Con sus luces y sombras, como horcón de lo que llamamos vida, la familia nos provee la savia que nutre nuestras almas. Nos guía a través de ejemplos y saberes, experimentados o adquiridos, dotándonos de una buena parte de las herramientas que necesitamos para sobrevivir.
Unos en roles más protagónicos, otros desde una postura pasiva, pero todos sus miembros nos educan.
En su mayoría lo hacen con amor, desde el cariño, la preocupación, el desvelo y el abrazo. Pero también hay quienes practican la desidia, que procuramos no imitar, más cuando nos laceran las huellas de rechazos y abandonos.
Cada familia es un arcoíris, y son tan diversas como geniales. Da igual la composición, si los lazos son o no sanguíneos, lo que importa son las esencias y los afectos.
Hay familias numerosas, que la integran hasta amigos y vecinos. Otras, pequeñas en miembros pero gigantes en enseñanzas, giran alrededor de una madre guerrera que desgarra sus carnes para darle alimento a sus hijos.
Están las familias de las que provenimos, también las que creamos, y todas son igual de importantes.
El arquetipo tradicional tiene a mamá y papá como eje, pero hay otras formaciones válidas y funcionales. Lo indispensable es que prime el amor.
La paciencia casi siempre viene disfrazada de abuelos, duendecillos que no escatiman en mimos y complacencias para los eternos “niños de casa”. Los tíos muchas veces se convierten en cómplices y tesoreros de secretos; y los primos en los amigos más íntimos y leales, los compañeros de juego y a veces de castigo, si las fechorías alcanzan escalas peligrosas. Cada integrante constituye una parte fundamental de la familia, ese ajiaco perfecto que nos condimenta.
Diversas en estructuras y vínculos, a ellas agradecemos lo que somos, nuestras esencias. Sus influjos y legados son tan determinantes, que cada 15 de mayo se celebra el Día Internacional de las Familias, con el objetivo de concientizar la importancia de cada uno de los componentes en la educación de niños y jóvenes.
Unidad básica de la sociedad, de su mano damos los primeros pasos en la vida. A ella, a nuestra familia, le agradecemos sencillamente por existir.