En el tiempo en que asistíamos a la Universidad resultaba inusual encontrar un compañero que trabajara y estudiara al mismo tiempo. Algunos montaban sus pequeños negocios para ganarse algo: vendían dulces e iban beca por beca a pregonarlos; otros buscaban una labor esporádica en el campo para luchar unos “kilos” extras. Hablamos de seis o siete años atrás.
No obstante, era bastante extraño que mantuvieran un empleo estable. Nos referimos a la modalidad de estudio diurna; es decir, la que implica hacer presencia en el docente de lunes a viernes, con horarios preconcebidos y en la que se debe cumplir un régimen de clases menos flexible.
Existen las opciones a distancia y el curso por encuentros. Este último es el que eligen muchas personas que son proveedoras en sus hogares o que, por una determinada situación personal, como la maternidad, no pueden darse el lujo de verse limitadas por un cronograma educativo estricto.
Leticia Fuentes Alfonso, vicerrectora primera de la Universidad de Matanzas (UM), reconoce que ha aumentado la cifra de estudiantes del curso diurno que trabajan.
Podemos analizar que entre los motivos de este ascenso se halla el auge de un mercado laboral novedoso, lucrativo y con horarios flexibles, como lo constituye el sector privado. Puedes toparte con un futuro abogado o ingeniero químico que es bartender o camarero.
Interviene en cierta medida, a la vez, la crisis financiera que atraviesa el país y que ha encarecido los precios de la subsistencia. Mario Leobel Martín Vento, dependiente en un negocio gastronómico de la Calle Medio y estudiante de Cultura Física, cuenta que tuvo que empezar a trabajar durante el tiempo de la pandemia, cuando los ingresos de su hogar se vieron afectados por las restricciones sanitarias y el contexto económico presentes.
Más allá de estas cuestiones, se encuentra el que quiere vivir la experiencia universitaria más plena posible y decide hacer malabares con su tiempo, para poder trabajar y estudiar a la vez. Acerca del posicionamiento del centro de Educación Superior como institución y la experiencia de varios jóvenes, como Mario Leobel, ahondaremos en este reportaje del periódico Girón.
LA ECONOMÍA NO SE GRADUÓ CON TÍTULO DE ORO
Hace algunos años emitieron una campaña comunicativa con el eslogan “La Salud es gratuita, pero cuesta”, para que la gente concientizara los gastos que realizaba el país en lo concerniente a dicho sector. Al parafrasearlo podríamos decir “ser universitario es gratis, pero cuesta”.
Aquí nos podríamos referir a dos cuestiones. La primera va de tener que dedicarle buena parte de tu día a los estudios, lo cual impide aportar monetariamente a la economía familiar, y en algunos lugares no pueden prescindir de este extra. La segunda es que, aunque no haya que pagar la educación, sí se gasta en concepto de alimentación y transporte; ello se aplica sobre todo a los estudiantes becados. Algunos de estos deben permanecer en la universidad hasta 21 días y no siempre la familia puede darles el dinero. Y no dejemos de lado a los que optan por pagar un alquiler.
Nicolás de Jesús Alberto Alba, licenciado en Gestión Sociocultural para el Desarrollo, atraviesa su primer año de servicio social en la UM, al tiempo que trabaja como dependiente en el restaurante Le Fettuccine. El Niki, como le dicen sus amigos, comenzó a emplearse desde el segundo año de su carrera.
“Mis padres nunca me dijeron que tenía que trabajar, pero me fui dando cuenta de que mis gastos cada vez eran mayores entre la universidad y mis necesidades personales. Incluso, cuando comencé como ayudante de albañil, mi primer empleo, ellos me dijeron que no era necesario, que me centrara en estudiar; pero ya había decidido dejar de ser una carga”.
Patricia Mesa Bermúdez cursa el primer año de Periodismo y trabaja como profesora de piano en la Escuela Profesional de Arte de Matanzas. Su familia radica en Jagüey Grande y ella vive sola en un alquiler en la ciudad.
“Mi trabajo, además de un sustento económico, es mi pasión y algo que necesitaré tener siempre en mi vida. También reduce la carga económica sobre mis padres y me da cierta independencia”.
Ambos decidieron recurrir a un empleo por diversas causas; no obstante, el tema económico se impone. El día a día en Cuba, en lo relativo a lo financiero, es complicado y muchos padres no pueden, más allá de la voluntad, sostener a un hijo universitario sin caer en sacrificios.
Los estudiantes becados, sobre todo los de procedencia humilde y lares lejanos, son los que más obstáculos deben afrontar en este tópico. Aunque la universidad intente ofrecer las condiciones de vida más adecuadas posibles, no siempre bastan.
‘‘La situación que se vive en Cuba y en la provincia es muy difícil, y la universidad no está exenta de ella. Reconozco que hoy en nuestro centro no atravesamos el peor momento en materia de alimentación y otras cuestiones; pero no es suficiente’’, expresa la vicerrectora.
UNA CUESTIÓN DE TIEMPO
Patricia reconoce que entre lo más difícil de esa doble vida está la cuestión de los horarios. “Me es un poco complicado manejar el tiempo. No siempre me alcanza y en muchas ocasiones tengo que ir de un lado para otro. A veces salgo de la Universidad corriendo, llego al trabajo, doy las clases y termino cocinando en la casa y organizándolo todo para el día siguiente”.
“Para poder trabajar y estudiar simultáneamente tengo que dividirme en 20 pedazos, y aun así no me alcanza el tiempo. Ahora comienza mi ejercicio de culminación de estudios y la universidad va a requerir más dedicación; por tanto, tendré que dar el extra”, cuenta preocupado Mario.
La vicerrectora de la UM sostiene que antes los estudiantes poseían derecho solamente a un 20 % de ausencias injustificadas, pero que ahora, gracias a la resolución 47 del 2022, hay una evolución al respecto.
“Tenemos estudiantes que quisieran disponer de un porcentaje mayor de ausencias a clase. Les digo que ciertas cosas podrían seguir cambiando, pero que en el mundo tampoco es así. Hay habilidades que se adquieren con la práctica docente. Incluso, en el curso por encuentros el estudiante debe cumplir una determinada cantidad de horas”, explica.
No obstante, convendría analizar con detenimiento una apertura mayor en este aspecto. En resumidas cuentas, el universitario, más allá de las habilidades prácticas que necesitan cierto equipamiento o condiciones, puede recurrir a la autopreparación y lo que vale es el conocimiento en sí; esto es demostrable a través de los exámenes. El tema de la asistencia a los centros docentes viene desde hace años y, aunque se han presentado cambios, aún pudieran ampliarse un poco más los porcentajes.
“También tienen derecho a cambiar de modalidad de estudio. No es lo más recomendado, a los efectos de que nuestros indicadores se afectan, pero es una opción para aquellos que presenten una situación personal muy compleja. Por ejemplo, la covid-19 dejó a algunos jóvenes como jefes de familia, por perder a la mamá o al papá o al abuelito que los cuidaba, y ello demanda un cambio de modalidad”.
Relacionado con lo anterior, deberían flexibilizarse los requisitos. No todos los que quieren hacer el traslado tienen una situación personal apremiante, quizá solo necesitan un acomodo en sus cronogramas vitales que les permita obtener su título y a la vez desarrollar su vida laboral.
CONCLUSIONES
“Estoy intentando llevar ambas cosas y creo que por ahora lo estoy consiguiendo —cuenta Mario—. Cuando me gradúe e inicie mi servicio social, es muy probable que me acoja al pluriempleo; pero sí quiero ejercer lo que estudié. Me interesa ser preparador físico y sería muy triste no poner en práctica lo que aprendí en estos cuatro años”.
“Tengo que mantener estos dos trabajos, porque uno corresponde a lo que estudié y me apasionó; y el otro es un empleo que poco a poco he descubierto que me gusta, además de que me aporta ese extra necesario para vivir en estos tiempos tan difíciles”, manifiesta por su parte Niki.
La mayoría de los universitarios que enfrentan estos conflictos buscan una manera de ganarse el pan sin renunciar a sus metas profesionales. Tristemente, algunos no pueden compaginar lo económico con lo docente y deben renunciar. Sin embargo, muchos sí lo logran entre malabares y carreras.
(Por: Boris Luis Alonso Pérez y Guillermo Carmona Rodríguez)
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