
Leonardo Pere, más conocido como Leleque, no es solo un payaso. Es un caminante del alma. Un artista que ha cruzado fronteras, vencido miedos, dejado atrás la estabilidad y los caminos cómodos para entregarse, con todo el cuerpo y el corazón, a lo que más ama: provocar sonrisas, sembrar preguntas, tocar la vida de otros desde la ternura.

Llegar a Cuba para participar en la XIII Jornada Internacional de Teatro Callejero no fue fácil. Estuvo a punto de no hacerlo. El dinero no alcanzaba, su hija estaba enferma, su salud también le pedía atención. Incluso el pasaporte parecía una traba insalvable. Pero cuando todo se nublaba, Leleque se habló a sí mismo, como tantas veces ha hecho. Y se aferró a esa certeza que lo ha guiado siempre: el arte que nace del alma encuentra camino.
Y lo encontró. Pidió ayuda, recibió afecto, surgieron trabajos inesperados, la salud mejoró. El deseo pudo más que el miedo.


Desde su adolescencia en Argentina, cuando prefería los títeres de la calle a los videojuegos o al fútbol, el arte fue marcando sus pasos. Lo siguió a México, donde aprendió a andar en zancos. Lo llevó por Colombia, donde eligió quedarse para ser un padre presente. Lo sostuvo cuando cambió el buceo profesional por el clown. Y lo trajo, una vez más, a Cuba. Porque aquí —dice— lo reciben con respeto, con cariño, con abrazos que no se olvidan. Porque aquí no cosecha conocidos, sino hermanos.

Leleque no busca que la gente olvide sus problemas. Busca que resistan un poco mejor. Que, al menos por un rato, puedan sacar la cabeza del agua, respirar, reírse, volver a soñar. Es un payaso con alma de mochilero y espíritu de sanador. Un hombre que cree en los sueños como brújula, en el tiempo como riqueza y en la risa como forma de comunión.

Su regreso a Cuba no fue por fama ni por contrato; fue por puro deseo. Por eso, cuando camina por las calles de Matanzas, no es un artista de paso, sino un viajero que elige quedarse, aunque sea por unos días, en el lugar donde el arte late más fuerte. Porque, como él dice:
«Si la vida te da la chance de vivir con el corazón, ¿para qué elegir otra cosa?»
¡Bienvenido de vuelta, Leleque!



