Entre el muermo y la desinformación

Caricatura: Miguel Morales Madrigal

El conocimiento es esa facultad humana que te permite entender, por medio de la razón, las causas de las cosas. Es, además, esa especie de recipiente inagotable que nunca se colmará por más saberes que introduzcas. Te embargará entonces una angustia existencial el darte cuenta de que es inabarcable. Por ello, a veces resultan risibles las posturas de ciertos seres que desandan el mundo como dueños absolutos de toda la sabiduría acumulada durante milenios de existencia de la raza humana.

Vale reconocer que, con el desarrollo de las nuevas tecnologías, la irrupción de Internet y la creación de dispositivos digitales con gran capacidad de almacenamiento, una persona puede llevar en un bolsillo toda la biblioteca de Babel soñada por el escritor argentino Jorge Luis Borges. Mas, esa posibilidad tampoco nos permitiría asir de un tirón todo el caudal cognitivo que el hombre produjo durante siglos, gracias a su perenne inquietud intelectual.

La humildad debería ser el rasgo que mejor definiera a quien dedica su vida al estudio, porque mientras más se lee e investiga se cae en la cuenta de que más queda por leer. Es como pretender llegar a la línea siempre inalcanzable del horizonte.

El gusto que deja lo aprendido invita a recorrer ese camino de instrucción constante. Por eso la lectura seguirá fascinando. Solo ella permite una certera comprensión de los incontables fenómenos de la naturaleza y del funcionamiento de las sociedades.

Quizás por eso Fidel, con su visión preclara, nos convidaba a leer, no a creer. En los nuevos tiempos que corren se necesita además comprender y triangular la información ante la exposición desmedida a tanta información, que nos impide crearnos una noción exacta de nuestro entorno inmediato.

La superficialidad campea a sus anchas. Hoy los medios intentan pasar por noticiosos contenidos sosos que nada aportan a nuestra cultura, impidiéndonos ver con claridad lo que se esconde detrás de cada hecho. 

El contexto de un acontecimiento, entender su porqué, no despierta el interés de las grandes televisoras. Profundizar y desentrañar cada situación riñe contra las tendencias actuales, donde prima lo inmediato que en ocasiones roza con la ligereza a la hora de informar.

Ese mal deforma a un receptor que prefiere quedarse a veces con el simple titular de la noticia, sin adentrarse nunca realmente en lo que esconde el trasfondo de cada evento.

Dichas tendencias en la comunicación contemporánea han construido un público con acceso a un gran cúmulo de información de poca instrucción, manipulable, hasta convertirse en una especie de autómatas que responden a las emociones, más que al raciocinio.

De esas ligerezas se aprovechan algunos influencers que cada día desinforman sobre Cuba, respondiendo a un guion preestablecido, elaborado en la nueva Guerra No-Convencional que libramos desde hace décadas contra la gran potencia del Norte; y agudizada con nuevas tácticas y fondos millonarios mediante herramientas comunicacionales, que se aprovechan de la escasa perspicacia de muchos.

Al recibir contenidos que solo muestran una Cuba gris y sin futuro, no logran entender que se convierten en blanco fácil de la manipulación. Sin percibirlo, caen víctimas de un odio ciego que entorpece los sentidos, y comienzan a vivir sus vidas según las pautas que dicta un dispositivo digital.

Sacudirse el muermo, ese adormecimiento que producen ciertas drogas, solo les permitirá ver con transparencia las tonalidades de un país. Se hace preciso entonces conocer dónde buscar datos veraces, acudir a medios de prensa serios y responsables, que además de las emociones comulguen con el verdadero conocimiento. Solo eso hará de nosotros personas realmente informadas, instruidas y cultas.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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