La verdad como virtud patriótica

El patriotismo es ese sentimiento que le hincha a uno el pecho cuando admiras las cosas pequeñas que te singularizan como cubano.

Todavía causan revuelo en las redes sociales las palabras pronunciadas por el profesor universitario Fabio Fernández Batista en el espacio televisivo de la Mesa Redonda, donde manifestó sin ambages que el patriotismo cubano hoy estaba siendo impugnado ante la cruenta realidad que muchos enfrentan.

Aunque en el programa se dijeron otras verdades de más peso, como las pronunciadas por el maestro de periodistas José Alejandro Rodríguez, solo el fragmento del joven profesor se hizo viral, al punto de que diversas cadenas de difusión masiva, de lo que menos vale y brilla del sur de la Florida, dedicaron amplias coberturas a las palabras de Fernández Batista.

Del lado de acá las reacciones no se hicieron esperar y varios internautas se sintieron obligados a emitir desde sus muros de Facebook una especie de editorial política, a manera de respuesta, para contrarrestar semejante “desatino” como puede ser expresar una opinión y peor: hacerlo frente a las cámaras en un programa de tanta significación política, donde se narran los más notables acontecimientos nacionales.

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En ningún país debería causar mayor sobresalto una confrontación de ideas o una frase discordante, pero la Cuba asediada siempre asumió que ciertas posturas podrían beneficiar al enemigo que nos acecha; de ahí que, ante el combate diario por la subsistencia, surgió además determinado recelo que a veces roza la paranoia. Y quien ose emitir cualquier criterio divergente podrá sufrir ciertas reprimendas.

Estas prácticas inocularon dentro de nuestro sistema social un germen que nos ha vuelto temerosos de la verdad. Preferimos esquivar la realidad, o maquillarla, antes que asumirla tal cual es.

Por ello, más de uno arremetió contra las palabras de Fabio, aunque en el fondo reconozcan que sus afirmaciones no necesitan de un procedimiento científico: se sostienen con la mera observación. En los últimos meses, miles han sido los cubanos, en su amplia mayoría jóvenes, que han decidido emigrar a riesgo de sus vidas.

Toman distancia de ese pedazo nuestro que llamamos Patria, término sobre el que existen miles de definiciones, como sucede con otros igual de polémicos como los nacionalismos y los conceptos de Estado y nación.

Como bien señaló en el programa, la pertenencia geográfica no denota el grado de patriotismo, cuando dos de los personajes históricos de lo que entendemos como la suprema expresión del patriotismo, como lo fueron Martí y Heredia, pasaron la mayor parte de vida en el exterior. Permanecer no siempre significa amar al país que te vio nacer, como mismo pueden surgir lazos irrompibles con el que te acoge.

El patriotismo es ese sentimiento que le hincha a uno el pecho cuando admiras las cosas pequeñas que te singularizan como cubano. Desde disfrutar el aroma de un buen café hasta admirar una tarde apacible en el viejo parque cerca de donde naciste.

Pero, víctimas de la grandilocuencia, confundimos muchas veces patriotismo con patrioterismo, militancia con complacencia, y la preocupación de un profesor con un abierto pronunciamiento antipatriótico.

Los tiempos de crisis siempre resquebrajan y ponen en peligro cualquier sistema, mucho más el nuestro, tan golpeado por incesantes arremetidas a lo largo de los años.

El problema no lo veo en las palabras pronunciadas, si no en el estupor paralizante que provocan. Porque sentarse y emitir contraargumentos sobre lo dicho no demuestra otra cosa que el miedo que sentimos ante la verdad inobjetable.

Muchos jóvenes prefieren llevar en sus prendas otras banderas; y porque alguien enumere en un post de Facebook los nombres de los próceres nacionales no logrará necesariamente sensibilizar a nuestros estudiantes, al punto de pintar frases de Mella y Villena en los murales de la escuela.

El patriotismo nace también de la forma en que contamos la historia y las hazañas de los héroes; de cómo inculcamos el amor y el respeto al espacio geográfico primigenio, ese que el niño ve desde que abre los ojos; y de cómo tratamos al prójimo, de la actitud cívica en la comunidad.

Si ve apatía y discursos vacuos en un entorno donde pocos se ayudan, donde las carencias sacan lo peor de nosotros, crecerá con la mirada en dirección a ese otro lugar desde donde llegan los cantos de sirenas, donde supuestamente hallará “el mejor de los mundos posibles”.

Seguramente en otras tierras descubrirán el patriotismo de golpe, ese que despierta la añoranza, sobre todo cuando se sientan extraños a cada paso y nunca encuentren su verdadero lugar, como le sucede a muchos emigrantes.

Rememorará el arroz congrís de la abuela, la pizca de sal que pedía la vecina, los socios del barrio, el viejo parque; entenderá que esa es la Patria, y desde lejos sentirá el orgullo de ser cubano.

Como Fiallo, son muchos los que se preocupan por despertar el patriotismo en las nuevas generaciones, para ello hay que señalar las principales preocupaciones. Para mí, en estos tiempos convulsos, será el más patriota quien llame a las cosas por su nombre, quien asuma los riesgos que representa el decir lo que se piensa en cualquier espacio, incluso en la Mesa Redonda.

Siempre veré en la verdad la más grande de las virtudes patrióticas.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

3 Comments

  1. Ya lo he escrito otras veces y lo reafirmo, el profesor Fabio, científico por formación puede y tenga en su ejercicio docente y cotidiano mucho más sustentos a sus criterios, no lo puedo poner en duda, sin embargo no creo que el término sea correcto, así como el sustento a ese criterio. Para mi el patriotismo; el verdadero, tiene un sustento que contiene mucho ceño, empeño, sacrificio y sangre, por tanto su legitimidad es intrínseca, no es impugnable, por ser tan genuino. Ahora, si puede ser traicionado en disímiles formas mediante el desatino, la insidia, la deshonestidad, la apatía, la actitud complaciente, egoísta y corrupta. Y de eso, no sólo son exponentes un grupo de jóvenes de Whatsaap. Que la realidad a veces nos aprieta el pecho, es verdad, pero al decir de Martí, «la pobreza pasa» y lo demás como ya es sabido, es la forma que no pocos expresan su traición al patriotismo. Ratificó el Profe tuvo quizás a mi juicio, hacer mejor uso de su sapiencia y análisis de un tema tan sensible.

  2. Estimado Arnaldo:
    Con tu permiso, quisiera añadir otras consideraciones, en línea con tus ideas:
    El patriotismo en nuestros tiempos no puede darse el lujo de ser sectario, debe ser unitario. Es un valor de nuestra Historia, desde 1868 hacia acá, y como señala Aguilera Tamayo ¨(nuestros enemigos)…con la intención de desunirnos tratan de desacreditar la tradición patriótica que nos cohesiona, para desmontar a nuestra Revolución.¨ Hay un elemento vital. Desde 1959 Patria y Revolución son conceptos inseparables en nuestro país, pues solo la Revolución permitió y permite la supervivencia de la Patria frente a las apetencias del vecino del Norte. Pero, también existe patriotismo e incluso antimperialismo en nuestra emigración. Una sola muestra basta. Muchos hemos coreado una consigna reafirmadora de nuestro patriotismo y antimperialismo; Cuba Sí, Yanquis No, pero pocos conocen que esa consigna fue pronunciada por primera vez por un emigrado, nacido en Cuba, pero que vive desde los 60 en Estados Unidos, y ha sido siempre uno de los más fervientes luchadores por la cubanía y contra las agresiones y el Bloqueo, Max Lesnik. Por ello, en nuestra concepción de patriotismo entran todos los que sientan a Cuba, defienden a Cuba y se sienten deudores de su historia, de sus héroes y de sus mártires.

    Continúo con la idea: Es simplista e incluso desactualizada la idea de separar en dos bandos “están allá” y “los de aquí”. Hoy día “allá” existe un sector abiertamente opuesto a nuestra Revolución, que se nutrió a partir de 1959 con las oleadas de emigrados, de los cuales muchos integraron las filas de las diferentes organizaciones contrarrevolucionarias y algunos decidieron mantenerse al margen de la confrontación. La misma polarización ocurrió con su descendencia y los que emigraron en los primeros años, pero surgió y empezó a cobrar fuerza una tercera opción, que tomaba partido por respetar la elección de los que se quedaron y edificaban un proyecto social contrario a sus ideas, pero con hondas raíces en la historia patria. No fue casual que este movimiento se acercara a dialogar y existiera puntos de encuentro en las Conferencias de la Nación y la Emigración. A la vez, se arreciaron las acciones contrarrevolucionarias, abiertamente estimuladas y financiadas por el gobierno de EE UU y se fueron incrementando las medidas económicas, financieras y otras que conforman el Bloqueo, acrecentadas en toda línea por el gobierno de Trump. La emigración con sus altas y bajas, no se ha detenido, pero su composición es más heterogénea, cada vez más constituida por personas que, nacidas bajo la Revolución y permeadas, de una forma u otra, por las experiencias de vida en nuestro país, tienen estas integradas a su personalidad, lo cual, unido a su pertenencia a familias que ha dividido tal éxodo y que su motivación para emigrar ha sido totalmente económica, no aceptan la política de confrontación con su Patria y la expresión más evidente es su pronunciamiento contra el bloqueo.
    Lo mismo al norte del estrecho de la Florida, que en nuestro país, existen personas que por una razón u otra, disienten de nuestro proceso revolucionario, pero ello no los califica como contrarrevolucionarios, tenemos con ellos muchos puntos en común; como plantea un genial y experimentado luchador en estas lides, no debemos unir en un mismo saco a los enemigos, los descontentos y los ignorantes. Existen personas, incluso grupos sociales que pueden no coincidir con nuestros objetivos y metas, por desconocimiento, desidia o por otras causas y ello no los sitúa en la acera de los enemigos, en estos tiempos es preciso reconocer las necesidades de una nueva generación que busca su espacio, mediante la discusión abierta, la persuasión y reconociendo que existen criterios y conceptos propios, que sin ser ajenos a las ideas del socialismo y la Revolución poseen perspectivas diferentes que necesariamente no la hacen enemiga. Para los revolucionarios cubanos, es primordial tener hoy esa clarificación de ideas, sobre todo en estos días en que la contrarrevolución, medios mediante, pretende confundir y dividir. A ellos hay que ganarlos, explicarles, atraerlos con argumentos e ideas, y si no fuera posible persuadirlos, que continúen pensando lo que deseen, pero ello no significa una patente de corso para actuar contra la estabilidad del país y la cultura nacional. Para ello tenemos la Constitución y las leyes, es decir el estado de derecho socialista. Nuestro eterno Comandante Fidel nos enseñó que cuando el enemigo te asedia, te rodea, hay que combatir fuera del cerco, exponer claramente nuestras acciones, principios, argumentos y realizaciones, para desenmascarar sus calumnias y planes, difundiendo nuestras verdades en cualquier rincón del mundo y en las organizaciones políticas, sociales, culturales a las cuales tengamos acceso, sin temor, ni preocupación. En cualquier escenario, la cultura es de ellos uno primordial, como dice, prima la aceptación y defensa de dos imperativos que cada cubano debe sentir como suyos: seguir la articulación para desde la cultura defender nuestra soberanía y exigir el cese del bloqueo por el bien de la Patria.

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