Dido y Eneas o el deseo de crecer en el arte

Dido y Eneas o el deseo de crecer en el arte

Fotos: Néster Núñez

Lo que se pensó como un ejercicio de graduación terminó por convertirse en un episodio cultural memorable. Cuando los alumnos de nivel medio de la Escuela Profesional de Arte de Matanzas presentaron la ópera Dido y Eneas, ni su inexperiencia ni la precariedad de recursos de la puesta en escena fueron obstáculo para el disfrute de un público que los aplaudió a raudales.

En la mañana del jueves 8 de mayo, un Salón de los Espejos del Teatro Sauto lleno a reventar atestiguó el esfuerzo de la Cátedra de Canto Coral por ofrecer a sus educandos la mejor y más abarcadora experiencia lectiva; a la vez, le regalaba a la ciudad la oportunidad de ver una obra completa del bel canto, algo bastante único en nuestro entorno.

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Cuenta la profesora Vanessa Herrera, jefa de ese Departamento, que la idea nació de la dificultad para acomodar la culminación de estudios de siete graduandos, ya que resultaba muy complejo montar programas individuales.

“Durante las vacaciones comencé a reflexionar sobre qué podía hacer para el próximo curso, porque la carrera se llama canto coral e independientemente de que los alumnos, a lo largo de los años, se evalúan también por separado, el fuerte es enseñarles ese compañerismo de pertenecer a una agrupación viva grande”.

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Pensó que con una ópera podía medir tanto el desenvolvimiento individual como el colectivo. En busca de una que tuviera suficientes coros para que los estudiantes pudieran lucirse, y poderles evaluar, se encontró con esta obra de Henry Purcell, donde Dido, la reina de Cartago, se enamora del héroe troyano Eneas, en medio de un contexto mítico, en una trama donde se mezclan, a partes iguales, el amor, el deber y el destino.

“Me venía perfecta, porque incluye 13 coros cuyo desempeño es camaleónico: representan al pueblo, a los brujos, a los marineros o a los cupidos del final —aseguró la docente—, y el número exacto de solistas encajaba a la perfección con el de estudiantes de cuarto año.

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“Cuando empecé a indagar sobre ella, me di cuenta de que tenía toda esta mezcla de estilos, o sea, las danzas francesas, las arias italianas, el coro a la usanza de las máscaras inglesas, los recitativos más melódicos, también al modo inglés; y me pareció una pequeña academia, cosa que a la larga ha resultado ser.

“Se los comuniqué lo más rápido posible, porque la ópera es un descomunal ejercicio de memoria. Todos: los solistas, el coro, los músicos, los directores, tienen que saberla completa, si no, no hay manera de coordinar la representación”.

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Fue así como Claudia Otero terminó interpretando a Dido, Anniel Andreu a Eneas, Diana Faife a Belinda, Andy Casanova al Hechicero, Sheyla Hernández y Helen López a las brujas, y Heydi Díaz al elfo malvado. A la vuelta de las vacaciones, ya cada uno se sabía su parte, y con eso se realizaron las evaluaciones del primer semestre, junto a los coros de la primera escena.

Una de sus protagonistas, Diana Faife, lo recuerda como una experiencia única porque, aunque antes ya habían hecho arias de manera individual, esto fue algo totalmente distinto y nuevo. “Tuvimos que ver muchísimas puestas en escena de la ópera, para encontrar un punto de partida desde el cual desarrollar nuestro personaje.

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“Creo que lo más difícil ha sido que aún estoy en el proceso de buscar mi forma de cantar, porque soy adolescente y mi anatomía se está desarrollando todavía. Yo tenía una definición como mezzosoprano, pero en esta oportunidad no he necesitado usar un color tan claro porque, aunque mi personaje es positivo, no puede escucharse tan imponente como el de Dido.

“He tenido que prepararme mucho en esos aspectos y, afortunadamente, pude recibir clases de la maestra alemana Katja Stuber, quien había interpretado también a Belinda y me dio consejos muy útiles”.

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Para Andy Casanova, quien asume el papel del capitán del barco, lo más complejo fue lograr el delicado empaste del coro, tanto entre sus miembros como a la hora de unirse a la orquesta; algo que se agravó, por los sucesivos cortes de luz que apenas les permitieron ensayar junto al clave.

Como reto personal, el joven tuvo el encarnar a un personaje negativo como es el caso del hechicero. “Aunque considero que deberían incluirse clases de actuación como parte de la carrera, el caso es que no se dan; así que tuvimos que auxiliarnos entre nosotros mismos para sacar adelante toda la parte dramática. Lo básico fue entender por completo los textos —la ópera está escrita en Inglés— y así poderlos interpretar mejor”.

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Para llevar a buen puerto la presentación de esta pieza emblemática del período Barroco, tuvieron que sumarse los esfuerzos de toda la academia con sus dos niveles de enseñanza: el elemental y el medio. También contaron con la colaboración de la Camerata José White y la coreógrafa y directora de la Compañía Danza Espiral, Liliam Padrón. Los alumnos de la especialidad de Artes Plásticas trabajaron en los decorados, y hasta los de piano se unieron a los coros.

En opinión de la profesora Vanessa, con Dido y Eneas los graduados pudieron ejecutar sus solos, pero también cantar recitativos, “que es un género dificilísimo”, acoplarse en los coros, moverse en escena, actuar, cambiar la articulación y el color de la voz. “A resultado ser el ejercicio académico más completo, si la escuela se dedicara a hacer una ópera cada año, ya sería un aprendizaje excelente”.

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Sobre el autor: Giselle Bello Muñoz

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