Pilares de una casa

Pilares de una casa. Foto Ramsés Ruiz Soto

Uno de los centros culturales más activos de la ciudad de Matanzas, la Casa de la Memoria Escénica, cumple 29 años de fundada el próximo 29 de abril.

Los que somos asiduos a este espacio podemos evocar, con solo traspasar el portón que conduce a su amplio zaguán, las voces, los pasos, la presencia espiritual de Abelardo Estorino, Vicente Revuelta, Nicolás Dor, Esther Borja, Armando Soler (Cholito), Eduardo Arocha, Tomás Araujo, y tantos otros nombres imprescindibles.

Y es que la Casa está asociada, a lo largo de toda su existencia, al estudio, preservación y difusión de lo mejor del patrimonio físico e inmaterial de la danza, el teatro y el circo.

Nacida en 1994 como Centro de Información e Investigación de las Artes Escénicas, su surgimiento fue impulsado por una etapa de gran auge del Consejo de dicho rubro, bajo la conducción de Mercedes Fernández Pardo.

En el 2000 pasó a llamarse Centro de Documentación e Investigación de las Artes Escénicas Israel Moliner, coincidiendo con la entrada de una figura clave: su actual director, el dramaturgo Ulises Rodríguez Febles, quien con su liderazgo ha marcado el derrotero de la institución.

Poco tiempo después mudó su ubicación a Milanés No. 28007, la misma cuadra en que vivió y murió el célebre bardo de La fuga de la tórtola, anexa al Consejo Provincial de las Artes Escénicas, en la otrora vivienda del abogado Eusebio Estorino, miembro del Teatro Universitario de La Habana.

Dentro de su archivo nos aguarda la maravilla: diseños originales del maestro René Fernández Santana, libros, fotos y agendas personales de Albio Paz, guiones de Dora Alonso para la televisión, carteles de Juan Antonio Carbonell, cintas de audio con las voces de los participantes en el conocido espacio Invitación Entre Puentes, que conducía el crítico Fernando Rodríguez Sosa.

El reducido tamaño de sus habitaciones hace casi imposible caminar en un laberinto de estanterías, gaveteros repletos de documentos, antiguas máscaras, vestuarios y muñecos, todo fruto de donaciones, testimonio de la confianza de los creadores y del pueblo de Matanzas.

En 2011 cambió su nombre a Casa de la Memoria Escénica, un apelativo muy revelador, pues sus paredes han cobijado, casi como una morada, a lo mejor del arte cubano.

Además de auspiciar certámenes propios, como el Concurso de Documentales sobre la Escena El Anaquel o la Jornada de la Dramaturgia Cubana, ha recibido el Coloquio por el Centenario de Dámaso Pérez Prado, conversatorios de la Feria Internacional del Libro, el Encuentro Cuba-Unión Internacional de la Marioneta (Unima), los eventos teóricos del Festival Internacional de Teatro de Títeres, el Danzados y la Jornada de Teatro Callejero, entre otros.

Su mecenazgo favorece la producción de libros sobre el ámbito cultural. Tres títulos de la autoría de Norge Céspedes: el Catálogo del Consejo Provincial de las Artes Escénicas en Matanzas, Las cosas de Agustín Drake y Entre bambalinas. Cosas que pasan en el teatro, representan excelentes ejemplos.

A esto se suman colaboraciones internacionales con los proyectos Análisis de la Dramaturgia Cubana Actual, apoyado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid y bajo la dirección de José Luis García Barrientos, y el Raíces Comunes, vinculado a instituciones de Italia y México.

La instalación también alberga el Museo de Esculturas en Madera de la Dramaturgia Cubana, que inició en 2016 y se ha expandido a través de los años con las excepcionales obras del diseñador Adán Rodríguez Falcón, una manera singular, única en nuestra Isla, de preservar la memoria teatral y acercarla a un público más amplio.

Por eso, para los que amamos la escena, resulta imprescindible que la Casa crezca, que continúe luchando contra la desidia y olvido, gestando sueños, recopilando testimonio sobre tantos artistas, conocidos o anónimos, y acogiendo a todos con su calor hogareño.

(Foto: Ramsés Ruiz Soto)


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Sobre el autor: Giselle Bello Muñoz

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