Madeleyni Zulueta Alonso exatleta devenida en profesora de varias generaciones comparte sus experiencias y criterios acerca de la técnica de estrangulación (Shime-Waza) en el judo, arte marcial con grandes resultados como disciplina en el universo deportivo cubano.
La primera vez fue al debutar en campeonatos nacionales en la etapa juvenil donde enfrentó a rivales que la aventajaban en edad, conocimiento y experiencia. “Ocurrió en el poblado de Jiguaní, Granma, al que acudí sin dominar lo suficiente movimientos y ejecuciones, pues apenas comenzaba. La rival aprovechó esa ventaja y logró aplicarme la técnica de estrangulación».
“Por regla general, si el combate llega a ese momento decisivo, en el que eres controlado al apretarte el cuello en la zona sanguínea o la garganta, usted se rinde al tocar el tatami o a la persona que enfrentas. Todos esperaban que lo hiciera, y no fue así. Resistí, y como el árbitro vio transcurrir el tiempo y no me rendía, dijo mate, voz de parar. Segundos después, gané ese combate por la vía del ippon».
“Lo curioso es que no toqué por otro motivo que no fuera el desconocimiento de qué hacer en ese instante. Mi entrenador, sorprendido, me reprendió. Pude haber sufrido algún daño”.Al parecer, Madeleyni le tomó el gusto, porque tiempo después, provista de las herramientas necesarias y en las filas de la preselección nacional, volvió a repetir la historia.
“Sucedió en Bulgaria, durante un torneo por invitación, en el que la adversaria, calificada como una de las principales figuras locales, me sorprendió y terminé en una posición inferior, casi derrotada. Pero me acordé de mi condición de latina, logré aferrarme a sus piernas y escapé de su fuerte agarre”.
Prefirió dejar para último el de mejor resultado en esa complicada situación.
“Enfrenté a una cubana, la guantanamera Kenia Rodríguez, de sobradas cualidades para esta disciplina. También me aplicó la referida técnica. Parecía que estuviera destinada a ello. Logré liberarme de sus brazos y piernas, no sin grandes riesgos y a segundos de sucumbir. Y aunque perdí, mi desenvolvimiento en el colchón le gustó al Maestro Emérito del judo cubano que responde al nombre de Ronaldo Veitía Valdivié, a quien considero único e irrepetible».
“Esa fue mi carta de matrícula y presentación en el equipo nacional, aunque no fui primera figura porque coincidí en mi época con otras colegas de relevantes actuaciones, como Cecilia Alacán y la propia Kenia, con quienes sostuve muy buenas relaciones. Con su ayuda crecí como atleta”.
No pocos tatamis del mundo conocieron de la calidad y habilidades de la entrevistada, desde su etapa juvenil hasta la categoría social (mayores). Participó en justas Centroamericanas, del Caribe y continentales, así como en los especiales Judoguis Dorados y de Amistad.
Máster en Ciencias de la Cultura Física y el Deporte, es fruto de la llamada pirámide invertida del deporte cubano, y cuando el rendimiento disminuyó encaminó sus pasos hacia la luz de la enseñanza, para cultivar a quienes toman su legado, y “serán mucho mejor que yo», como Naomi Elizarde, «ascendida al equipo élite del país”.
Ella, cinturón negro y cuarto Dan, posee la satisfacción de haber pertenecido a la época de oro de este deporte, en la que convivieron Legna Verdecia, Dalma Beltrán y otras estrellas del judo en la Mayor de las Antillas.
Tiene el orgullo de haber estado entre las entrenadoras que, hace dos años, conquistaron el Campeonato Nacional para varones, en el gimnasio Antonio Nores, de Cárdenas. Entre los vencedores hubo algunos que entrenaron en el área que ella atiende, como Cristián Solar y Bárbaro Sotomayor.
Aunque se siente más a gusto entre los pequeños, confiesa que: “siempre estaré lista para cualquier desempeño, pues lo importante es ser útil a mi tierra y al judo, mi pasión desmedida”.