Odalys o el magisterio personalizado

Debido a la capacidad para enfrentar los retos de la escuela contemporánea en Cuba, se le otorga particular importancia a la formación de pedagogos. Profesionales que dedican sus vidas a la labor de educar en las diversas enseñanzas.

Forjadores de quienes toman su legado, además de ingenieros, médicos, licenciados, técnicos medio, obreros calificados, etc., poseen el mérito de formar mujeres y hombres desde sus raíces. Aportan conocimientos y experiencias que devienen fortaleza para el futuro de la sociedad.

Odalys Brito Díaz, residente en el barrio de Pueblo Nuevo, en la ciudad de Matanzas, es una de esas educadoras que ejerce en la Enseñanza Especial, en el consejo popular antes mencionado.

Desde pequeña recibió la influencia pedagógica de la madre, Olga Mercedes Díaz Cabrera, amante de tal carrera, quien no pudo lograr ese anhelo. Esto motivó que desde los 11 años se introdujera en ese maravilloso universo mediante juegos de muñecas con sus amigas, fungiendo, por lo general, como maestra.

Fotos: Ramón Pacheco Salazar

“Sin embargo, la televisión trastocó por un tiempo mis propósitos, al motivarme a estudiar la especialidad de Criminalística. Cuando concluí el sexto grado, solicité la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, centro que significó una fuente inagotable de formación integral. Forjó en mí valores como la responsabilidad, laboriosidad, honestidad y amor a la Patria.

“A los seis meses de cursar el séptimo grado, ante la necesidad de formar maestros, se decide unificar a las Camilitas con las que estudiaban en la institución Roberto “Coco” Peredo, de Varadero, para adquirir conocimientos afines a tales objetivos. Esto sin dejar de asistir a la futura escuela formadora de maestros René Fraga Moreno, en construcción en la ciudad yumurina, para apoyar la conformación de las áreas verdes.

“Un día me percaté de que junto a la proyección de la nueva escuela se edificaba ese sueño de ser maestra. Cumplía este proyecto como un inmenso regalo para mi querida madre, que hoy me acompaña desde su cama, enferma.

“En visitas a centros afines, como el internado Julio Antonio Mella, de Matanzas, ocupado entonces por niños con familias disfuncionales, acumulé vivencias extraordinarias.

“Irradiamos felicidad y optimismo, aunque no estábamos exentos de dificultades y preocupaciones, por ejemplo, en la asimilación de la asignatura de Química, en la cual obtenía mínimas calificaciones.

“Al despertar de nuevo esa llama del magisterio, esta fue tan intensa que en la actualidad ilumina todo mi entorno. Recibimos un poderoso programa de estudios y en el curso 1977-78 comencé a impartir clases a alumnos de segundo grado, de la escuela primaria Raulín González, de Calimete. Mi graduación oficial fue el 7 de julio de 1979.

“Desde esa lejana fecha a sorbos aprendí que a veces no basta la filosofía del estudio y conocimiento”.

ECOS DEL CORAZÓN

“Motivada por las relaciones con un niño con discapacidad auditiva, solicité matricularme en un curso para trabajar en la Educación Especial. Jamás me he arrepentido.

Fotos: Ramón Pacheco Salazar

“En septiembre de 1979 comencé la preparación como maestra terapeuta, especialidad de Sordopedagogía (sordos e hipoacúsicos), en la escuela Salvador Allende, de La Habana.

“Además, conocí sobre Oligofrenopedagogía (trastorno del aprendizaje), Logopedia (dificultades en el lenguaje), niños con problemas de conducta, Tiflopedagogía (ciegos y de baja visión), esta última solo para residentes en la capital del país, por lo que solo realicé prácticas en dicha urbe.

“En esa época contraje matrimonio con el padre de mis tres hijos, Fernando Marcos Roque Lovelle, electricista automotor de ómnibus escolares, unión de la que nacieron mis dos hijos.

“Al regresar a casa (1981), impartí clases para escolares sordos e hipoacúsicos, en el internado Héroes del Goicuría. Luego amplié el caudal de conocimiento en el entonces Instituto Superior Pedagógico Juan Marinello, donde adquirí la licenciatura en Oligofrenopedagogía y Logopedia, afines a mis labores”.

Refiere la complejidad de la educación a sordos e hipoacúsicos, debido a las afectaciones que provoca la pérdida auditiva en el desarrollo del vocabulario, la comunicación y el aprendizaje de la lecto-escritura.

Odalys junto a Irismary Luna Verdecia, una de sus alumnas que padece de Osteogénesis imperfecta (enfermedad de los huesos de cristal). Fotos: Ramón Pacheco Salazar

“Los escolares, al igual que la familia, constituyen la razón de ser de mi vida. Son inteligentes, amorosos y obtienen buenos resultados académicos, una respuesta a cuanto aspiramos como pedagogos”.

Odalys se recuesta en la cómoda butaca y, luego de saborear un sabroso jugo de mango, acompañado de humeante café, mira hacia Fernando y también al equipo de trabajo de Girón, pues las siguientes palabras las extrae desde lo más profundo de su ser.

“Educarlos constituye una obra de infinito amor. Cada logro deviene alegría, estímulo para continuar. Qué satisfacción cuando el alumno con trastorno del aprendizaje  o autismo fija la lectura y escribe, asimila contenidos fundamentales de la Matemática; o aquellos privados del habla, luego de lecciones, mencionan por vez primera: ‘mamá, papá’, ante estos”.

Odalys junto a Irismary Luna Verdecia, una de sus alumnas que padece de Osteogénesis imperfecta (enfermedad de los huesos de cristal). Fotos: Ramón Pacheco Salazar

Odalys es Máster en Ciencias Pedagógicas desde el 2008. Recibió además, la Distinción de Educador Ejemplar y la Medalla Rafael María de Mendive, entre otros importantes reconocimientos al labrar una vida profesional sin límite en voluntad y cariño. El flechazo magisterial que recibió de su progenitora perdura en su corazón, del que jamás nada ni nadie podrá extraerlo.   

  


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