
Archivo Girón: 10 de abril de 1961: Creación de los círculos infantiles. Foto: Raúl Navarro
Mucho tiene que agradecer la mujer cubana a la genialidad de Vilma Espín Guillois. Ella se acercó tanto a sus preocupaciones y anhelos, como tan solo una líder sensible puede hacerlo. Quizás porque también fue madre, abuela, amiga, esposa y rebelde comprendió desde bien temprano el rol que estábamos llamadas a desempeñar en un proceso revolucionario (de cambio) como el nuestro.
Quizás por eso la ingeniera química puso todo su empeño en cada una de las tareas que le confió la máxima dirección del país para empoderar a la mujer. Y aunque se sorprendió tanto cuando le propusieron dirigir Radio Rebelde o fundar la Federación de Mujeres Cubanas, no se negó e imprimió el compromiso que conllevaba asumir esa responsabilidad.
Pero sí hubo una misión a la que dedicó sus más grandes esfuerzos, y que contribuyó notablemente a la alfabetización e inserción profesional de la mujer, en una época en que el 90 por ciento de la población fe- menina de Cuba se dedicaba a las labores de ama de casa, fue la creación de los círculos infantiles, idea que Fidel Castro le encomendó.
Entonces, no fue fácil, pues para emprender la iniciativa, carecían de experiencia y de presupuesto que les permitiera sufragar los gastos de construcción y sostenimiento de esas instituciones. También se hacía necesario capacitar a un personal que atendiera y formara a los niños para que las madres partieran tranquilas a cumplir con sus funciones.

“(…) Movilizamos cientos de miles de federadas en toda la Isla, organizamos tómbolas, fiestas, encuentros, todo tipo de actividades económicas para costearlos. (…), se convirtieron en albañiles, carpinteras, maestras de obra, plomera(…)”, recordaba ella misma en el libro Vilma, una vida extraordinaria.
En solo un año se prepararon más de 4 000 trabajadoras en las recién creadas escuelas de directoras, de asistentes y en los cursos de orientadoras de salud, para fundar esos centros sociales que no nacerían solo como un sitio para cuidar de los infantes con un beneficio económico para las familias, sino que brindarían una educación integral a los pequeños.
Vilma se desveló con este proyecto y lo acercó a los barrios más humildes, pensó y diseñó los pormenores más inimaginables: que ninguno tu- viera cerca de cemento, sino malla perle para que el pueblo pudiera verlos y estos, a su vez, a la gente; que las mangas de los uniformes fueran holgadas para que las seños pudieran levantarlos sin dificultades; que cada uno tuviera en sus taquillas short, pulóver, tenis y baticas.
La prima ballerina Alicia Alonso evoca aquellos momentos: “Yo vivía al lado de ella, recuerdo que decía: ‘Hay que cambiar las bañaderas, hay que ponerlas en alto por- que la muchacha que trabaja no puede estar echándose para adelante, no resiste bañar tan- tos niños, no resiste la espalda’”. De cada detalle que influyera en el desarrollo de los niños cuidó personalmente.
Narra la combatiente Electra Fernández que acostumbraba a con- versar con los pequeños, y durante una visita a un círculo le llamó la atención la ropa tan nueva que vestían, y sentada junto a ellos los elogió: “¡Hay, qué ropita más linda, qué camisita más linda, mira qué blusita tan linda! Y los de pre-escolar le respondieron: ‘Para la visita’. Y esa era su forma de estar pendiente de todo.
Han pasado varios años, y los círculos sufrieron transformaciones, muchas de ellas debido a los intempestivos cambios económicos que influyeron en la desaparición de algunas de las comodidades de que disfrutaban los infantes y en la falta de personal especializado; más, su esencia es la misma, sin hablar de los recursos que a un costo altísimo se destinan a esos centros.
Los círculos de amor que tejió Vilma han cobijado en su seno a millones de cubanitos. Muchos aprendieron a andar, tomaron la cuchara por primera vez o balbucearon sílabas en estos sitios. Y aunque en la actualidad no satisfacen la demanda de todas las madres trabajadoras, constituyen un aliciente para las cubanas.
Otra vez las gracias a Vilma y a quienes en su bregar diario, colman de amor, enseñanzas y felicidad a la esperanza del mundo.