El periódico Girón llegó a mi vida cuando no vivía en la provincia y ni siquiera me soñaba la periodista inquieta que soy. Casi por casualidad, tuve un semanario en mis manos hace más de 15 años, y algo me atrapó desde ese entonces de aquel ejemplar que, a mi entender, abordaba de forma diferente la cotidianidad.
Luego me enamoré del mejor oficio del mundo —valorado sabiamente así por Gabriel García Márquez— y, después de incursiones en el dial y la pantalla chica, un buen día atravesé con osadía la puerta de la institución que tanto admiraba para integrar el equipo de intrépidos que se la pasa cazando noticias, compartiendo historias; pero, sobre todo, ubicando la brújula lo más cerca posible del termómetro social.
Desde que el periódico vio la luz hace 65 años, no ha parado de reinventarse y readaptarse a la realidad de los tiempos. Primero, como el Adelante Revolucionario y, después, haciendo honores a la epopeya de abril; pero siempre como el medio de prensa que busca reflejar entre sus páginas la vida matancera en toda su geografía.
La invasión a Girón, la campaña de alfabetización, la crisis de los misiles, la rudeza del Período Especial, las moliendas del Rabí, la Fornés en el Sauto, los saltos del gigante de Limonar —no tanto por estatura, como por entereza—, la reproducción de cocodrilos y manjuaríes en la Ciénaga, los guardabosques que desafían las llamas y protegen las especies, los plátanos extradensos y la papa agroecológica, las primicias de Cárdenas, el paso de Michelle e Irma, el catastrófico incendio de Supertanqueros, la valentía de quienes estuvieron allí… Miles de informaciones, crónicas, comentarios, reportajes, reseñas, perfiles y entrevistas quedaron plasmadas en el periódico matancero, y otras miles esperan por surgir en los próximos días.
Han sido 65 años de retos: de coberturas, lo mismo en medios de transporte que a pie, sin importar vientos huracanados, fango a la rodilla o sol abrasador; enfrentando administrativos esquivos, realidades dolorosas; siendo parte de una comunicación que llevó replantear manuales en tiempos de crisis.
Porque las historias no solo nacen de la tranquilidad de un hogar con una suave brisa acariciando mejillas. Algunas brotan a altas temperaturas, en los adentros de la caldera de una central termoeléctrica, en las alturas de un edificio emblemático, dentro de un rojo surco, o en momentos tan grises como aquellos en los que la muerte pasaba justo delante de tus ojos en la zona roja de una pandemia.
Pero el equipo Girón no le teme a los tiempos ni a las crisis: renace. Y cada miembro del team forma parte de ese engranaje perfecto que logra llegar al matancero, cada vez de un modo más cercano. Periodistas, editores, diseñadores, correctoras, informáticos, la económica, recursos humanos y pantrista, todos son parte de la magia que da vida al multimedio matancero, ninguna es más y ninguno es menos, y lo más importante: todos son una gran familia.
Ahora Girón es más que la tirada de 20 000 ejemplares y una emisión semanal. Está en la web, en el Facebook de los “adultos” y el Instagram de los millennials. Elabora mensajes según los estándares de cada red social, pero sobre todo las exigencias de sus públicos.
Hoy Girón también es podcast de cine y de personalidades matanceras, sección de sexualidad y política, sabrosa Crónica de Domingo y publicista del mundo empresarial. El periódico se adaptó a estos tiempos, y más que temerle a las tecnologías emergentes se apropió de ellas para comunicar mejor.
No se trata solo de un medio de prensa, un trabajo, un espacio para informar y crear. Además de profesionalidad, preocupaciones, desvelos, sacrificios, Girón también es la segunda casa de quienes un día fuimos osados y atravesamos sus puertas, es nuestra razón de ser y orgullo.
