Joan: El sentir que enaltece y honra

Joan Arencibia Acosta se había visto en apuros en el transcurso de sus 29 años, pero no al extremo de peligrar su vida, como ocurrió en dos ocasiones durante el incendio acaecido en el área de la Base de Supertanqueros de la División Territorial Distribuidora de Combustibles, en la zona industrial situada al norte de la ciudad de Matanzas.

Es liniero electricista en una de las brigadas de la Unidad Empresarial de Base de Atención al Turismo (Uebat), en Varadero, adscrita a la Organización Básica Eléctrica de Cárdenas, de donde él es oriundo.

Recuerda que se hallaba en su hogar, junto a Dunia Díaz Rubio, su esposa, y Yilian, su hija, cuando recibió la llamada de Alejandro Rodríguez Azpeitía, director de la Uebat.

“Eran más de las nueve de la noche, debía recoger los equipos de luces e integrar un grupo de cinco compañeros. Ellos son Rydel (conductor de rastra), Yadiel (operador del equipo tecnológico), Víctor (liniero) y Raudel (martillero).

“Con conocimiento de cuanto sucedía en Matanzas, sin perder tiempo vestí y calcé de forma apropiada y, conforme a las orientaciones recibidas, comenzamos la marcha para entrar en caravana a la zona accidentada por el área de seguridad. Nos detuvimos en el primer anillo, a 300 metros de los tanques que ardían.

“Esperamos las nuevas indicaciones y, al recibirlas, situamos las luces en línea con los carros de bombas de aguas, en medio de una gran tensión e inmenso calor; pero nos mantuvimos allí.

“Poco más de las cuatro de la mañana sentimos la explosión del tanque, vimos el fuego intenso y el derrame de combustible. Tuvimos que correr con fuerza, era un infierno, saltamos una cerca, varios tubos de considerable grosor, y eso nos salvó de graves consecuencias.

“La lengua de candela era inmensa, pasaba entre los enormes tanques de combustible, y nosotros corrimos hasta parar en la calle. Luego supimos que era la carretera que conduce a la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras.

Como si en los momentos de la entrevista —efectuada en la casa matriz de la Empresa Eléctrica Provincial, en la capital yumurina—, viviera los inolvidables minutos de ese entonces, guarda silencio, respira profundamente, y retoma el diálogo, no sin antes observar cierto brillo en sus ojos, porque es seguro que en su pensamiento asomaron quienes ya no están y otros que conservan en su piel la mordedura de la llama.

“Como había colapsado todo el sistema eléctrico, solicitaron nuestro servicio para reinstalar cables y luces, pues llegaban y entraban a la zona los equipos especiales de espuma. Nos mantuvimos allí, junto a ellos, hasta colapsar el siguiente tanque.

“Viví esa segunda experiencia. A correr de nuevo, con el petróleo derramado quemando todo por donde descendía. Era como lava. Vimos vehículos incendiados, horrible. Esta vez nos refugiamos detrás de la Dirección de la Comercializadora de Combustibles, donde se había situado un área de protección.

“No se me olvida que en medio del incendio, desde la casa, mi esposa, sabiendo a plenitud el problema, me llamaba. ‘La niña tiene esta u otra cosa. Tienes que venir para ayudarme a hacer esto y lo otro’. Yo la tranquilizaba. Sabía el fondo de tantas llamadas y preocupación, y la comprendía, pero también dónde estaba el deber en ese momento. No abandonaría a mis compañeros por nada en el mundo. Hoy ella y mi familia viven orgullosos de que yo cumpliera con el deber. Y lo haría de nuevo si fuera necesario.

“Apagado el fuego, permanecimos allí para restablecer cada línea dañada de la propia entidad Comercializadora y sistemas de la subestación planta Martí.

“Tendimos 600 metros de cables de 33 kV y rehabilitamos un campo de 110 kV del grupo de generación de motores diésel, así como cinco líneas de salida de 33 kV que prestan servicio a tres objetivos de extracción de petróleo enclavados en ese litoral norte. Terminaron dichas labores lo más rápido posible y con calidad”.

Unidos a brigadas especializadas llegadas desde Artemisa, Cienfuegos y Mayabeque, acometieron y terminaron el pasado día 2 de septiembre las tareas encomendadas, que incluyeron el muelle de supertanqueros del puerto de Matanzas, cuyas líneas también sufrieron cuantiosos daños debido al suceso.

“Allí nuestros bomberos, brigadas de rescate y salvamento, los hermanos de México y Venezuela, junto a los trabajadores de la entidad sede, demostraron valor. Merecen respeto eterno todos y, en especial, quienes cayeron en cumplimiento del deber”, concluye emocionado.

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