-Periodista, ahora trate de no abordar temas “espinosos”… me sugiere una fuente y no puedo más que sentir una opresión en el pecho y replantearme la esencia de este camino que escogimos los profesionales de la palabra.
La incertidumbre ante el deseo inminente de regresar a la “nueva normalidad”, la búsqueda constante de opciones para aliviar la tensión de la familia, para colocar el alimento diario sobre la mesa, devienen desafíos nada simples. Y, sin embargo, ¿Puede el Periodismo estar en modo “Cuarentena”? ¿Debemos engavetar la crítica, mirar de soslayo las zonas grises y seguir adelante sin arremeter contra sus sombras con nuestra pluma?
El Periodismo al que nos debemos, ese que es espada de filo cortante y labio que besa lo noble, no debe apartarse de los principios de la Isla que amamos y de nuestro sentido de justicia, ni siquiera ante el rostro amenazador de un virus.
Los periodistas cubanos y matanceros han estado allí en el vórtice del peligro, de frente a las lágrimas, a las distancias, relatando las historias más sensibles, desvelados para encontrar la frase precisa que alerte sobre el riesgo y reclame paciencia.
No obstante, nos debemos al pueblo, a nuestra conciencia y tenemos pleno derecho de comunicar, de arremeter contra la fuente que niega informaciones, contra los que minimizan la importancia de que nuestros medios sean reflejo de la realidad social.
Por eso me lleno de júbilo cada vez que se publican materiales profundos que indagan con profesionalidad, que entrecruzan fuentes y emiten valoraciones imparciales, siempre en busca de ese horizonte llamado verdad.
La prensa que defendemos tiene sus raíces en el verbo encendido de Martí. Esa llama cómplice de la pasión que nos une a este oficio no puede apagarse cuando en ello esté en juego la oportunidad de construir una humanidad mejor, de lograr dar aliento y esperanza, de hacer que florezcan las virtudes que identifican esta Patria que defendemos.
Así como muchos trabajadores de la salud y tantos otros servicios básicos dan hoy un testimonio excepcional; también los periodistas debemos mantener inquebrantable la voluntad de comunicar y hacer reflexionar.
Por supuesto, sabemos que escribimos para un pueblo culto que analiza y juzga cada letra. Por ellos, allí estaremos en medio de las desorganizaciones de las colas, de los servicios deficientes, de quienes se niegan a cumplir con las medidas higiénico- sanitarias, o simplemente, junto a los que más necesitan ser escuchados. No olvidemos nunca esa coraza que nos hace inmunes al conformismo, a la pasividad, porque una sociedad aguarda por nosotros, los voceros genuinos de su sentir.