Perdimos en el séptimo juego. Cuatro carreras por cero, según la cuenta de los árbitros; dos por cero, según la cuenta de casi todos los que vimos atentamente el juego de los Cocodrilos de Matanzas. Pero no hay dudas: perdimos. En el béisbol, con cero carrera no se gana, eso está más claro que el agua del Pompón.
Granma ganó. Jugó con garra y jugó bien. Supieron venir de abajo cuando hizo falta y remontar en su tierra una serie que llegó a Bayamo en desventaja. Ganaron, y de eso tampoco hay dudas, porque lo hicieron mejor.
Sin embargo, este segundo lugar de los Cocodrilos de Matanzas me sabe a primero en una serie donde les tocó dejar ir, por etapas, muchas veces para desearles suerte en otras ligas o competencias internacionales, a casi veinte figuras, muchas de ellas claves en el engranaje del equipo. Por ejemplo, el hombre proa del staff de pitcheo, Yoanni Yera, y Eduardo Blanco, el poderoso brazo que abrió, además, como capitán del equipo.
No estoy conforme, pero tampoco decepcionada, y creo que los subcampeones de Cuba merecen el aplauso y el agasajo de su público. Nos regalaron meses de emociones y esperanzas. ¿Cuántas veces nos salvaron un día duro con el aliento de una victoria bien peleada? Quien siente el béisbol en el alma sabe de qué hablo.
Tuvimos una final donde primó la rivalidad fuerte, sana, reñida, pero con respeto. Daba gusto escuchar a ambos directores en las conferencias de prensa referirse al contrario, el abrazo entre pitcher y bateador después de un desbol o los mensajes conjuntos de Alazanes y Cocodrilos que comparten equipo en otras latitudes.
Ganar es importante, claro que aspiraba a repetir el alegrón de hace dos campeonatos, pero nada se compara con la emoción de ver a Noelvis Entenza recuperarse de una pérdida que bien sé yo cuánto significó para él y subirse en el box entero, a darlo todo, como siempre, o aquel gesto de Yadir Drake que viajó desde México solo para defender la camiseta roja y amarilla en un juego, como si en ello le fuera la vida.
Por supuesto que deseaba, como todos los seguidores de los Cocodrilos, recibir el trofeo de campeones en la plazoleta del Tenis después de pasearlo por toda la provincia, pero si me preguntan, lo justo es que suenen los tambores desde las alturas de Simpson hasta la Ciénaga de Zapata y viceversa, con giros y vueltas suficientes para que Matanzas entera celebre y apapache a ese equipo que supo reinventarse cuantas veces hizo falta y llegó hasta donde casi ningún experto lo esperaba.
Matanzas no perdió. Contra todos los pronósticos, los Cocodrilos quedaron Subcampeones de Cuba.
(Tomado de CubaSi)