El Cinematógrafo: Llaman a la puerta

Ficha técnica:

Título original: Knock at the Cabin

Año: 2023

Nacionalidad: Estados Unidos

Dirección: M. Night Shyamalan

Guión: Steve Desmond, Michael Sherman, M. Night Shyamalan

Fotografía: Jarin Blaschke, Lowell A. Meyer

Música: Herdís Stefánsdóttir

Reparto: Dave Bautista, Jonathan Groff, Ben Aldridge, Kristen Cui, Rupert Grint, Nikki Amuka-Bird, Abby Quinn

Duración: 100 minutos

Una de esas ocasiones en que la excelencia de una película está lastrada de peros y cuesta señalárselos a un cineasta del que se es devoto, precisamente porque se confía en su capacidad y aún no se ha descubierto la manera correcta de exigir nada a un genio.

Shyamalan es de los pocos narradores con talento y magia que nos quedan en la actualidad, probablemente el heredero en el cine del noble título de tusitala (“el que cuenta historias”) que confirieron los aborígenes a Stevenson. Su poderío fabulista y la gracia con que implica al espectador en su juego están al alcance de muy pocos cineastas, por lo que no deja de fastidiarme que, siendo tan buena, llamativa e interesante, Llaman a la puerta parezca un ejercicio más replicable y llano, de fácil remake y menor categoría, que grandes obras del autor de El protegido (2000). Está más en la línea reivindicativa de formatos muy concretos, como el found footage en el caso de La visita (2015) y aquí la home invasion, mediante historias que les dan la vuelta y les extraen posibilidades poco exploradas.

El problema definitivo de este cuento, que por su técnica y su discurso lleva el sello Shyamalan como otros podrían llevar el sello Grimm o el tradicional ruso, consiste en la violación de un parámetro señalado hace mucho por Hitchcock, y es que los protagonistas no están realmente en peligro, al menos de forma inminente, ominosa, implacable; la cabaña llega a ser confortable durante la convivencia de secuestrados y secuestradores, con el alivio adicional de comprobar el poco interés de los asaltantes en provocar daño a la famila conformada por Eric (Jonathan Groff), Andrew (Ben Aldridge) y la pequeña Wen (Kristen Cui). El subrayado de buenismo en los encargados de aportar inquietud máxima, con Leonard (Dave Bautista) a la cabeza, disminuye el impacto del giro final de los acontecimientos.

Escenas como el encuentro campestre entre un Frankenstein presentable y la siempre angelical niña que juega, o la invasión hogareña con vuelta de tuerca inmediatamente después, generan una tensión que no se ve recompensada por los elementos antes mencionados.

A defectos tan subjetivos, que únicamente lastran el conjunto como thriller de manual, se suma lo débil de esta nueva visión del mundo en comparación con un relato aún más cerrado y sereno, la maravillosa La joven del agua (2006), quizá el punto de contacto más cercano en su filmografía. De igual forma que a Hitchcock el psicoanálisis se le dio mejor en películas donde no lo abordó tan explícitamente como en Recuerda (1945), Shyamalan ha sabido abordar el Apocalipsis de mejor manera que aquí en ocasiones previas, sin abusar del término, por lo que no es Llaman a la puerta la oportunidad redonda, experta e inconmensurable de hacer una defensa apasionada de este genio todavía joven, vivo y activo en busca de su redescubrimiento mediante cada guión que firma y cada rodaje que emprende.

No obstante, prevalece el placer de admirar la solidez con que se estructura un planteamiento tan sencillo como tremebundo, de paladear una exquisita puesta en escena al nivel de Servant (el Twin Peaks de nuestros días, por cuanto impone al cine en terreno de series); las interacciones entre los caracteres dan pie a reflexiones que reafirman la calidad del director como humanista de fe, y establecen la redención como aspiración máxima de la película por encima de una lectura del Armagedón.

En este último aspecto, Cuando los mundos chocan (1951, Rudolph Maté), La hora final (1959, Stanley Kramer), Los pájaros (1963, Alfred Hitchcock), El planeta de los simios (1968, Franklin J. Schaffner), o El amanecer de los muertos vivientes (1978, George A. Romero) –y valdría la pena volver a revisar El incidente (2009) del propio Shyamalan–, baten sin mucho esfuerzo a Llaman a la puerta, que no tuvo la suerte de saber acompañar la belleza de su prioridad simbólica con el talento habitual en su creador para describir amenazas externas desde circuitos de acción reducidos.

Lo que pareciera un acierto en tantos clásicos, que es otorgar mayor grado de superficialidad al factor “fin del mundo” en favor de los intereses intimistas de la historia, aquí encuentra un desequilibrio si tenemos en cuenta el menguante atractivo tanto de los protagonistas como de la trama principal, y los remotos sucesos que ellos y nosotros observamos simultáneamente a través de la televisión cobran cercanía sin que temamos tanto por Eric y Andrew como por lo que tienen delante aún por descubrir y decir.

Y, afortunadamente, esta pequeña y mejorable joya demuestra que a M. Night Shyamalan aún le queda mucho por contar y quizá demasiado amor por sugerir en un mundo medianamente capaz de apreciar el alcance emocional y redentor de su cine.

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