Hacer carbón: ¿oficio en peligro de extinción? 

No te voy a hablar sobre los secretos del bosque, ni como tampoco la gente no renuncia a permanecer aquí a pesar de la hostilidad y los misterios aterradores de la Ciénaga. No, hoy te voy a hablar de la mágica tregua que a veces, en la soledad de la noche, los hombres más rudos del pantano reciben de la madre Naturaleza, eso sí, esa tregua tiene siempre su sacrificio: el amor por lo que se hace. Esta vez te hablaré del día a día, de los pesares, las vicisitudes… y de cómo al pasar los años sigue siendo considerado el oficio de carbonero como uno de los más crudos en el gran humedal.

Amanece y con los primeros rayos de sol, la coladita de café “de la bodega”, el sabor amargo todavía de una noche ajetreada, de la que conserva como señal inequívoca el tizne en su rostro; se acomoda el carbonero para iniciar la jornada diurna con el montaje de la pira de leña que constituirá el nuevo horno que deberá terminar su proceso, según sus cálculos, en unos diez días. La mañana será testigo del infatigable ir y venir de ese hombre que detrás suyo, tiene la responsabilidad, como fiel protector, de alimentar a los suyos y el sueño, aún en el horizonte, de una mejor vida para ellos.

Luego de un breve receso para el almuerzo  – “a pie de horno” para evitar que se “vuele”-, arranca nuevamente la difícil tarea de subir troncos de leños, que a veces le hacen perder hasta el equilibrio, a una altura aproximada de unos tres metros, sin perder de vista cualquier indicio de una combustión precipitada que le dañe o haga perder la calidad del producto. La tarde avanza y sobre la piel curtida se refleja el cansancio de tantos años dedicándose a la tarea. Decide dar por concluida la jornada más temprano de lo habitual, no por el hecho de que ha renunciado al trabajo, sino que debe estar preparado para otra noche difícil.

Hoy ya resulta fácil imaginar cómo es la vida de un carbonero, aún más cuando se escucha a diario que se ha humanizado su trabajo, y no es menos cierto, gracias a los planes del Estado Cubano, que eliminó los abusivos precios que los capataces pagaban antes del triunfo revolucionario.

También por el propio desarrollo de la sociedad se ha puesto en sus manos la amada motosierra, siendo un alivio tremendo, al evitar tener que cortar a hachas los árboles no tan blandos de Júcaro y Soplillo o el temido Marabú; y hasta en la mayoría de los casos se les apoya con brigadas que se encargan del corte y traslado de la leña.

Lo difícil es comprender que aún con todas las ventajas tecnológicas -aún insuficientes-, el apoyo de corte y traslado, el oficio de carbonero poco a poco, silenciosamente, se mueve a la extinción. El gran problema sigue siendo la poca remuneración económica y social de acuerdo al trabajo realizado, que ha hecho que ni los propios hijos quieran seguir el camino de sus padres.

Ha llegado la noche, esta vez envuelta en una leve llovizna, despierta una nube mosquitos que no demoran en evadir el humo y lanzarse en picada sobre el pobre hombre, que se auxilia de una antorcha para rodear toda el área. Cerca de la medianoche, el tiempo le permite recostarse por unos pocos minutos al tronco de un viejo árbol de Jagüey. Con unos sorbos de aguardiente pretende palear la humedad y sus penas. La noche, bondadosa a estas horas, le regala un silencio que invita a meditar. Ya casi al amanecer, extenuado, se le escucha conversar solo una sarta de palabras que ni él mismo entiende y que parecen conversación entre dos amigos que se dan consuelo: el horno que arde sin cesar, lentamente y el apacible carbonero que lo motiva a no desbocar. (Por: Lic. Yoandy Bonachea Luis)

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1 Comment

  1. Muy bonito el reportaje , pero el estado podría mejorar la vida de estas personas este es un trabajo bien duro y desgastador, si este producto el estado lo vende en el mercado europeo es euros , después de tanto tiempo ahora es que está estudiando la posibilidad de pagarle a estas personas un pequeño porcentaje de estas ganancias en MLC algo que se debería haber hecho hace mucho tiempo ya que lo que ganan apenas lea da para vivir….

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