
Descansa en paz Tomasita. Tu recuerdo nos llega como el sonido del laúd, como la fuerza de 10 versos octosílabos que salen directo del alma a los labios, al viento.
Te admiré de niña, cuando solo podía contemplarte a través de una pantalla y luego, en los pasillos de la Universidad de Matanzas, me emocioné al verte cautivar a los jóvenes que se detenían solo para presenciar el milagro de tu arte, echando por tierra el mito de que la décima y las nuevas generaciones de esta tierra insular no pueden estrecharse en un mismo abrazo.
Como Jesús Orta Ruiz, nos enseñaste a verlo todo desde «Un mirador profundo» y como él cautivaste multitudes.
La Casa Naborí, en Limonar, conservará por siempre tu risa estrepitosa, tus controversias que ponían a prueba el ingenio de poetas consagrados e inspiraban a los que apenas iniciaban en el camino admirable de la improvisación.
Te agradezco tanto aquella entrevista donde me contaste la historia de los años dorados del repentismo en Pedro Betancourt, mi pueblo. Me hablaste del guateque de Machito, de la promoción y organización de las actividades, de la unión que abrigaba a los poetas.
Durante el segundo Congreso Iberoamericano de la Décima disfrutamos al verte narrar tu historia junto a repentistas de diversas naciones. Al oírte era imposible no sentir orgullo por Cuba, que tuvo en ti a una de las más grandes improvisadoras del mundo.

En tu garganta anidaron las tonadas más diversas. Te sabías amada por tu pueblo, que es sin dudas el reconocimiento más alto al que aspira todo artista.


Tomasita cubanía, Tomasita mulata de piel y carisma, Tomasita ron y canturía extendida para saludar la madrugada.
Gracias por hacer de tu nombre un símil de la poesía. Cuídanos desde la eternidad donde estoy segura que un sinsonte canta para honrar los prodigios de la Ciega Maravillosa.
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Décimas inéditas improvisadas por Tomasita durante la entrevista concedidad a la autora, donde habló sobre el espacio El guateque de Machito, de gran importancia en la historia de la décima en Matanzas.
30 años atrás yo era alguien buscando un espacio cuando se cruzó Anastasio Hernández en mi carrera. Consiguió que lo quisiera igual que a un padre bendito y hoy cada vez que visito la betancoureña zona se hace música y persona el guateque de Machito. Con bardos de la nación formaba una tropa unida, compartiendo la comida su casa y su corazón. Jamás hizo distinción, nos daba un trato exquisito, principiante o erudito tenían igual entrada a la gloriosa jornada del guateque de Machito. Allí se quitó Emiliano El polvo de la sonrisa Y enseñó que su camisa Guardaba a un gran ser humano. Se dieron su franca mano Inda, Tejeda y Julito Y yo esperaba el bonito tercer domingo del mes para asistir otra vez al guateque de Machito. Ojalá que la cultura matancera lo aquilate y del olvido rescate su memoria limpia y pura, que alguien con igual ternura abra un rincón favorito y que haya en el pueblecito donde ya no vive el hombre, otro espacio con su nombre: el guateque de Machito.