Bros: dos hombres y un destino

Ficha técnica

Título original: Bros

Año: 2022

País: Estados Unidos

Dirección: Nicholas Stoller

Guión: Billy Eichner, Nicholas Stoller

Reparto: Billy Eichner, Luke Macfarlane, Monica Raymund, Guillermo Díaz, Guy Branum

Duración: 115 minutos

Bros pertenece a una época donde, más que en todas las anteriores en que ha estado presente el cine, hay mayor asimilación del cuerpo humano, de las relaciones no monógamas y de las alternativas a la heterosexualidad. Pero no son esos sus temas; no tanto, en realidad, como el tradicional par de extraños que recién se conocen, con el correspondiente proceso de enamoramiento, y lo peculiar que esto resulta cuando ambos personajes pertenecen al mismo sexo.

Para un público abierto a la propuesta temática de un romance homosexual, con antecedentes de altura sobre todo en las últimas décadas, Bros no es tan transgresora como novedosa. Nicholas Stoller confiere a la comedia romántica tradicional un tratamiento sin prejuicios del sexo menos mainstream, respecto a quiénes y cómo lo viven; por tanto, perfila una nueva forma de acercamiento a este reivindicable subgénero, en la que puede aparecer con prominencia y hondura lo que antes quedaba relegado al chiste secundario o al trasfondo sórdido.

Las esperanzas por habitar una sociedad mejor se representan más en la ficción, en la sabia expresión de quien las posee y tiene talento para justificarlas, que en la volátil realidad, porque los cineastas tienen el poder de acallar a los intransigentes en dos cortes de montaje y ceder espacio a los acallados de la vida real. Resulta más emocionante comprobar que en una misma película, o reflejo del mundo, pueden convivir diferentes orientaciones sexuales, tipologías de unión amorosa, razas y costumbres, que el mero hecho de ver a Billy Eichner y Luke Macfarland compartiendo besos, caricias y líneas de diálogo superiores en intensidad a cualquier plano entre sábanas.

Sus vaivenes íntimos son de lo más interesante del conjunto: acompañados cuando el momento parece indicado y los guionistas, no sin un pesar camuflado de ironía, deben interponer algún que otro intruso en medio de sus cuerpos para incrementar la sensación de mutua cercanía entre nuestros protagonistas; a solas cuando ni siquiera el caparazón de la soltería ocasional puede oponerse a la necesidad de afecto diferenciado, cuando se tensan esos lazos invisibles con que Lauren Bacall ataba a Humphrey Bogart en Tener y no tener, que son los que más aprietan a medida que se reniega de ellos o de su importancia.

Es la vieja historia del desengaño que sigue pesando, aunque haya transcurrido mucho tiempo desde la última decepción amorosa, expuesta con matices nuevos y de una forma trepidante que beneficia el producto y hace digeribles los tabúes. Simultáneamente, el movimiento LGBTQ+ se desquita con Bros de muchos criterios establecidos más allá de lo conveniente para sus aspiraciones; por ejemplo, rechaza la sacralización del mismo, desconcertante forma de generalización si se toman en cuenta las discrepancias conceptuales entre sus propios colectivos internos y las jerarquizaciones que se satirizan a través de los colegas de Billy (Eichner).

El ciclo argumental se enmarca entre dos miradas fundamentales, ambas de un Billy situado en lo alto hacia una multitud donde resalta la inocente mirada de Aaron (Macfarland). La música interviene en estos momentos con mayor intencionalidad en el último que en el primero, y eterniza la impresión de que las historias con marca Hollywood, las archiconocidas fórmulas del entretenimiento, pueden desmontarse para ser recicladas en un futuro, una vez tras otra, con acierto si entre créditos iniciales y finales caben nuevos añadidos. De su calidad depende que a lo nuevo se atribuyan o no tantas virtudes como a sus antecedentes, y que, por ejemplificar, se afirme que Bros innova en la comedia romántica hasta el punto de quedar a escasos pasos del Woody Allen de Annie Hall y del Kevin Smith de Persiguiendo a Amy, dos exponentes también atípicos.

En cuanto a Allen, se coincide en la proliferación de aforismos propios y en la exaltación de Nueva York, pero la trama está demasiado sujeta a sí misma como para permitirse ahondar en pensamientos secundarios y la ciudad cobra menos presencia que en la obra del icónico creador. En cuanto a Smith, se afrontan con naturalidad las complejidades de la vida no sujeta a restricciones heteronormativas, pero se aventura menos en el drama insertado de las consecuencias cuando los actos contradicen los sentimientos.

Una película veloz, irónica y transparente, tres características que en mayor o menor medida están arraigadas a la época a la cual pertenece. Catálogo de ambiciones parcialmente cumplidas en pantalla, ejercicio de estilo y contenido que pide ser superado por la realidad en un mundo cambiante y sentimentalmente más expandido que nunca.

La mera existencia de Bros abraza el cine como ente acaparador de los cambios, jamás como perpetuador de una única perspectiva.

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