Cuando Guiteras hizo revolución desde el poder

Antonio Guiteras Holmes, con su organización Unión Revolucionaria (UR), tomó el cuartel de San Luis en las cercanías de Santiago de Cuba, y la caída de la dictadura de Gerardo Machado en agosto de 1933 le sorprendió en la preparación de un ataque mayor contra el cuartel de la guardia rural de Bayamo, con el plan de ocupar las armas e iniciar la lucha armada en la Sierra Maestra.

Pero el joven dirigente no regresó a la capital y por ello desconoció que su destino se decidiría en una convulsa reunión en La Habana de la primera forma de gobierno revolucionario, en la que el entonces líder estudiantil Eduardo Chibás se opuso a la decisión del periodista Sergio Carbó, secretario de Gobernación, Guerra y Marina, de ascender a Coronel y jefe del ejército al sargento Fulgencio Batista y propuso a Guiteras para sustituir a Carbó, lo cual se hizo efectivo el 12 de septiembre de 1933, hace 89 años.

Esa crisis dio paso al gobierno presidido por Ramón Grau San Martín, integrado por reformistas y por revolucionarios como Antonio Guiteras, enfrentados a un sector representado por Batista como jefe del ejército.

Dicho gobierno, llamado de los Cien Días, no fue reconocido por Estados Unidos y el 15 de enero de 1934, a poco más de ese tiempo, Batista, con el apoyo de ese país, obligó a Grau a dimitir e instaurar la represión a todo el movimiento revolucionario para poner fin al ciclo de avanzada de 1933.

En ese breve plazo, el gobierno de Guiteras llevó adelante leyes y medidas de justicia social y defensa de los intereses nacionales como la intervención de la Compañía Cubana de Electricidad, implantación de la jornada laboral de ocho horas, el jornal mínimo adecuado, depuración de los corruptos en los organismos estatales y el reparto justo de tierras.

Igualmente, el sufragio femenino, la proclamación de la autonomía universitaria, la rebaja de los precios de los artículos de primera necesidad y en más de una ocasión intervino en favor de los obreros en huelgas contra sus patrones.

También se opuso a las maniobras traidoras de Batista, quien no cesaba de enfrentar su programa revolucionario, e inclusive trató de comprometer su imagen cuando en ocasión de la llegada de las cenizas de Julio Antonio Mella, de México, y la organización de un recibimiento en el Parque Central por el Partido Comunista, ordenó al ejército realizar una masacre con decenas de víctimas que, además, implicaba a Guiteras como Ministro de Gobernación.

El Gobierno de los Cien Días fue enfrentado por la derecha vinculada a los ex oficiales machadistas y la burguesía anexionista, mientras el Partido Comunista no pudo cerrar filas y establecer un frente amplio en apoyo a las medidas progresistas propugnadas por Guiteras, que tenían un amplio sentido anti imperialista.

Para entonces el coronel Batista traicionaba y secretamente consolidó sus relaciones con la embajada yanqui, que había establecido desde los primeros días de su golpe de los sargentos y soldados en septiembre de 1933, hasta ganarse la confianza del imperialismo que lo consideró su mejor carta para garantizar su poder en Cuba, lo cual cumplió fielmente desde el derrocamiento de Grau hasta el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.

Guiteras no fue ajeno a la traición de su peor enemigo y denunció ante Grau las relaciones de Batista con el imperialismo e inclusive propuso que se le fusilara, pero no fue aprobado ante las súplicas de perdón de este y la indecisión de la mayoría de los miembros de la administración, lo cual selló el destino del movimiento revolucionario de la época.

Después de la disolución del gobierno, Guiteras se sumó a la lucha clandestina y prefiguró la táctica que llevaría a la victoria de enero del 59; y así el 8 de mayo de 1935 mientras esperaba en El Morillo, un viejo fortín colonial en la Bahía de Matanzas, un yate que lo llevara a México para preparar una expedición armada al país, fue cercado y muerto en combate por el ejército, junto al venezolano internacionalista Carlos Aponte.

(ACN)

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