Al béisbol, fenómeno que supera lo deportivo y se entroniza en la raíz cultural del país, hay que volver una y otra vez, por más que pareciese tedioso. Y es que no por ser recurrente sobre los temas que aquejan hoy la Serie Nacional, estos problemas tendrán solución mágica o sacrosanta.
Nuestro pasatiempo nacional es más que eso. Pululan hazañas y filigranas inolvidables, no pocas con matices dorados en la memoria deportiva de los cubanos. Sin embargo, cada noticia que inunda las redes o cae en la comidilla pública, atenta contra ello, so pena de aumentar la poca seriedad organizativa con la que cuenta el evento.
Y hablo entonces de una arista clave en todo esto: organización. A un torneo de baja calidad sobre el terreno, se le suman no pocas manchas, muchas inauditas por estos lares.
Una serie que rebosa en jugadores impropios, al punto de caer en el bochorno; juegos suspendidos a plena luz del día por decisión arbitral; subseries sin efectuarse por alojamiento cuando el calendario se confecciona con suficiente antelación; o el inverosímil robo en un estadio bajo la mirada atónita del ultraje.
Se debieran poner sobre el tapete estos errores, y no dejarlos desapercibidos, cual basura mayúscula que intentan esconder, aún cuando la manta ya no oculta tales gazapos. Ni siquiera apunto a rotaciones de pitcheo, estadísticas numéricas o tácticas de juego; sino que se trata de factores elementales como el rigor y la coherencia.
Falta seriedad, distinta en concepto a las caras que mostraron los jugadores de Matanzas tras el hurto en el dogout del Estadio Victoria de Girón, donde a priori, todo debiese estar seguro. No hay que buscar mucho para encontrar al ladrón a falta de una nota oficial aclaratoria o conclusiva luego del hecho. El culpable, quizás esté más cerca de lo imaginado, y tan sólo aprovechó las enormes quebraduras del control.
No obstante, el cráter “desorganizativo” se agudiza cuando esos propios peloteros, y luego del doble juego efectuado a causa del robo, debieron esperar por el combustible que transportara a los ómnibus hacia su hospedaje, muestra que calza la carencia de previsión y planificaciones.
Hace algunos años, en el Estadio Palmar de Junco, la pelota fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación. Tres palabras que engloban un significado mayor al que muchos piensan. Dicen otros que por donde marche el béisbol, irá siempre el alma del pueblo cubano. Con estos desaciertos, prefiero entonces ni pensar hacia dónde vamos. (Por Carlos Manuel Bernal López/Colaborador)
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