Los tantos misterios de Martí

Al abordar la figura martiana, llama la atención los misterios luminosos que se le levantan en torno a su vida y su predestinación a la grandeza.

Siempre le costará más al escribidor adentrarse en la personalidad de Martí, justo cuando tiene conciencia de la vasta obra publicada sobre él. Nombres trascendentales de las letras, como Mañach, Lezama, Mistral, Cintio y Fina, han intentado acercarse, con logros contundentes, a la existencia de una de las figuras más paradigmáticas.

Particularmente, siempre me han llegado más hondo esos personajes históricos que logran estremecernos, tanto por sus obras como por sus propias vivencias. De estas últimas siempre encontramos las señas que exponen las motivaciones que los impulsaron a realizar sus grandes acciones.

Con el Maestro nos sucede algo peculiar, y es que nunca lograremos abarcarlo del todo por más empeño que pongamos. Quizá fue ese el detonante que impulsara a Lezama a acuñar aquella frase que intenta definir justamente la grandeza inconmensurable del hombre que escapa a todas las definiciones: “Es ese misterio que nos acompaña”. Desde entonces se repite en fechas importantes, más como facilismo que como un intento por entender, al menos, algunas coordenadas que nos legó para deshacer el enigma.



Podemos recurrir a cualquiera de sus versos y seguro hallaremos pasajes autobiográficos. El epistolario muestra al hombre que escribe casi con nerviosismo, a la luz de una vela; respuestas a sus tantos amigos y admiradores que surgen a cada paso. Apenas dormía, cuentan sus allegados.

Después de una jornada agitada e innumerables tareas, como la organización del conflicto bélico que reanudaría la lucha, escribir ensayos destinados a diferentes medios periodísticos de la época, encontraba el momento para enviarle unas palabras a sus amigos y familiares.

Líneas que lo mismo podrían ser la esquela de una bella confesión: “Madre mía: Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted”, o una larga misiva a Manuel Mercado donde plasma sus ideas políticas, ignorando que siglos después esos trazos agitados servirían para entender el mundo. Martí vio el futuro con tal claridad que asombra aún hoy, enseñándonos además el camino para alcanzar un destino más vivible.

Al abordar la figura martiana, llama la atención su predestinación a la grandeza, aunque en su seno familiar se empeñaron infructuosamente en convertirlo en un ser normal. Ahí la insistencia de Leonor en llamarlo simplemente Pepe, otro José como tantos que habitaban la Isla; defendiéndose de los rigores que imponía la Colonia, desde un puesto comercial o hasta más elitista, de notario digamos, porque talento le sobraba.

Pero no era normal, nunca sería ese ser común e intrascendente. De niño, al ver a un esclavo muerto, “tembló de pasión por los que gimen: ¡y, al pie del muerto juró lavar con su vida el crimen!”. Esa imagen sería el impulso que despertara el ansia justiciera. La grotesca imagen le acompañó por siempre, hasta terminar convertida en una obra poética estremecedora.

Como suele suceder, sus mayores no entendieron la luz, la estrella que lo habitaba, “esa que ilumina y mata”, escribiría después. La esposa, descendiente de las familias camagüeyanas más ricas, tampoco logró comprender ese sacrificio, como si amara las vicisitudes y carencias, con que la pobreza premia a ciertos hombres destinados a liderar el curso de la historia.

Carmen solo quería un compañero que aminorara los rigores diarios y no que dirigiera los destinos del país. Por suerte, otras mujeres lograron entrever esa dimensión humana. La Miyares, por ejemplo, lo acompañó durante mucho tiempo, convirtiéndose en su refugio y resguardo. Fue también celosa guardiana “de la rica papelería martiana y contribuyó a que se conociera públicamente”; así nos relatan las fuentes biográficas.

Martí fungió como diplomático por varias naciones, ensayista, editorialista, poeta, precursor literario, y aquí solo mencionamos algunas entre tantas contribuciones. No nos asombremos entonces, cuando aparece la noticia en nuestra contemporaneidad, donde vemos al infante resguardando el busto ante un ciclón, ni intentemos entender cómo la imagen se hizo viral. Ese es de los tantos misterios que siempre nos acompañarán.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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