He presenciado por el televisor uno de los más emocionantes partidos de béisbol (y miren que tengo partidazos vividos) de toda mi larga carrera de fanático empedernido. Me refiero a la remontada de los Tiburones de La Habana del Este a los Cocodrilitos de Matanzas en el juego decisivo de la final occidental de nuestras pequeñas ligas.
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Pero no únicamente por el partidazo, si no por el pos juego. Tras el dramático desenlace, los cocodrilitos quedaron literalmente al campo, tendidos, llorando sin consuelo. En eso quedo atónito, cuando comenzando a celebrar, los tiburoncitos fueron a buscar a sus rivales, para intentar aliviar su dolor.
Circulan estas fotos. Escojo tres: El desconsuelo -que es a su vez vergüenza deportiva- , El aliento solidario -humanismo puro, y Échose andar.
El desconsuelo.
El aliento solidario.
Échose andar.
Este tríptico debería figurar en el Salón de la Fama del Béisbol Cubano acompañado de los versos de César Vallejo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”
Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver, triste, emocionado;
incorporose lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar.
(Tomado del perfil de Facebook de Eldiablo Díaz)