Criterios y sabores de una feria dominical

Criterios y sabores de una feria dominical

Desde que Rigo descubrió por azar la calidad de la caldosa que venden en uno de los kioscos de la feria dominical en la plazoleta del viaducto, convirtió el suculento alimento en una especie de acompañante obligado en las tertulias familiares que celebra en casa el último día de la semana.

Temprano en la mañana se le puede ver camino hacia la feria, portando una jaba con un pozuelo grande en su interior. Una vez que adquiere el ansiado caldo, recorrerá otros puntos en busca de los productos necesarios para surtir la alacena. 

Si preguntaran por la calidad y aceptación de la caldosa, bastaría con echar una ojeada a la cola, donde concurren personas de todos los estratos sociales, desde una de economía holgada hasta el humilde “bicitaxero”, que sin importar lo temprano que sea prefiere desayunar con un vaso bien caliente del exquisito alimento. Para asombro de más de uno, además de la consabida vianda y buena sazón, posee carne en proporciones poco habituales en los tiempos que corren.

La feria dominical ha devenido también una especie de reencuentro y socialización, donde los viejos amigos pueden tributarse un saludo efusivo mientras intentan localizar los alimentos. En ese punto de la urbe convergen pobladores de todos los confines de la ciudad, dada las diversas ofertas que allí encontrarán en el difícil ejercicio de adquirir la comida.

Entre las tantas virtudes del evento pudiera mencionarse ese precisamente: es de los escasos lugares donde se hace menos difícil obtener las proteínas y carbohidratos necesarios. “Más allá de las colas”, dirán algunos. Y por supuesto que habrá colas, porque lo poco entre muchos siempre creará tensiones.

Pero saber que cada domingo puedes comprar ciertos productos sin resultar víctima de la dentellada feroz de algunos vendedores puede resultar un aliciente. El hecho de que “con menos dinero puedes adquirir más productos” ya dignifica la existencia del espacio comercial, un reclamo de tantos matanceros que ven cómo su salario se desvanece como el agua en el agua, ante la inflación galopante. 

Por ello, aunque perfectible cual toda obra humana, se agradece la gestión de las autoridades partidistas y del Gobierno por priorizar y potenciar con variados surtidos las ofertas de ese mercado dominical.


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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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