A Claudia le encantan los baños de mar. Cuando entra en él se le olvida el mundo a su alrededor. Pese al intenso calor y el sol abrasador, pasa horas y horas nadando o sumergida en constante desafío con las olas. Pero, ese día lamentó un poco tal obsesión.
En la madrugada la despertó un dolor de oídos tan fuerte que no conseguía recostar la cabeza en la almohada. A la mañana siguiente, la especialista le diagnosticó otitis externa causada por el agua que permaneció en ese órgano, un problema de salud que, si bien puede tener otros orígenes, se agudiza en el verano por la inmersión en la playa, río o piscina.
La otitis externa, sin embargo, no es la única enfermedad típica de estos meses. El aumento de la temperatura y la actividad lluviosa traen aparejados otros riesgos a considerar y que precisan de la precaución para evitar males mayores.
ENFERMEDADES MÁS COMUNES
Entre las dolencias más comunes y peligrosas están las estomacales, ocasionadas por virus que penetran al organismo vía aérea o por bacterias y parásitos provenientes de alimentos que se descomponen fácilmente debido al calor. Su principal complicación radica en una posible deshidratación severa, producto de la diarrea y el vómito, síntomas fundamentales.
En aras de evitar consecuencias que pudieran ser fatales, sobre todo en niños pequeños y ancianos, urge adoptar las medidas higiénico-sanitarias, tales como hervir la leche y el agua, cocinar bien los alimentos y conservarlos en lugares refrigerados. Los especialistas recomiendan, asimismo, eliminar las salsas si no se van a consumir en breve lapso.
Los trastornos que afectan sobre todo a las vías respiratorias altas resultan de igual modo, distintivos de esta etapa: a la mencionada otitis o inflamación de oídos se suman la faringitis y bronquitis. En ello inciden los cambios de temperatura, naturales y artificiales. Por ejemplo, cuando al venir de la calle las personas llegan a la oficina y encienden el aire acondicionado. Del mismo modo, se debe ser cauteloso y llevar a cuestas un paraguas u otro medio protector para la lluvia.
La resequedad ambiental o, por el contrario, la humedad, también afectan la piel, causando infecciones por hongos o dermatitis por alergias.
PROTEGERNOS DEL SOL Y MÁS
Es imposible obviar los perjuicios que ocasiona el sol. Entre las afecciones cutáneas derivadas de la sobreexposición a los rayos ultravioletas se encuentran la queratosis actínica y el envejecimiento prematuro de la dermis.
Cara, manos, antebrazos y cuello son particularmente propensos a la primera de estas lesiones, caracterizada por la aparición de bultos en determinadas zonas. Constituye, además, un factor de riesgo de carcinoma de células escamosas.
El calor y las lluvias de la época advierten sobre la necesidad de extremar las acciones de limpieza en los hogares, centros de labor y en la comunidad, en sentido general. Y es que el menor desliz se convierte en caldo de cultivo para la proliferación del Aedes aegypti, agente transmisor del dengue, virus que ahora mismo mantiene en alerta roja a la Isla entera.
De un lado, la humedad en situaciones extremas que propicia el incremento de infecciones en las mucosas, y, de otro, el mayor uso de las piscinas incluyen a la conjuntivitis como otra de las enfermedades que se presenta con mayor frecuencia.
Los accidentes o heridas representan, asimismo, una patología transversal a la estacionalidad, pues es la época en la que mayor tiempo estamos fuera de nuestro domicilio, incluso en espacios y lugares que normalmente desconocemos, además de realizar más actividades al aire libre. Todo ello conlleva un aumento del riesgo de lesiones no intencionales.
Por último, si bien gracias a la estrategia de vacunación se flexibilizaron los protocolos sanitarios para enfrentar la covid-19, no debemos olvidar la importancia de usar el nasobuco en espacios recreativos donde se aglomeran personas. Tener en cuenta que se acrecienta además el empleo del transporte público. Resulta aconsejable, por ende, mantener el distanciamiento físico, cuando sea posible.
CONSEJOS ÚTILES
• Beber abundante agua para mantener una correcta hidratación (al menos dos litros diarios). No abusar de bebidas alcohólicas, con mucha cafeína o azucaradas. Evitar comidas copiosas.
• Cuidar la higiene y frescura de los alimentos. Respetar la cadena de frío, el tiempo de cocción y el uso de huevos crudos. Lavar correctamente las frutas y verduras y evitar la contaminación cruzada (mezcla de productos sin cocinar, de origen animal o vegetal, con los que están listos para el consumo); tampoco emplear utensilios que hayan procesado unos u otros.
• Lavarse las manos con frecuencia, en especial, luego de preparar la comida, antes y después de usar el baño, y posterior al contacto con animales.
• Retirar de inmediato la ropa húmeda en caso de haberse mojado y evitar los cambios rápidos de temperatura al utilizar ventiladores o aires acondicionados.
• Proteger la piel del calor y la humedad, limpiándola bien todos los días y aplicando crema para impedir resequedad. No permanecer al sol durante las horas fuertes, previniendo el carcinoma, las quemaduras y dermatitis. Usar lentes protectores para la visión, sombreros, gorras, así como ropa transpirable y holgada.
• Eliminar el estancamiento de agua y realizar el tratamiento autofocal.
• En caso de conjuntivitis, no compartir toallas y ropas de cama. Evitar usar piscinas y no tocar o restregarse los ojos.
• Usar el nasobuco en transportes públicos y otros espacios de aglomeración.
• Atender a tiempo, bajo control médico adecuado, cualquier síntoma de enfermedad o infección, evitando la automedicación.
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