El 8 de mayo de 1935 Antonio Guiteras Holmes libró su último combate, casi solitario y junto a un compañero de lucha, Carlos Aponte: dos revolucionarios que se enfrentaron con bravura a más de un centenar de soldados del ejército cuando intentaban salir del país por la antigua guarnición de El Morrillo, Matanzas, cerca de la desembocadura del río Canímar.
Aponte, luchador venezolano, lo acompañaba con el fin de organizar una expedición armada desde el exterior por la libertad de Cuba. Un compañero de causa de hondas convicciones, como Tony Guiteras, tan de ley como él, quien fuera amigo de Julio Antonio Mella e integrante del Ejército Loco del legendario Augusto César Sandino, en Nicaragua.
Si no se hubieran interpuesto la traición y el crimen bárbaro, al estilo de aquel hombre siniestro y entonces jefe militar del gobierno llamado Fulgencio Batista, el destino de Tony y Aponte sería México, tierra que a tantos buenos cubanos recibió a lo largo de mucho tiempo.
Desde allí le parecía más viable organizar la última carga libertaria, después de una dictadura defenestrada por la marea revolucionaria del 33, sin que se pudieran romper los nexos de la subordinación a los designios de Estados Unidos y al dominio de su gran capital. Lejos de esto, se acentuaba la injerencia y Batista era la carta más promisoria que ya aupaba la potencia neocolonial.
En ese momento histórico, Tony Guiteras, con la perseverancia y la vertical honradez que lo caracterizaban ya había mostrado su estirpe antimperialista en múltiples oportunidades, junto a otras acciones que evidenciaban una clara formación política del lado de la justicia social, en la lucha contra la corrupción, en sus raigales sentimientos patrióticos.
Sí, aunque no afiliado al Partido Comunista, era de izquierda, marxista, cubano valiente y de accionar intrépido, asombroso. Sus acciones e ideales lo definieron y lo hicieron dueño de una de las personalidades más ricas y fascinantes de nuestra historia.
Hombre inteligente, educado, había protagonizado al morir sin cumplir los 29 años, una serie de connotadas sucesos, realizados temprano con las luchas en el Directorio Estudiantil cuando estudió Farmacia en la Universidad de La Habana, donde se graduó. Luego trabajó como viajante de Medicina por toda la región centro-oriental del país.
Antonio Guiteras Holmes nació el 22 de noviembre de 1906, en una localidad de Filadelfia, Estados Unidos, hijo de un cubano y una norteamericana. Dicen que era bajo de estatura, de cuerpo menudo y de mirada algo estrábica.
Se hacía notar dondequiera por la defensa de las causas justas. Así concibió el llamado Plan Bayamo, con el cual pensaba dinamitar y tomar el cuartel de esa ciudad, ocupar su armamento y dirigirse a la Sierra Maestra para desde ese enclave desplegar una guerra de guerrillas. Una delación hizo fracasar su audaz proyecto.
Guardó prisión por ello y al salir organizó la toma de Santiago de Cuba, que también resultó frustrada. Parejamente se le había conocido una labor para minar la agresividad y violencia de la reaccionaria organización ABC.
Tras la caída de Machado y el rechazo popular a la llamada rebelión batistiana de los sargentos, de objetivos oscuros, las fuerzas del gran poder pensaron en un gobierno que lejos, muy lejos del fantasma del comunismo, acallara los reclamos del enfurecido pueblo.
Cuando se produjo su asesinato, Guiteras dirigía la organización Joven Cuba, con la cual intentaba nuclear la revolución liberadora a que se sentía comprometido sin otras alternativas.
Un sentimiento martiano animaba su convicción antimperialista. Ello explica por qué su trayectoria siempre estuvo centrada en los intentos de acabar con el ultrajante vasallaje de la nación al imperio del Norte.
Hay jalones en su vida insoslayables para conocer mejor a este combatiente a tiempo completo. Uno de ellos fue su desempeño como ministro de Gobernación y de Guerra y Marina del llamado Gobierno de los 127 días, que sucedió al intento de usurpación de poder encabezado por el sargento Fulgencio Batista luego de la caída del tirano Gerardo Machado el 12 de agosto de 1933.
Ciertamente fue efímera la vigencia de ese gobierno presidido por Ramón Grau San Martín, también de triste papel para la nación, pero el tiempo alcanzó entonces a Guiteras para desplegar una labor relevante a favor de los obreros, trabajadores y campesinos, en pro de la dignidad nacional y dictar leyes y decretos justos, garantes de la equidad y lo más inaudito en aquellos tiempos, totalmente antientreguistas y antimperialistas.
Esa etapa honrosa de su vida solo pudo transcurrir desde el 10 de septiembre de 1933 hasta principios de 1934, en que el gobierno fue obligado a dimitir por las fuerzas reaccionarias encabezadas ya, como se mencionó, por el siniestro Batista.
Tras esa connotada experiencia, sabemos que su fracaso llevó a Guiteras a reforzar la convicción de que la revolución estaba por realizar y se esforzó más que nunca por conseguirlo a través de la insurrección armada y la creación de varias organizaciones que terminaron en la Joven Cuba.
Fraguando proyectos libertarios, incansable, al frente de esa organización militante llegó hasta el día triste de su caída. No fue en vano.