualidad no tienes un amigo que repite orgulloso cada vez que tiene la ocasión: “yo soy libertario”, como si aquello lo volviera más interesante o le valiera puntos con las mujeres.
Algo en lo que creo que hasta sus seguidores estarán de acuerdo conmigo es que de un tiempo para acá los voceros del libertarismo se han dedicado más al lobby político, mediante campañas comunicacionales dirigidas a los jóvenes, que a filosofar. Para ello han optado por venderse como la corriente transgresora y revolucionaria, cuando realmente son los hijos prodigios del neoliberalismo.
En Youtube sobran las opciones si lo que buscas es subscribirte a un canal libertario. Son fácilmente identificables por portar, en diferentes formatos y variantes, la bandera de Gadsen, representada por una serpiente enroscada sobre un fondo amarillo; un símbolo que fue originalmente usado en EE. UU. en la guerra de independencia.
Por norma, el mensaje tiende a lucir lo más objetivo posible, y se transmite en un tono agresivo y satírico hacia sus contrapartidas políticas y filosóficas, haciendo uso de su “incuestionable superioridad” moral e intelectual.
Según sus dogmas el pobre es pobre porque quiere, Estado es igual a burocracia, el cambio climático se lo inventaron un par de locos y, mientras más libre es el mercado, más libres son las personas. En un mundo libertario, los realmente talentosos y eficientes vivirían en la abundancia sin las ataduras morales de tener que pensar en los más desfavorecidos.
Este mensaje cala en los jóvenes que viven en economías tercermundistas o en contextos de crisis económica, donde la fábula del emprendedor exitoso que destaca en la manada parece una vía más asequible que el esfuerzo colectivo por salir adelante.
Todo bien edulcorado bajo un concepto de libertad muy retorcido, que hace pensar en la mítica frase de Tony Montana en la película Scarface: “¿Sabes que es el capitalismo? ¡Joder y ser jodido!”.
No es de extrañar que de un tiempo para acá el libertarismo haya servido de estandarte para muchos de los enemigos de la Revolución cubana, los cuales, sin una base ideológica clara, acuden al márquetin que les garantiza el credo al individualismo.
Tu amigo el libertario piensa ingenuamente que la mala gestión estatal es la causa de todos nuestros problemas, y busca en sus gurús económicos ese éxito personal, solo posible para él y el resto de los elegidos por el mercado.
Tu amigo el libertario cree en la filosofía de los ricos, sin serlo.
Según la propia ONU los países con libertad de mercado poseen mayores índice de desarrollos q los de economías cerradas… Menos estado significa más iniciativa privada, más competencia y por lo tanto más beneficios para el consumidor.