El adolescente Kevin Rodríguez Guerra regresa a la escuela primaria Carlos Manuel de Céspedes, del municipio de Cárdenas, incluso a la misma aula donde aprendió a leer, escribir y calcular años atrás, pero esta vez vuelve por otro motivo, allí recibirá la primera dosis de la vacuna Abdala en sus hombros.
Kevin junto a Marlon Baños Monteja, otro viejo amigo de la misma escuela, saluda a antiguos maestros que llevan bien presentes en la memoria. Los invade cierta nostalgia al ver el sitio y conversar con los profes, que casi no los reconocen porque están más altos y los nasobucos que usan no dejan ver bien los rostros. Entonces, hablan de una anécdota y estallan de la risa, lo recuerdan todo y parece que viven aquella época.
Los padres se mantienen cerca de Kevin. Él aguarda paciente en el aula por su turno. La doctora pregunta por su estado de salud, toma la presión arterial y le explica los beneficios del inmunógeno. Luego la enfermera en un abrir y cerrar de ojos aplica la primera dosis. “No sentí el pinchazo”, dice el alumno perteneciente al Instituto Preuniversitario (IPU) Félix Varela.
“Desde hace tiempo esperaba este momento. En estos largos meses de pandemia me he mantenido en la casa por temor a contagiarme, ahora sé que voy a estar más protegido con la vacuna cubana. Añoro regresar a la escuela y terminar mis estudios, quiero graduarme de 12 grado.
“Esta también ha sido una oportunidad para encontrarme con mis amigos del grupo. Hace tiempo no coincidíamos, es increíble volver a verlos y notar cómo han cambiado tanto en tan poco tiempo. Hasta yo mismo me dejé crecer el pelo y se quedaron impresionados”, cuenta el muchacho de 17 años de edad.
Leyanis Díaz Viar también acompaña a su hijo. Yoelvys Sánchez Díaz ya fue vacunado y espera en uno de los locales destinados a la observación de los estudiantes por si existe algún efecto adverso. El adolescente desde lejos le hace una seña que indica que todo está bien.
“Detrás de Abdala está el esfuerzo de los científicos. Yo confío en ellos, por eso todos los adultos en casa estamos vacunados. Nuestros hijos necesitan la inmunización para evitar complicaciones si llegan a enfermarse. Por supuesto, las medidas de protección también deben ir de la mano de la vacuna, así nos cuidamos mejor”, comenta Leyanis.
“Hoy me toca a mí el pinchazo y más adelante a mis hermanos pequeños. Después de este paso más pronto podré regresar a la escuela de forma presencial. Llevo mucho tiempo asilado y necesito retomar mi vida social. Quiero estudiar derecho en la Universidad, graduarme y trabajar en un futuro”, refiere Yoelvys, mientras sujeta la tarjeta con sus datos personales.
A cada rato llegan de forma voluntaria otros adolescentes de duodécimo grado del IPU, del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas y la Escuela de Iniciación Deportiva de Matanzas, así como del tercer año de la enseñanza técnico-profesional, todos con la alegría en el rostro.
Tras el llamado de una de sus profesoras, Janny Díaz Pérez supo que se encontraba en el primer grupo de la población pediátrica que sería vacunado. Confiesa que enseguida le comentó la noticia a su mamá, porque encuentra en este momento la oportunidad de retomar sus sueños.
“Mis abuelos padecieron la covid-19 y lograron superar las complicaciones en el hospital de campaña de Punta Caleta. Ahora puedo protegerme yo también de esa enfermedad que nos hizo pasar por momentos muy difíciles”, afirma la estudiante que añora convertirse en Médico Veterinaria.
Ya concluyó el tiempo de espera. Con un gesto Kevin se despide del pequeño grupo que entró al inicio. La próxima cita con la segunda dosis es el 17 de septiembre. Mientras tanto saben que pueden contactarse desde casa por Whatsapp para aclarar cualquier duda con vistas a las pruebas de ingreso.