Pululan por las calles los voceadores de pan, cuando es bien conocido lo difícil que resulta para el Estado adquirir la harina de trigo o de otra índole para su elaboración. Esta materia prima no se adquiere en ningún tipo de comercio; incluso se publicó la prohibición de expender el mencionado producto, como no sea en los lugares establecidos por Comercio Interior.
Todos saben, además, lo abusivo del precio, lo pequeño de cada unidad, que escaló desde 40 pesos la decena, hasta 80, 100 y más, con la diferencia de que la cantidad disminuyó a ocho panecillos, parecidos a los que se ofrecen en fiestas de cumpleaños.
Venden el alimento por doquier, en las principales calles o en barrios adyacentes de poblados y ciudades. Se valen de los problemas económicos y financieros por los que atraviesa el país para hacer gala de su presencia.
Y en momentos de tanta demanda parecería que lo hacen para paliar tales necesidades, pero no es así. Nunca aparecieron en otros períodos, y lo más grave es su similitud con el que se distribuye en la canasta básica. Abundan los comentarios acerca de que muchos de los comercios, de los habilitados al efecto que anteriormente y con regularidad vendían a la población el pan que a la hora del cierre quedaba, ya no lo hacen.
Es justo señalar que tal ilegalidad quizá no sea particular de Matanzas, pero donde se lleve a cabo hay que atajarla de inmediato; porque propicia el incremento de posibles delitos en almacenes, panaderías, etc., como ha ocurrido muchas veces. Las autoridades pertinentes en múltiples ocasiones requisaron harina por sacos en viviendas particulares, mal habidas.
Al prohibirse esta venta ilícita, desaparecieron los ”comerciantes”, pero desde hace unas semanas regresaron a la calle. Inicialmente parecía que probaban fuerza, y como nada pasó, su presencia ha sido considerable.
Lo más indigno es lo que algunos expresan cuando se les pregunta de dónde proviene el pan; hasta se muestran enfadados. “La gente no merece que uno se ‘sacrifique’ y le lleve el pan a la puerta de su casa. Se lo traigo aquí para la merienda de los hijos y algún anciano que lo espera. No puedo regalarlo porque me costó caro. Tengo que buscarlo y luego caminar un montón de cuadras como un loco, incluso subir lomas.
“¿Qué quieren? Más barato no puede ser. Y que lo compren ahora, porque quién quita que dentro de unos días cueste más. Mire la calidad que tiene, del mejor pan del mundo, y no está caliente porque no tengo condiciones.
“Hay que batallar todos los días. Ahora dígame cuánto va a comprar”. Cuando le dije que era periodista y solo indagaba, su mirada no fue buena: “Lo suyo es muela (hablar), padre. Me voy que el indio (el sol) está bravo”, y salió con pasos apurados y la carretilla chirriando.
No hay duda de que para el sujeto en cuestión no está muy claro definir entre necesidad y abuso, y considera que su accionar “ayuda” a los demás por solo “un poco” de dinero, que en la actualidad se une a otras carencias que también implican considerables sumas monetarias.
Le comenté esto último y dijo: “Yo también tengo lo mío, debo pagar cuanto compro. Todo está caro, digo, carísimo”, espetó.
Lo diferente es que él todo lo adquiere en el mercado negro, o en alguna panadería se lo venden por mediación de aprovechadores desleales a sus respectivas entidades, o de quienes no controlan, cuidan ni protegen los recursos puestos bajo su guarda, sino que lo desvían; por lo que la historia pudiera concluir en un tribunal.
Claro, la inmensa mayoría de la población, salvo quienes ingresan al peculio personal grandes cantidades de dinero, esperan por que alguien controle los precios disparados que agudizan la situación, no solo en cuanto a alimentos, también de otras necesidades personales y del hogar.
El pan de cada día debe ofrecerse con dignidad, no esquilmando sobre la base del hurto, desvío o cualquier otro medio que requiera una respuesta contundente, porque estos “comerciantes”, como muchos otros de distintos artículos, jamás lo harán valiéndose del principio de ayudar al semejante ni mucho menos. Las autoridades tienen la palabra.
Saludos,bueno el escrito,pero siempre quedo asombrado de la forma que las historias comienzan de atrás para alante,está historia del pan y lo caro,no es culpa del que lo vende,no seamos tan superficiales y lleguemos al centro principal del pan ,la harina y su contrabando,.