Agroecología con rostro de mujer

Agroecología con rostro de mujer

Cada mañana en el batey Cuabalejos, de Jovellanos, es similar a la anterior, pero no deja de perder su encanto. Las esbeltas palmas parece que tocan el cielo, el verde intenso de las plantas contrasta con la tierra roja del surco, puertas rústicas de madera delimitan terrenos, enormes ruedas de fangueo hablan de la proximidad de un sembrado de arroz, los vecinos pasan a caballo y se saludan… cada escena le da vida al lugar. El paisaje parece salido de un cuadro que recrea el campo cubano al óleo.

Por la ventana de su casa, Lisy Delgado López mira con nostalgia el entorno donde creció. El título de Ingeniera Química recibido hace poco le augura un buen futuro en la ciudad, eso sus padres se lo recuerdan a cada rato. Para ella no resulta nada fácil alejarse de ese pedazo de tierra, sabe que el destino de la finca depende de si se queda o hace las maletas. Por eso una vez más toma un sorbo de café para pensar mejor en un paso tan importante.

Paisaje de Cuabalejos

La joven universitaria tiene varias opciones que llegan a su mente en cuestión de segundos: uno puede venderla, esperar que coja yerba y marabú, o emprender en ella. Al valorar esas tres alternativas comprende que no es justo “colgar los guantes” y dejar en el olvido una tradición familiar.

Pasan los años y la decisión tomada da sus frutos. A sus 32 años Lisy desarrolla la Agroecología y se codea entre expertos en la materia en diversos eventos. “Ser pequeña agricultora lo llevo en la sangre. Por otra parte, la Ingeniería Química me brinda herramientas de ingeniosidad que me permiten cerrar ciclos, no es solo sembrar, sino progresar en la cosecha y hacer tu pequeña industria”.

VOLVER A LAS RAÍCES

Lisy ya conocía bien el campo, pero a la hora de llevar adelante la finca Cuabalejos descubrió que no lo sabía todo. Mientras se adentraba en las prácticas campesinas tradicionales, de la mano de sus padres y de su abuelo, se enamoró de la Agroecología, una ciencia que trabaja mano a mano con la naturaleza.

“La Agroecología es muy resiliente, porque te ayuda a enfrentar desafíos ambientales como el cambio climático. Te da la posibilidad de intercalar cultivos y utilizar abonos orgánicos, que producimos dentro de la propia finca con los animales que criamos. Además, tenemos en cuenta los cambios de luna para el desarrollo de los cultivos. Cada alimento cosechado es saludable para el ser humano, libre de sustancias químicas.

“La micropresa construida por mi papá ayuda muchísimo con el abastecimiento de agua. Nos dedicamos principalmente a los cultivos de arroz, plátano y café, y nos insertamos recientemente en los frutales. También vamos adentrándonos en el mundo de las plantas medicinales, con el que tengo muchas expectativas. Hoy estamos sembrando una extensión grande de caña santa”.

La joven Lisy Delgado López se encuentra al frente de la finca familiar Cuabalejos, en Jovellanos.

Los pasos dentro del grupo de jóvenes agroecólogos, de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (Actaf), han sido determinantes en su formación, pues la han impulsado a actualizar muchos de los conocimientos y a ponerlos en práctica. Como una de sus integrantes, Delgado López asume el reto de sumar más jóvenes a motivarse por estas prácticas agroecológicas.

“La Actaf ha creado espacios para el aprendizaje y la socialización. Algunos de los integrantes de este movimiento participan en proyectos internacionales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Se trata de ver la Agroecología como proyecto de vida y que puedas contribuir a la soberanía alimentaria de tu comunidad. Te da la posibilidad de mejorar la economía familiar en la zona rural sin tener que migrar a la ciudad”.

Gracias a la diversificación lograda, los campesinos abastecen al batey, a una placita del municipio de Jovellanos y a un punto de venta de Cárdenas. De igual forma, las alianzas creadas recientemente con la Universidad de Ciencias Médicas y la empresa Suchel tienen el propósito de cerrar ciclos de producción, que comienza con la materia prima generada en Cuabalejos hasta llegar a la comercialización de artículos medicinales y cosméticos.

MUJER RURAL ¿ATÍPICA?

Para quien ve a Lisy llevando sombrero y camisa de mangas largas mientras trabaja la tierra, de seguro le resulta bien difícil reconocerla con el pelo rizado suelto, usando uniforme y tacones como especialista de Innovación y Desarrollo en la Empresa Contratista General de Obras de Varadero (Arcos).

Ella encuentra puntos en común en ambas profesiones. La esencia ambientalista está presente en el surco, pero también en un proyecto que lleva a cabo Arcos junto a la Estación Provincial de Investigaciones de la Caña de Azúcar para promover la infraestructura verde urbana en el balneario, basada en un sistema interconectado de espacios verdes, corredores, parques y coberturas arbóreas.

Lisy se desempeña como especialista de Innovación y Desarrollo en la Empresa Contratista General de Obras de Varadero (Arcos).

La ingeniera no se considera una agricultora atípica, más bien cree que el enfoque de la mujer rural ha cambiado. El hecho de hacer ciencia le ha permitido romper esquemas y prejuicios en diferentes ámbitos, donde generalmente predomina la presencia del hombre.

“Uno piensa que una mujer rural siempre está despeinada, a cargo del hogar. La fémina puede desempeñar varios roles al mismo tiempo; por ejemplo, ser madre, pequeña agricultora, empresaria, usar botas y tacones. Tenemos que desterrar esa antigua imagen y a la vez contribuir a la equidad de género”.

Aunque son solo cinco en casa de Lisy, todos se reparten muy bien las tareas. La joven junto a su madre lleva la contabilidad de la finca, una actividad necesaria para asegurar todo el proceso productivo. Ellas ven en la Agroecología una fuente de empleo, una alternativa de empoderamiento de la mujer.

“Cuando realizamos la recogida de café incluimos a un grupo de muchachas. Su trabajo tiene un sello característico, pues son más delicadas a la hora de manipular el grano. Queremos seguir progresando y hacer una pequeña red de condimentos, en la cual mujeres de la tercera edad y jóvenes puedan encontrar una nueva fuente de ingresos”.

Lisy siente orgullo de no haber salido de casa con las maletas. El mayor regalo de la vida está en contemplar el paisaje de Cuabalejos con su familia unida. Cada día piensa en el próximo paso que dará en el campo, mientras sabe que el camino hacia la equidad de género en esa esfera es largo, pero está en marcha.



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Sobre el autor: Anet Martínez Suárez

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