La cultura de lo banal

Lo absurdo es la aceptación del consumo de lo banal, el hecho de asumir lo inocuo, lo vacío, como forma de vida y expresión estética.

Me paré frente a un grupo de estudiantes de un aula de preuniversitario. Desde mi posición los calculé para intentar generar la frase exacta que captara su atención. Mi tarea consistía en hablarles de periodismo.

Una casualidad me robó la iniciativa y puso sobre la mesa un tema, al parecer, de mayor interés para mi auditorio de adolescentes. “Profe, ¿usted es rockero?”, preguntó un muchacho con un piercing de argolla en la nariz, mientras señalaba a mi pullover donde se podía leer “SLIPKNOT”. Está de más decirles que aquella tarde hablamos poco de periodismo.

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De los 40 estudiantes, cuyas edades oscilaban entre los 17 y 18 años, solo cinco consumían otro género musical que no fuera reguetón. Las excepciones mencionaron el KPOP, la electrónica y uno de ellos afirmó consumir “rock sin gritería”. Este último me dejó atónito.

Aproveché y continué mi encuesta improvisada: la lista de amantes a la literatura se reducía a tres y la de consumidores habituales de teatro a una muchacha tímida sentada en la última fila. Como dato adicional pude sacar que todos y cada uno de ellos había visto la serie española de Netflix Élite, con sus buenas seis temporadas.

Siempre han existido unos hábitos de consumo masificados en torno al arte que se diferencian de esos otros pequeños grupos que bien pueden ser clasistas, raros o alternativos. La llamada cultura pop define lo mainstream, que equivale a decir tendencia mayoritaria​ de consumo cultural.

Lo absurdo es la aceptación de lo banal, el hecho de asumir lo inocuo, lo vacío, como forma de vida y expresión estética. ¡Qué daño nos hacen la exaltación del “vive rápido y piensa poco”, la libertad sexual edulcorada y la romantización de la pobreza! Todo esto es consecuencia directa de las deficiencias en nuestro sistema educativo, las limitaciones económicas que padecen nuestras instituciones culturales y la forma en la que nuestros medios asumen la banalidad para llegar a los públicos jóvenes.

El marxista e intelectual italiano Antonio Gramsci reconocía que era necesario “adueñarnos del mundo de las ideas, para que las nuestras sean las ideas del mundo”. De esta manera podemos establecer que la cultura como fenómeno de masas es una herramienta indispensable para establecer una contrahegemonía, para construir un modelo de sociedad diferente.

La guerra cultural es real, todo lo que contribuya a la mercantilización del arte y la conformación de consumidores pasivos nos pone en desventaja. Este fenómeno, en un país como Cuba, debería ser un tema de debate constante. Tenemos el deber de fomentar una cultura emancipadora y revolucionaria, sin entrar en una confrontación directa. Debemos ganar por méritos propios y no por supresión.

Aquella tarde hablé poco de periodismo, pero les presenté a Kurt Cobain y a Santiago Feliú. Les conté del lado humano, no mitológico, de Martí y Maceo. Debatimos sobre las tribus urbanas, las de mi época y las actuales. Leímos textos del escritor Sergio García Zamora y ojeamos algunos cuentos de Roberto Bolaños.

Soy consciente de que con media hora de debate no cambié el mundo ni mucho menos la manera de pensar de 40 estudiantes de preuniversitario, pero estoy seguro de que más de uno descubrió algo que tal vez se estaba perdiendo.

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Sobre el autor: Boris Luis Alonso Pérez

2 Comments

  1. Creo que eso es la punta del iceberg. Son muchos los que hace tiempo se ufanan de no haber leído un libro nunca. Sus gustos están al nivel del de esos muchachos. ¿ En cuantos hogares cubanos hay una pequeña biblioteca? O si quiera un librero con libros varios. Ya no se ven ni revistas en los estanquillos. Perdón, tampoco hay estanquillos. No le veo solución.

  2. Felicidades, Boris Luis. Usted logró, con esa media hora de debate que considera no cambió el mundo ni mucho menos la manera de pensar de esos estudiantes, mucho más que un año de ¨educación¨ que les imparten o les llega, incluida la recibida de nuestras instituciones culturales y medios con misiones específicas en cuanto a construir esas personalidades, no ya de élite, sino con gustos y preferencias medias, con opinión, con ideas propias y alejadas del maniqueísmo y de la impersonalidad del mainstream.

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