Gente de Periódico: ¿Cómo pagarle a Maritza?

Gente de Periódico: ¿Cómo pagarle a Maritza? Caricatura dedicada a Maritza por sus compañeros del periódico Humberto Fuentes (periodista) y Carlos Daniel Hernández (ilustrador).

Caricatura dedicada a Maritza por sus compañeros del periódico Humberto Fuentes (periodista) y Carlos Daniel Hernández (ilustrador).

De la gente que ha dado buena parte de su vida a este periódico se amontonan muchos nombres a lo largo de los años, demasiados papeles, demasiadas plazas desaparecidas o vigentes por las que han pasado generaciones enteras. Y muchos de esos nombres, como el de Maritza Clara Fuentes, no salen impresos en tinta, pese a lo vitales que resultan.

Al ocuparse de números entre tanta gente de letras, lo normal sería que Maritza se sintiera como una extraña, ajena a la mayoría con la que se codea a diario, necesaria tan solo para los días de pago. Nada más lejos de la realidad, para suerte de Girón: lo menos que podemos decir de ella es que resulta imprescindible, y no solo por ocupar una plaza imprescindible, como es la de económica.

También es que, para ocupar dicha plaza, no hay nadie igual. Nadie puede rezumar a la vez tanto orden y seriedad ante responsabilidad semejante (“Con el dinero de la gente no se juega, yo sí que no”) y tanto cariño y preocupación ante aquellos cuyos nombres en nómina está cansada de leer (“Pero, a ver, mijito, pasa, siéntate, ¿qué te pasa?”).

A veces coge más lucha con los problemas personales de uno que con sus planillas y trámites pendientes, que ya es decir. Por eso hay que medirse a la hora de contárselos, para no distraerla de tareas más importantes para el colectivo que nuestro simple desahogo personal ante las cosas de la vida, esas que tan bien se conversan con una persona llena de eso, de tanta vida, y con edad para educarnos en todo.

Maritza vive al doblar del periódico, en una esquina de la calle Daoiz. Ahí mismo, bien cerca, y no solo en el sentido geográfico. “Me voy para mi centro de trabajo”, suele bromear cuando pasa por la Redacción de vuelta a casa, y no exagera: su sala está habilitada para emprender las labores económicas tan cómodamente como hasta hace poco en la misma sede de Girón, porque además de velar por nuestro salario tiene que cuidar a su hermana enferma.

Y, aunque no lo parezca, por cerca que queden dos lugares, la ida y vuelta continuas agotan, incluso a paso tan apurado como el suyo, con las carpetas debajo del brazo y los ojos como platos tras los espejuelos, repasando en las órbitas imágenes mentales de papeles y papeles y papeles…

Maritza Clara Fuentes (primera al fondo de izquierda a derecha) junto a parte de la familia del Periódico Girón en un viaje a la Ciénaga de Zapata
Maritza Clara Fuentes (primera al fondo de izquierda a derecha) junto a parte de la familia del Periódico Girón en un viaje a la Ciénaga de Zapata.

Entonces, su casa es, en más de un sentido, un refugio: de la lluvia, de la sed, del hastío, de la tristeza. Algo así como una catedral para los cafeteros y conversadores crónicos que, en un intento de despejar cualquier problema de la cabeza, la frecuentamos en busca de consejo, chismes o algunas risas con que sacar fuerzas para seguir adelante hasta la próxima visita.

De igual modo su casa es, por ende, una extensión no oficial —¿o lo es ya?— de la sede de la editora. He tenido días en los que echo horas en sus butacas sin darme cuenta, charlando mientras escribo, y prácticamente adelanto lo mismo que sentado en la Redacción.

Hay algo entre esas cuatro paredes, una energía emanada por ella sola, que invita a acomodarte y no irte hasta que pase un rato, un buen rato. Cada vez que se bromea con que alguien es medio básico de su centro laboral, muchas veces se exagera: los hay por el tiempo que llevan, pero también los hay por lo que aportan y porque, sin su presencia de ánimo, nada sería igual.

“Ay, mija, por eso es que no me he retirado: ¿tú crees que yo puedo vivir sin estos chiquillos?”, le dice a la vecina un día en el que un colega y yo estamos más pujones que de costumbre y no para de desternillarse con nuestros cuentos de inmadureces y disparates. “¡Ay, el café!”, exclama y echa a correr por enésima vez ante el despiste que la diversión propicia.

Es así desde que uno pone el primer pie en Girón como estudiante hasta que otro se retira mientras ella aún permanece: no hay quien se resista al “efecto Maritza”, ese que se produce nada más verla. Es una especie de alegría inevitable e instantánea, como el calorcito que sucede a un sorbo de café. Aunque su reacción al verte, sea la de regañarte porque se te olvidó firmarle no sé qué documento e imagínate, eso la mete en tremenda candela ahora y a ver cómo resuelve eso porque si no, no sé si tú me entiendes, imagínate tú…

Durante el pasado aniversario 65 de la institución recibió un reconocimiento especial por… no digamos por sus aportes, por sus esfuerzos, por su seriedad o constancia: digamos que, simplemente, por todo eso y lo demás que ella resume. Por ser y estar, pendiente de cada gestión, previsora de cada fallo, honrada hasta la médula y jocosa cuando es el momento.

Maritza Clara Fuentes es “la que nos paga”, pero somos sus compañeros los que no tenemos cómo ni con qué pagarle. A ver si le doy una vuelta ahora y, de paso, le tomo el café.


Lea también

Gente de Periódico: Unas líneas para Roberto Vázquez Pérez

Gente de Periódico: Unas líneas para Vázquez

Unas líneas para Roberto Vázquez Pérez (1938-2020), el faro durante muchos años de la página cultural del periódico Girón, eran necesarias READ MORE »


Recomendado para usted

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *