¿Trabajar? Como se pueda. En la medida en que las condiciones del país, de la provincia, del municipio, del consejo popular, del batey y de la cuadra lo permitan. Así llevamos un par de años ya y las personas se han ido adaptando. No es que haya tampoco otra alternativa.
La escasez de transporte público mueve los horarios de llegada y de salida. Justifica que lleguemos a las nueve de la mañana, cuando deberíamos marcar a las ocho, así como irnos a las dos de la tarde, aunque el cierre sea a las cuatro.
Ese trabajo que había que entregar el lunes tal vez salga para el martes, o el miércoles, quizás el viernes, es más, déjalo para la semana próxima. Imagínate tú: el apagón, el agua que no entra hace un mes, el familiar que se enfermó, la secuela del chikungunya, la pieza que no acaban de importar y ese largo etcétera que pesa sobre los hombros de todos los cubanos.
Tu jefe te entiende. ¿Cómo no te va a entender? A él tampoco le llega el agua, a él también le quitan la luz, tal vez tiene la suerte o la fortuna de tener un carro, o el dinero para pagarse una pipa o un panel solar, pero de que te entiende, te entiende, de eso que no te quepa duda.
Los clientes o los usuarios que dependen de tu trabajo se molestan, se irritan, maldicen para sus adentros o comunican su malestar públicamente, pero también te entienden. Se ponen en tu lugar y no tardan mucho en llegar a la conclusión de que harían lo mismo. Hay que llegar temprano a la casa para adelantar la comida, hay que cogerse la tarde para salir a resolver, hay que marcar en esa segunda pincha que te paga los frijoles, porque la primera te da apenas para el arroz. Y la vida sigue.
¿Qué provoca todo lo anterior? Los servicios se deterioran, el trabajo pierde calidad, los horarios no se cumplen, los planes tampoco, la gente no se realiza ni económica ni profesionalmente y el engranaje social falla, porque todos no están haciendo su parte, ni aunque lo quisieran.
Llegado este punto, se redefine por completo el concepto de disciplina laboral. ¿Cómo trabajar correctamente en un contexto de crisis? ¿Cómo superar dinámicas que, valga la redundancia, nos superan a todos? ¿Cómo dirigir a un colectivo en las condiciones actuales?
Las respuestas deberán darse según las características de cada centro de trabajo. Lo único seguro es que hay que innovar, buscar maneras de adaptarnos a las difíciles condiciones en las que vivimos todos. No podemos aceptar la desidia, y que con ella vengan consultorios vacíos, tiendas cerradas, servicios vitales que no lleguen a tiempo o con la calidad que se espera.
Entonces, es clave gestionar de manera eficaz los incentivos, y que la estimulación sea coherente y que realmente premie la calidad del trabajo, pero, sobre todo, destinar los recursos con los que se cuente a mejorar las condiciones laborales.
Lo que sí resultaría una desconexión total con la realidad que vivimos sería no entender el esfuerzo que realizan hoy millones de cubanos para desempeñar sus labores de la mejor manera posible, en la medida de sus posibilidades.
Laboramos por partida doble, fuera y dentro del trabajo, cuando cada aspecto de la vida requiere de un sobreesfuerzo. Un ejemplo claro, las dos horas que me toma hacer la cola para sacar el efectivo no me cuentan en la jornada laboral, sin embargo, no puedo reclamarle a mi jefe que me pague en efectivo. ¿Qué puedo decir? Llegado a cierto punto, yo también lo entiendo.
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