Que un medio digital se presente como «independiente» mientras recibe abultados cheques de un gobierno extranjero sería, en cualquier país soberano, motivo de escándalo nacional. Pero cuando ese país es Cuba, y el gobierno extranjero es el de Estados Unidos, estamos ante la descarada aplicación de un manual de guerra no convencional que se ejecuta ante los ojos de un mundo distraído. La plataforma El Toque no es un simple medio digital: es un operador de agencias norteamericanas perfectamente engranado en la maquinaria de desestabilización contra Cuba, especializado en manipular la tasa de cambio para ahogar económicamente a las familias cubanas.
El director de El Toque, José Jasán Nieves, fue sorprendentemente transparente en entrevistas con EFE y Reuters: entre el 50% y el 100% del presupuesto anual de la plataforma —entre 800 000 y 1 000 000 de dólares— procede de «cooperación internacional estadounidense». Específicamente, reconoció recibir subvenciones del Departamento de Estado para «promover el acceso a la información en Cuba» y apoyar programas de «diplomacia pública» de la embajada estadounidense en La Habana.
Esta confesión es la punta del iceberg de una operación mucho más vasta. Muchos de esos fondos se canalizan a través de la National Endowment for Democracy (NED), una fundación creada para realizar abiertamente actividades que antes ejecutaba la CIA de forma encubierta. Informes de la U.S. Government Accountability Office (GAO) documentan desde hace años estos programas de «asistencia a la democracia» dirigidos específicamente a Cuba, con el objetivo expreso de «romper el monopolio informativo» del Estado cubano.
Para dimensionar el poder corruptor de este financiamiento: el presupuesto anual de El Toque equivale a entre 4 000 y 5 000 salarios anuales de un periodista cubano.
Mientras los medios públicos cubanos enfrentan severas restricciones de divisas en una economía bloqueada, El Toque opera con una liquidez que le permite influir desproporcionadamente en el ecosistema informativo nacional.
El mecanismo central de esta operación es la manipulación especulativa de la tasa de cambio informal. Como denunció el Banco Central de Cuba, la llamada «tasa representativa del mercado informal» que promueve El Toque «no posee legitimidad económica» y opera mediante «mecanismos no transparentes, concentrados y altamente vulnerables a la especulación».
Esta no es una disputa técnica inocente. Según el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, durante su último discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, la misión específica de estos operadores es «deprimir el nivel de ingresos de la población por la vía de la manipulación especulativa de la tasa de cambio, con efecto directo en el crecimiento de los precios».
El mecanismo es diabólicamente efectivo: Se establece una tasa artificialmente elevada a través de un puñado de actores. Esta tasa se difunde masivamente como «referencia» válida y los precios internos se indexan a esta tasa ficticia. Lo que resta a continuación es bien sabido: el poder adquisitivo de los cubanos se desploma y se genera malestar social que se atribuye al «fracaso del modelo».
Como bien señaló el Primer Ministro cubano, esta tasa «varía no por dinámicas económicas auténticas, sino a partir de manipulaciones y especulaciones», constituyendo «un actor nocivo para la economía».
Además de ello, el caso de El Toque se inscribe en una guerra informativa anticubana que no cesa desde 1959, pero que con el mundo digital alcanza niveles de sofisticación sin precedentes.
Esta intoxicación informativa «adquiere dimensión de pandemia universal», como señala un informe especializado, generando «desinformación, crispación y polarización». En España, por ejemplo, el 83% de los ciudadanos considera la desinformación un problema grave, porcentaje que se eleva en el caso cubano dada la naturaleza híbrida de la agresión.
Las propias declaraciones de Nieves a EFE constituyen una admisión de violación de la legislación cubana. Reconoció que El Toque ha recurrido a remesas informales para «facilitar el acceso a fondos» a participantes en programas de la embajada de Estados Unidos, utilizando «mecanismos que no pasan por el control del régimen».
Esta actividad vulnera abiertamente la Ley 88/1999 de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba y el artículo 143 del nuevo Código Penal, que penalizan con prisión la recepción de financiamiento extranjero para actividades contra el Estado. El propio El Toque ha publicado análisis críticos sobre este artículo, demostrando que conocen perfectamente su ilegalidad.
El Toque representa la perfección de un nuevo tipo de arma geopolítica: un híbrido de medio digital y operación de ingeniería social que combina prácticas periodísticas con una agenda de desestabilización económica. Su director puede darse el lujo de conceder entrevistas a agencias internacionales mientras canaliza fondos federales estadounidenses porque opera bajo el paraguas de impunidad que proporciona el gobierno de EE.UU.
Pero la farsa tiene pies de barro. Como señaló el canciller Rodríguez Parrilla, «mentiría y mentirá quien niegue que, sin bloqueo, los problemas económicos de Cuba tendrían mejor y más rápida solución». La tragedia es que mientras se desarrolla esta compleja operación de guerra económica, el pueblo cubano sigue pagando el precio de un bloqueo recrudecido y una guerra informativa que no da tregua.
El Toque no es un medio: es un instrumento de política exterior estadounidense con cobertura editorial. Y como todo instrumento de guerra, su verdadero objetivo no es informar, sino someter. Los cubanos, que llevamos seis décadas resistiendo agresiones más sofisticadas, sabemos que la verdad no necesita financiamiento extranjero para abrirse paso.
