Si un pueblo desapareciera de repente, como si un viento fuerte lo echara de la tierra, pudiera reconstruirse con su papelería. Poco a poco, lo re-imaginaríamos con los decretos coloniales y su florida burocracia, las actas notariales, las cartas de hombres punto de giro que quedaron olvidadas en las gavetas o la transcripción de un juicio que realizó mecánicamente una secretaria preocupada porque tenía que ir a recoger a sus hijos al colegio.
Si todos esos documentos los uniéramos y los moviéramos con rapidez –como quien dibuja un monigote en la esquina de cada hoja de un blog de notas, y lo pone a saltar o a caminar–, entonces observaríamos cómo surge una urbe que se expande como crece una estrella de mar, en todas direcciones; cómo se alzan edificios que sustituirán otros más modernos o serán incendiados en el nombre de los dioses de la guerra; cómo nacen niños que luego se convertirán en los ancestros de los niños de hoy y a los que nos dirigimos para pedirles sabiduría y esencias.
“En lo que se refiere a volumen de documentos, somos el segundo más grande de Cuba. Aquí se guardan cerca de tres millones. Si pusiéramos uno detrás del otro, alcanzarían los tres kilómetros”, explica Carlos Torrent Molina, director del Archivo Histórico Provincial de Matanzas, y uno imagina ese largo rollo de película que te describe el nacimiento, el gateo inicial, los primeros pasos y luego cómo por fin se yergue toda una ciudad.
El Archivo Histórico Provincial de Matanzas José Jacinto Milanés se fundó el 15 de febrero de 1968, a “las cinco y media de la tarde”, precisa Torrent en un gesto de quien cuida sus orígenes. En el 2023 cumple 55 años.
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Además, según sus palabras, el objetivo del mismo es “procesar científicamente, según normas internacionales, la documentación patrimonial que se recibe y ponerla en disposición de quien la necesite.
“Por ejemplo, quieres saber acerca del devenir del tabaco en Matanzas. Tenemos un proyecto que presentó Álvaro Reinoso a principios del siglo XX sobre el desarrollo de este renglón”.
No obstante, quizás vaya más allá, tal vez en esa casa colonial esté la armazón de un pueblo que prosperó a la orilla de un río.
El Archivo archivado
Los archivos no solo guardan la historia de lo otro, de las revoluciones y los divorcios, sino también de sí mismos. ¿Cómo uno puede guardar el pasado ajeno, si no conservas el propio?
Antes de ser creado como se le conoce hoy en día, existió un referente. En 1959 se inaugura el Archivo Regional de Matanzas. En junio recibe las primeras donaciones de documentos por parte del Ayuntamiento, que se le entregan a Israel Moliner Rendón, Historiador de la ciudad, a quien se le nombra como primer director de la institución. Rota por varias locaciones, pero se sabe que en 1965 estaba ubicado en un edificio en lo que es actualmente la sede de Etecsa.
“Contiguo a ese lugar quedaba un almacén de medicamentos que en julio de ese año sufre un sabotaje por parte de fuerzas contrarias a la Revolución. El incendio se propaga rápidamente. A los bomberos se les encomienda la misión de salvar los documentos que se resguardaban en dicha locación. A la vez que controlaban el fuego, montaron un operativo especial para salvar los papeles que se trasladaron a lo que es hoy la tienda Atenas de Cuba, donde en ese momento radicaba la oficina de Moliner Rendón”, cuenta Torrent.
Actualmente, a la entrada de la sede de la identidad hay colocada una placa, que recoge lo siguiente: “(..,) su colectivo rinde homenaje al Pueblo y a los combatientes de los Comandos contra incendios de Matanzas, Cárdenas y Varadero y Jovellanos que a golpe de audacia y valentía, lucharon por más de siete horas, salvando para la posterioridad nuestros valiosos fondos patrimoniales”. Desde entonces hasta ahora, me explica Carlos, guardan una especial relación con los bomberos.
El 15 de febrero de 1968, “a las cinco y media de la tarde”, se funda como tal el Archivo Histórico Provincial José Jacinto Milanés. Poco a poco, la papelería creció, hubo más Matanzas, o la misma Matanzas, pero más detallada, más cierta, en sus almacenes; poco a poco, varios fondos valiosos se sumaron a su colección.
Entre ellos se encuentran las Actas Capitulares, resúmenes de la gestión del gobierno de la ciudad desde 1694 hasta 1958. Ahí se manifiesta cada decisión, cada orden, que con la sucesión de las décadas, de los siglos, bifurcó los caminos hasta llegar a lo que hoy tenemos. Los documentos más antiguos que atesoran son el acta fundacional de San Severino y San Carlos de Matanzas y su primer mapa.
“Tenemos, además, el Fondo de esclavos. Hay 11 fondos personales. Entre ellos los de Bonifacio Byrne, el de la familia Guiteras Gener, entre otros. Están los expedientes del Instituto de Segunda Enseñanza de José Raúl Capablanca y de Carilda Oliver Labra”.
El Archivo explicado
La entidad cuenta con varias áreas fundamentales. Primero está la de restauración y conservación, por donde entran los papeles que donan y que realizan labores de cuidados preventivos y sistemáticos. Estos incluyen mediciones diarias de la temperatura y humedad de los depósitos, así como la observancia de las posibles plagas que pudieran afectarlos. En dicha especialidad trabajan Brian Lama Domínguez y Raciel González Caballero, dos muchachos graduados aproximadamente hace un año de la Escuela de Oficios Daniel Dall”Aglio.
“Restauramos lo que podemos según los materiales que tenemos a mano. Es complejo por los pocos recursos, pero hacemos lo mejor que podemos”, me explica Raciel. “Nosotros utilizamos el mismo instrumental que los estomatólogos: pinzas, espátulas, etc. Yo por mis medios, a través de amistades y conocidos, conseguí mi propio kit, porque aquí no había en existencia”, le sigue Brian.
Entre los flagelos que más golpean al Archivo se encuentra la parte material, el acceso a recursos e instrumental que facilite su labor de salvaguarda. “La logística que nosotros exigimos es muy costosa y la mayoría hay que importarla y sabemos las circunstancias que atraviesa el país”, explica el director. Procesos técnicos, otro departamento de la identidad, se encarga de registrar, organizar y catalogar los fondos nuevos. Al igual que en una biblioteca, si no existe un orden, luego sería imposible encontrar un texto determinado y paralizaría todo el engranaje.
Alejandrina Adelaida Díaz Crespo funge como técnica. “Yo proceso los documentos que nos llegan. La compañera especialista saca el resumen, de lo que trata, y nosotros foliamos, acuñamos y formamos los legajos. Me gusta mucho lo que hago, porque aunque la gente no lo crea, entre papeles viejos hay muchas cosas interesantes. Hay muchas curiosidades sobre Matanzas. Por ejemplo, la historia de cómo se descubrieron las Cuevas de Bellamar”, me cuenta. Ella lleva más de treinta años en el Archivo.
Servicios informativos se dedica a la atención de los clientes y también a la promoción y divulgación. “Recibimos a quienes se acercan a nosotros y los ayudamos a buscar lo que les interesa: investigadores, historiadores, entre otros. También ofrecemos servicios de protocolo notarial, el de consulado y extranjería”, me comenta María del Rosario Díaz Castro, especialista en sala.
Por último, se halla el área de digitalización e informatización. Trasladar los fondos al formato de los 0 y los 1 ayuda a su conservación, porque se evita la manipulación manual y es más fácil encontrar un texto en específico gracias a la herramientas de búsqueda. Hoy en día, esta constituye una necesidad vital para el funcionamiento y la evolución de sitios como este.
“A causa de la situación tecnológica, dicho proceso se encuentra muy atrasado. El equipamiento es muy antiguo y no responde al gran volumen de documentos que poseemos”, me confiesa Torrent. La logística golpea de nuevo.
El Archivo poetizado
Cuentan las malas lenguas, esas que hacen del corazón tripa, que Milanés, ese que hizo de tripas alma y verso, desde los ventanales de su hogar vigilaba a que apareciera su prima Isa, que vivía al frente, como la visión de una cierva plateada y sagrada. Esos ventanales ahora pertenecen al Archivo Provincial de Matanzas, ubicado en la casa que el pobre bardo habitó durante 41 años y de donde el centro toma el nombre.
Al penetrar al sitio, la primera habitación con la que uno tropieza le pertenecía a José Jacinto, y en la actualidad se mantiene como una sala expositiva dedicada a su legado. “Ahí escribió toda su obra. Ahí se escribió El conde Alarcos y De codos en el puente. Ese espacio siempre debió ser una sala de exposición. En algún punto se le dio otros usos, pero, poco a poco, la hemos recuperado. Convivir en este espacio es un privilegio, porque hablamos de uno de los poetas más importantes del siglo XIX de Iberoamérica”, me dice exaltado Carlos.
Instados por el espíritu poético –como una tórtola que renunció a la fuga– que impregna la vivienda, se funda el 27 de septiembre de 1978 el Miércoles de poesía. El primer invitado resultó el uruguayo Mario Benedetti. Esta tertulia ideada por Ricardo Vázquez, y cuyos principales promotores fueron Rolando Estévez y Alfredo Zaldívar, buscaba traer lo más selecto y hermoso de la lírica cubana y foránea. Por ella transitaron figuras de la talla de alma de Ernesto Cardenal, Cintio Vitier, Fina García Marruz o Luis Rogelio Nogueras.
El Archivo aún no archivado
Para este 55 aniversario a celebrarse el 15 de febrero, el Archivo ha desarrollado una jornada de actividades que comenzó desde principios del 2023 y que busca promocionar su labor.
“El primero fue que nos incorporamos a un evento internacional de la Casa de África y para ello organizamos una muestra sobre la esclavitud en Matanzas. El segundo fue el primer coloquio sobre la lucha clandestina, Matanzas de rojo y negro, se llama, y que pensamos realizar a partir de ahora con una frecuencia anual”, enumera Torrent.
“El 9 de febrero inauguramos la exposición Nuestro archivo: 55 años de historia. A esto les proseguirá otra serie de iniciativas como un homenaje a los bomberos, con los cuales, desde el incidente en 1965, mantenemos estrechos lazos, y entregaremos la condición 15 de febrero a aquellas personas e instituciones que han apoyado nuestro trabajo”.
Entre los objetivos de la institución para esa historia aún no archivada que nombramos futuro se hallan: la continuidad del procesamiento técnico de sus fondos, la búsqueda de mejores recursos y logística para conservar y restaurar los fondos y elevar el nivel científico de los trabajadores.
En su condición de doble Milanés, ubicado en la casa del poeta y en la calle homónima, el Archivo continuará su labor, paciente y constante, de salvaguardar esa papelería que si un viento aparece y nos echa de la tierra bastará para que nos re-imaginen y para re-imaginarnos.