Sin prisa debe llegar al Museo Farmacéutico de Matanzas quien desee descubrir a plenitud la propuesta Vívidas alas, exposición de 11 ejemplares únicos en los que la artista Marialva Ríos aborda el amor, la violencia, las relaciones de poder, el matrimonio, y otras temáticas conectadas a textos de escritoras de América y el Caribe.
Agustina Ponce Valdés, directora de Ediciones Vigía, resaltó el valor de las autoras evocadas: “Mujeres irreverentes, del siglo XX, rompedoras de esquemas, contestatarias y también las que crecieron haciendo versos mientras leían a Martí, mujeres todas erguidas, madres, amas de casa, artistas, amantes y amadas, mujeres de su tiempo, paradigmas de este tiempo.
“Mujeres centenarias que cantaron y siguen haciendo música desde el pincel o la línea, 11 libros llenos de color, textos teatrales que descorren un telón también imaginario y dejan ver a otra Marialva con un dormitorio deshecho lleno de papel, botones, allí el café que no bebe pero acompaña el libro”, expuso Ponce Valdés en interpretación de la muestra.
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La sabiduría de intensas voces literarias como Frida Kahlo, Alfonsina Storni, Gioconda Belli, Anne Sexton, Carilda Oliver Labra, Fina García Marruz y Dulce María Loynaz se presenta en sinergia con la experimentación artesanal de la diseñadora Marialva, consciente de que los objetos no necesitan voz para decir.
Explicó la artista que las técnicas empleadas para la elaboración de los libros se acercan al lenguaje visual de Vigía con elementos posibles de utilizar al diseñar ejemplares únicos que pueden tener un nivel de elaboración más complicado que cuando se confeccionan 200 volúmenes, que es lo habitual en la editorial.
Tijeras, cintas, cucharas, cadenas, conchas, flores, botones, alfileres, un zapato de tacón, en los cuerpos literarios concebidos por Marialva los más diversos objetos comunes y elementos naturales se recontextualizan para configurar un discurso visual de alto simbolismo.
Sobre los muebles centenarios del comedor de la casa donde habitó la familia Triolet Figueroa, fundadora de la Botica, permanecen las obras; si el reflejo de los espejos recapitulara mostraría décadas de imágenes, con el quinqué de Vigía como lo más reciente.
Hay memoria por todas partes, en la madera anfitriona, en la vajilla con la que se degustó comida más allá de ese siglo, y ahora también en las piezas invitadas que llegan con historia propia, memoria de muchos componentes fundidos en ejemplares únicos que ponen vívidas alas al arte.