Gastronomía en Matanzas: sostener más que inaugurar

Gastronomía en Matanzas sostener más que inaugurar

Con marcada frecuencia vemos cómo la inauguración de obras sociales, por lo general en saludo a fechas históricas significativas, ocupa titulares en los medios de prensa. Una breve búsqueda en Internet arrojará decenas de resultados similares, informaciones o reportajes en los que se detalla la apertura o restauración de cafeterías, salas de juego, restaurantes u otros establecimientos de gastronomía para el disfrute de la población. Se trata de servicios sin duda necesarios, pero cuya sostenibilidad en el tiempo, en muchos casos, termina por pasar factura a dichas inversiones.

Hemos sido testigos en más de una ocasión del cierre o cambio de uso de muchos de esos locales apenas meses después de su estreno. En Matanzas, por ejemplo, uno tan céntrico como la actual Casa de la Hamburguesa ha pasado en los últimos cinco años por al menos tres proyectos diferentes, todos con las correspondientes inversiones para su remodelación y, no menos importante, con la esperanza de que por fin se lograra desde la empresa estatal asegurar servicios asequibles y de calidad a la población. 

Tal objetivo ha sido menguado una y otra vez. Así lo sufrió en su momento La Confitera, heladería-dulcería, que también ha transitado por varios proyectos de inversión. Igual y no menos irónico ocurre con nuestra Casa de la Miel, ubicada en una de las provincias donde año tras año se sobrecumplen los planes de elaboración de este producto. 

No es mi intención hacer una crítica culinaria. Sostener una oferta en la gastronomía con la calidad requerida resulta hoy muy complejo, sobre todo si tomamos en cuenta la escasez que caracteriza nuestro contexto económico. Sin embargo, sí considero oportuno destacar estos elementos como pautas que deberían transversalizar cualquier análisis a la hora de asignar recursos, fuerza de trabajo y financiamiento en espacios que a la larga no cumplirán con sus propósitos primordiales. 

En principio, dichas inauguraciones no deberían acelerarse para el acompañamiento de balances o fechas señaladas, pues, además de poner límites a la productividad, suelen nublar la relevancia de tales gestiones. Hablamos de la necesidad de estudios de mercado que guíen con rigor los plazos de estos procesos y permitan no solo estrenar locales remozados, sino servicios útiles, sustentados en los más profundos requerimientos de la población, para quienes al fin y al cabo se construyen.

Lo lamentable es que no son pocos los lugares cuya funcionalidad hoy deja mucho que desear, a los que se unen otro grupo de ellos que, si bien no han sufrido tantos cambios de uso, mantienen deficiencia en la gestión.

No puede ser este el fin de inversiones millonarias, aun con las múltiples transformaciones que ha venido experimentando el sector del Comercio y la Gastronomía. Tampoco puede ser el propósito de los Gobiernos territoriales engrosar la lista de establecimientos, sino colocar los presupuestos donde más se necesite, acompañado como es lógico de un seguimiento minucioso a su funcionalidad. 

El contexto actual exige más que nunca eficiencia económica, un término reiterado por las máximas autoridades del país y en el que se incluye esta función previsora, sin perder de vista la necesidad de garantizar a la población ofertas asequibles y servicios sustentables en el tiempo.


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Sobre el autor: Lisandra Pérez Coto

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