
Ileana Hernández Martínez es una de las narradoras orales más conocidas en la ciudad de Matanzas. Foto tomada del perfil de Facebook de la entrevistada.
Ileana entra a la biblioteca, saluda muy afable a cada una de sus colegas y, cuando todavía no ha soltado su bolso, se escucha al final del pasillo que conduce al área infantil, ese rinconcito que tanto adora, “¡Maestra! ¡Maestra!”; y allí ve a sus pequeños alumnos esperando por ella, sentados, ansiosos por escuchar el cuento que les trae. Así comienzan muchos de los días de una narradora oral que, con su característico pañuelo en la cabeza y una sonrisa que contagia de alegría, cuenta historias a niños y adultos. Con su voz melodiosa, encanta a las personas como una hechicera y logra convertir a una niña en princesa o devolverle las ganas de sonreír a un hombre de 70 años.
EL CAMINO DE LA NARRACIÓN
Si le preguntas cuándo y cómo empezó a gustarle la narración oral, no sabría darte una fecha o lugar definitivo. Para ella, esa profesión siempre estuvo allí, desde su etapa estudiantil; solo que ese camino todavía no se había definido ante sus ojos, fue años después cuando empezó a andar en este mundo.
“Mi comienzo en la narración se dio en la Casa de la Cultura, sin recibir ninguna orientación o taller. Para suerte mía, en esos años se acerca a la provincia Elvia Pérez, narradora oral de La Habana y mi ejemplo a seguir en esta profesión.

“Ella impartió un taller para aquellos que estuviesen interesados en el arte de la narración. Cuando terminamos, éramos más de 30 participantes y ella seleccionó a 10 de los que consideraba podían convertirse en narradores y, dentro de los seleccionados, tuve la dicha de estar”.
Con el paso del tiempo, Ileana convirtió este arte en su mejor herramienta en la vida. Con él ha logrado crear vínculos y participar en eventos culturales, tanto dentro como fuera de la provincia. No obstante, lo más importante es que le permite encontrar la felicidad en los momentos más difíciles, sobre todo ahora, cuando las carencias y la pérdida de valores impactan la sociedad.
“Siempre en un cuento hay un mensaje, por pequeño que sea. Si me encuentro en un lugar con 20 personas y tres de ellos captaron el mensaje, siento que hice algo bonito. A veces, voy por la calle y, cuando los niños me dicen lo mucho que les gustó tal historia, eso me hace feliz, de cierta manera me siento útil a mi edad”.
ILEANA, LA PROFESORA
La primera vocación que la enamoró fue el magisterio, desde aquellos años como estudiante de la primera generación del Instituto Superior Vocacional de Ciencias Exactas Carlos Marx, institución por la cual siente mucho orgullo y nostalgia. Actualmente, aunque esté retirada de las aulas, sigue convirtiendo cada espacio por el que transita en una clase, con el objetivo de dejar alguna enseñanza a quien la escuche.
“Me fascinaba el hecho de enseñar, por lo que, al culminar la Vocacional, opté por la carrera de Historia y Ciencias Sociales. Me graduó en el Pedagógico Juan Marinello, de Matanzas, y cuando termino, me ubicaron para el Servicio Social precisamente en la Vocacional. Entonces, fui compañera de muchos de los profesores que me dieron clases”.
“Impartí clases durante muchos años allí, pero por cosas de la vida dejo Educación y comienzo a laborar en Cultura; aunque puedo decir que nunca me desvinculé, porque en la Casa de Cultura Bonifacio Byrne trabajé con los niños de la escuela Mariana Grajales, con una actividad que se llamaba Entre cuentos y canciones contándoles historias”.
Ileana agradece mucho su labor como maestra, para la cual se inspiró en los magníficos profesores que tuvo durante su formación, desde la primaria hasta el pedagógico, educadores que le enseñaron que con la pedagogía se podían hacer grandes cosas.
Además, fue más de una década de transformaciones que le ayudaron en la crianza de sus hijos, su mayor orgullo, y en la vida laboral porque como bien expresa ella: “Es una carrera preciosa que no abandonaré nunca”.
TÉ CONTÉ
Uno de los espacios más importantes dentro de la labor de esta cuentista es la Peña Té Conté, creado junto a su compañera y amiga del alma Mamita de León, con el fin de que los adultos se reúnan una vez al mes, para dialogar y disfrutar un momento ameno en la ciudad.
“A Mamita y a mí nos encanta trabajar con la tercera edad. Un día analizamos que las personas de este rango etario tenemos muy pocas opciones para salir y disfrutar, por ello nos propusimos reunirlas todos los meses para que tuviesen su espacio. Hemos logrado que a la peña asistiera gente de René Fraga, El Naranjal y hasta de Playa. Gracias a su dedicación, rápidamente nos convertimos en una familia.

“Cada encuentro está lleno de música, baile, reflexiones, adivinanzas, trabalenguas, curiosidades, actividades en las que observamos cómo todos se vinculan, y donde la edad no es una limitante para aprender o bailar al ritmo de los Van Van, con el bastón en mano. Allí se respira libertad de crecer y creer.
“Agradezco su presencia y, a la vez, ellos nos agradecen por el esfuerzo que se hace, a pesar de todos los problemas que pueden haber. Ahí todos somos iguales, el público posee el poder de hablar, sentirse útil y escuchados”.
SU RINCÓN FAVORITO
Uno de los anhelos de Ileana durante sus años como pedagoga fue ser maestra de preescolar, pues posee gran predilección por trabajar con niños, pero en aquel momento no le fue posible cumplir su deseo. Sin embargo, la vida se encargó de que encontrara, en su actual centro laboral, la Biblioteca Ramón Guiteras Gener, la Bebeteca.
Este es su rinconcito preferido, donde realiza una variedad de juegos didácticos con infantes menores de seis años, donde aprenden a contar, los colores, las posiciones o las figuras, pero sobre todo, a socializar.
“Son niños que no van al círculo, por lo que estas actividades les sirven de preparación para cuando lleguen a la escuela nunca se sientan cohibidos ni tímidos, porque ya tuvieron un vínculo con otros niños”.
Allí ella deja volar su imaginación y busca maneras creativas en las que los pequeños aprendan y se diviertan. Por eso, casi siempre se le ve con papeles de colores, pegamento, retazos de tela o cartón, evidencias de las manualidades que quiere hacer.
“En la biblioteca tenemos el proyecto de un club de lectores, con el objetivo de recuperar el hábito de lectura en los niños. Queremos que ellos vean o toquen un libro desde temprana edad, porque la costumbre que no logres cuando niño, no lo vas a conseguir después”.
Para Ileana, las ganas de aprender y superarse crecen cada día. Sin importar los obstáculos, da lo mejor de sí, para que, a cada actividad o encuentro que realicen, las personas regresen a verla nuevamente.
“Siempre trato de buscar la manera de que los niños y adultos se sientan alegres y de disfrutar el proceso, porque no hay sentimiento más bello que llevar la felicidad a los demás”.
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