Desesperante es la situación que se vive con el transporte en Matanzas, y creo que en toda Cuba. Las altas concentraciones de personas en las paradas, fundamentalmente bien temprano en las mañanas y al finalizar la tarde, horarios claves para la entrada y salida a los centros de trabajo, así lo evidencian.
La causa es conocida: la escasez de combustible debido al incumplimiento de los compromisos pactados por países con los que tenemos acuerdos para el suministro de gasolina. Ello ha generado que los niveles de combustible desciendan por debajo de 400 toneladas (t) para el consumo diario en la Isla, cuando por lo general se necesitan entre 500 y 600 t para todas las actividades que se desarrollan en la nación en una jornada.
Nuevamente factores externos ponen en jaque la transportación de pasajeros, acción vital para el funcionamiento de la sociedad. Otra vez los precios de la transportación se han disparado aún más y ya es normal que te pidan montos astronómicos por trasladarte algunas cuadras dentro de la propia capital provincial.
Miles de pesos cuesta viajar a La Habana o a cualquier territorio dentro de la provincia. Cifras entre 10 000 y hasta el infinito pueden ser solicitadas con tremenda tranquilidad. Y lo tomas o lo dejas, porque otra opción no hay.
Similar ocurre hacia el interior de los municipios, donde muchos padres deben desembolsar una fortuna para que niños de poblados rurales asistan a sus escuelas o a turnos médicos. Pienso, por ejemplo, en Unión de Reyes, donde esta situación existía antes de la escasez.
La justificación es una sola: desde que disminuyó la venta de combustible, un litro en el mercado negro puede llegar a costarte hasta 400 pesos, sin contar que no son pocas las ofertas en las redes sociales de canje por productos de primera necesidad como paquetes de pollo y libras de carne de cerdo.
Es una realidad que hoy no tenemos cómo salir del “bache” en cuanto al preciado líquido se refiere, y ante la imposibilidad de suministrar regularmente los niveles requeridos a los porteadores privados, era de esperar que esto ocurriera. Sin embargo, si todos hacemos lo que corresponde y está orientado, podríamos aliviar un poco la pesada carga que recae sobre quienes se transportan a diario: trabajadores, estudiantes, enfermos.
Por ejemplo, no es difícil ver que, a pesar de las indicaciones dadas y organizadas en la provincia para que los carros estatales apoyen en la transportación de pasajeros, todavía muchos se escabullen en paradas donde no hay inspectores de tránsito y que son de gran complejidad, como es el caso de la situada en San Rafael, paralela a la terminal de ómnibus.
Vale acotar que esta orientación no es nueva, aunque se desempolve esporádicamente. Es de obligatorio cumplimiento para quienes conduzcan un transporte estatal detenerse en las paradas y puntos de embarque. No hacerlo, más en los actuales momentos, es una indisciplina grave, por lo que debe ser constante el monitoreo y el enfrentamiento a dichas violaciones.
Todavía deambulan por la ciudad ómnibus vacíos y a veces con tres o cuatro personas. Muchos choferes alegan que transportan solo trabajadores, como si el destino de los que permanecemos en las paradas no fuera también un centro laboral. Es entendible que si una empresa paga una guagua para sus empleados sean ellos la prioridad; no obstante, a veces quedan espacios vacíos que pudieran servir de auxilio a quienes esperamos.
Otras alternativas que reducen el flujo de pasajeros, como el trabajo a distancia y la flexibilización de horarios, tampoco se explotan como se debiera en todos los colectivos laborales, iniciativas que son competencia de las administraciones, por lo que para aplicarlas no hay que esperar orientaciones de “arriba”.
Demostrado está que si un país subdesarrollado, bloqueado y con una economía precaria como la cubana ha sobrevivido es gracias a elementos básicos como la solidaridad y la creatividad. Aplicarlas para hacer la vida más fácil a quienes a diario se transportan ha de ser prioridad en estos tiempos. (Caricatura Miguel Morales/Archivo Girón)