Silvia T. Godoy: una científica con ansias constantes de descubrimiento

El nombre de la doctora Silvia Teresita Hernández Godoy se ha hecho recurrente en los últimos tiempos tras la presentación de su libro La Arqueología Cubana. Génesis y desarrollo (1847-1940). Pero mucho más allá de la novedad editorial de su texto, en la carrera de la prestigiosa científica se hallan las claves para entender su fama y reconocimiento, aspectos que no logran obnubilarla.

Con un doctorado en Ciencias Históricas, en su extenso currículo aparecen estudios en prestigiosas universidades del mundo, e integra además diversas instituciones científicas y culturales, desde donde aboga siempre por sus dos grandes pasiones: la historia y la arqueología.

Existen personas que descubren su vocación desde la niñez más temprana. De pequeña, Silvia creció en un entorno apacible, y un ámbito familiar caracterizado por la unidad. Sus padres, doctores en Medicina, le allanaron el camino hacia el conocimiento, ya que la lectura de textos históricos era un rasgo muy habitual en casa.

—¿Recuerda cuándo escuchó la palabra arqueología por primera vez?

—No lo recuerdo. En cambio, sí guardo en mi memoria el primer momento que respondí: quiero ser arqueóloga. Estaba en séptimo grado en la Escuela Vocacional Carlos Marx, cuando me preguntaron qué quería ser cuando creciera.

—¿Hubo algún aspecto o circunstancia en su infancia que le despertara el amor por esta ciencia?

—Recibir las clases de Historia Antigua, en quinto grado, creo. Los saberes sobre el pasado provenían de los hallazgos arqueológicos y eso me cautivó. A partir de ese momento comencé a buscar, comprar y leer libros sobre el tema.

—¿Cuáles cree usted que sean los momentos más trascendentales en su vida como arqueóloga?

—Cuando realizo el trabajo de campo. Es lo que más me apasiona.

—Para algunos, la arqueología es una búsqueda y la historia un recuerdo del pasado. Según su opinión, ¿cuáles serían sus puntos de contacto y diferencia?

—Por mucho tiempo se consideraron dos disciplinas distintas y excluyentes. El estudio del pasado desde la arqueología sería a través de la cultura material de los pueblos ágrafos (sin escritura) y, desde la historia, a partir del vestigio escrito. Hoy se reconoce que la primera no es una simple búsqueda ni la segunda un recuerdo del pasado. Ambas, como ciencias sociales que son, buscan respuestas a preguntas científicas sobre el desarrollo de la humanidad y de sus relaciones sociales dentro de determinados límites de espacio y tiempo. Por eso comparten el campo de las humanidades. Asimismo, contribuyen al conocimiento de la cultura, la identidad y el patrimonio de las naciones contemporáneas.

“¿Cuál es la diferencia? Los procedimientos metodológicos que implementan en el transcurso de la investigación. La arqueología incluye el trabajo de campo, ya sea la prospección o excavación con sus métodos y técnicas específicas; la fase de laboratorio posterior para el estudio de la evidencia material recuperada; y la explicación e inferencias de los fenómenos observados y las actividades sociales que las originaron. 

“El historiador analizará las fuentes históricas, principalmente los documentos, en archivos, bibliotecas y museos, para comprender ese pasado, al cual tributa también la arqueología”.

—¿Usted se definiría como una historiadora que practica la arqueología o una arqueóloga con grandes nociones de historia?

—Si miramos mi formación académica de pregrado y alguna de postgrado, me definiría como una historiadora que hace arqueología. En cambio, si nos adentramos en mi desempeño profesional de las últimas décadas, sin duda, soy una arqueóloga que conoce de historia, requisito indispensable para poder llevar a cabo esa práctica científica.

—¿Qué importancia tiene para usted la arqueología en los tiempos que corren?

—Los resultados de la investigación arqueológica contribuyen al conocimiento de los grupos humanos que nos antecedieron para comprender su legado expresado en la cultura, identidad y el patrimonio de la nación cubana.

“Además, ofrece información sobre la interrelación de aquellas comunidades con el medio ambiente. Por lo tanto, se hace necesaria en los procesos de protección y revalorización del patrimonio cultural, en los diversos estudios de impacto ambiental, y es una de las potencialidades locales que pueden generar un desarrollo económico a partir de una adecuada gestión del patrimonio arqueológico del territorio.

“Sin embargo, hay que insistir que como labor científica necesita de una planificación, una logística y un recurso humano preparado para llevarse a cabo. Todos los implicados deben tener un manejo ético de las evidencias materiales halladas”.

—¿Qué le motivó a indagar y luego publicar sobre el tema en Cuba?

—Mi formación académica desde la historia fue un móvil para interesarme por los orígenes y desarrollo de esta ciencia en Cuba. La publicación fue un sueño posterior que, por suerte, se hizo realidad. Parte de la importancia de socializar el conocimiento científico, no solo en el ámbito académico, sino al público en general.

—¿Por qué enmarca su estudio en el período de 1847 a 1940?

—El rango temporal marca los inicios de la práctica arqueológica en la Isla con las incursiones del geógrafo español Miguel Rodríguez Ferrer, en 1847. La selección de 1940 para el cierre de período es de naturaleza académica. En esa fecha se crean dos asociaciones con grandes implicaciones en el impulso de esta ciencia en Cuba: la Sociedad Espeleológica de Cuba y el grupo Guamá. 

“También tiene, en cierta medida, una connotación política, motivada por un ordenamiento jurídico institucional en relación con la protección del patrimonio cubano, refrendado en el articulado de la Constitución de 1940”.

—¿Pretende darle continuidad?

—Tengo varias ideas al respecto, pero ahora la mayoría del tiempo lo dedico a los proyectos de investigación con excavaciones arqueológicas que llevó a cabo en el área del río Canímar. Así que habrá que esperar para retomarlos.

—¿Qué ha sentido en cada presentación de su libro ante la efusiva respuesta de los lectores?

—Emoción, un poco de susto y total agradecimiento. Gratitud a las personas que contribuyen en todos los sentidos a la obra finalizada y a los lectores por recibir el libro, resultado de una investigación de varios años.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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