“A degüello” o la historia de lo injustificable

“A degüello” o la historia de lo injustificable

En un campo de batalla se convirtió el estadio José Antonio Huelga, de Sancti Spíritus, cuando un altercado entre el director de los Gallos y el Comisario Técnico fue más allá de un intercambio de duras palabras.

Entre insultos, gritos y conversaciones para aplacar el ambiente, se produjo una agresión física que culminó con mucha sangre, una herida de cinco puntos en la cabeza y la consiguiente tragedia que todo eso conlleva a nivel social y personal.

Muchas opiniones se suscitaron en las redes, pues Miguel Rojas, el afectado, es un hombre mayor con historial de enfermedades crónicas, quien estaba claramente en desventaja en una confrontación física con Eriel Sánchez, en este caso, el agresor.

El análisis realizado por la Comisión Nacional de Béisbol concluyó con una sanción de cinco años de separación del sistema competitivo de la disciplina para Eriel, y tres años para Rojas.

Según el comunicado oficial, ambos cometieron una indisciplina tipificada de Muy Grave en el Artículo 17, inciso c, del Reglamento Disciplinario del Sistema Competitivo del Béisbol: “agredir físicamente a otro atleta, entrenador, directivo, árbitro o al público presente en un espectáculo deportivo o al finalizar el mismo”.

El documento culminó acotando que “se trató de un episodio totalmente evitable, fruto del actuar irresponsable de sus protagonistas y ajeno a las esencias y los valores del Sistema Deportivo Cubano, que continuaremos defendiendo con rigor, en apego a lo establecido en nuestro reglamento disciplinario”.

Más allá de buscar culpables, guillotinar responsables o de si las sanciones son justas o no, lo cierto y muy preocupante es que este fenómeno rebasó los límites y lamentablemente no es la primera vez que conocemos de un hecho violento en los terrenos cubanos.

En las pocas semanas que lleva la Serie Nacional, ya se han producido varios altercados entre equipos, entre jugadores y árbitros, demostrando una profunda crisis en la disciplina que debe promover el deporte de manera general.

Las sanciones deben ser mucho más severas e, incluso, pasar al plano penal, cuando se catalogue el acto como Grave, ya que la violencia no debe justificarse nunca, aún si las circunstancias te impulsen a perder los estribos.

Y como he expresado varias veces en algunos de mis textos, la profesionalidad de los árbitros a la hora de tomar decisiones debe ser impecable, pues las equivocaciones caldean mucho los ánimos en un juego, ya sea o no decisivo.

Casi siempre es ese elemento el detonante de las disímiles discusiones que hemos presenciado, y los que imparten justicia dentro del terreno deben ser chequeados y sancionados cuando y como se requiera.

Falta transparencia en la información de cualquier hecho como este. Los funcionarios del Deporte Nacional no acaban de entender que en estos tiempos es imposible que algo se mantenga en las sombras.

Decirlo primero, analizarlo con todo el rigor, evita malos entendidos y rumores que para nada ayudan a resolver incidentes de esta naturaleza. Las redes están ahí para desafiar a quienes intentan enterrar la verdad. Es hora de que se entienda.

La pelota cubana no debe mancharse de sangre, ya bastante diezmada se encuentra en muchos de sus aspectos base, para también adolecer de tranquilidad, disciplina y armonía.

Quienes la dirigen deben llamarse a contar urgente, y poner un freno a la oleada de violencia que llevamos demasiado tiempo denunciando. ¿Qué estamos esperando? ¿Un ataque fatal?

El deporte es sinónimo de camaradería y compañerismo, no es una guerra donde gana el que más alto grite el “A degüello” que impulsaba a los mambises en el campo de batalla.

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Sobre el autor: Norys Castañeda Valera

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