La Colmena Occidental está enloquecida

La Colmena Occidental está enloquecida
La Colmena Occidental está enloquecida

Trump ha irrumpido en la Casa Blanca como quien abre la puerta con un patadón para causar sorpresa y conmoción. Tal es así, que hasta hizo bromas con la cobertura de CNN, usualmente muy crítica con su mensaje político y ferozmente contraria a su primera presidencia.

En primer lugar, ha proclamado a los cuatro vientos un irredentismo (expansionismo) con apoyatura en la Doctrina Monroe —estaríamos ante una versión 2.0—, manifestando insolentes pretensiones territoriales sobre Groenlandia, pretendiendo un dominio político sobre Canadá y desparramando a diestra y siniestra gestos agresivos contra Latinoamérica, como las deportaciones, las amenazas de intervención militar o el reencauzamiento de Cuba como “patrocinador del terrorismo”.

En segundo lugar, procedió desconociendo el “control” de ciertas organizaciones internacionales (creadas y financiadas por los mismos Estados Unidos en su amplia etapa librecambista), en pos de favorecer las “nuevas” decisiones autónomas de la Casa Blanca: me refiero a la salida de la OMS, de la OMC y la ruptura con el Acuerdo de París, una patada al tablero que, sin embargo, no es nada novedosa, pues lo había hecho durante la gestión inicial.

Paralelamente, Trump hizo un intento primerizo y algo torpe de “cerrar” el conflicto ucraniano, mientras bebe de las mieles de una inestable tregua israelo-palestina en Medio Oriente, que en el fondo, —ya quedó evidenciado—, se hizo para impulsar un subsiguiente “acuerdo” símil al Indian Removal Act (Ley de Traslado Forzoso de los Indios) de palestinos a Egipto y Jordania [algo que también está haciendo con los latinoamericanos indeseables].

Esto último, se emparentará tarde o temprano con el papel del Eje de la Resistencia y directamente, con Irán, con quien parece estar en una danza de confianzas y desconfianzas, dependiendo de la fortuna del Acuerdo Nuclear que tanto Washington como Teherán pretenden alcanzar, unos, para atar de pies y manos a Irán en los asuntos de influencia geopolítica, otros, para salvar la economía de los estreñimientos sancionatorios.

Last but not least, Trump hizo gestos ampulosos hacia la Corriente Neo-Reaccionaria (NRx), dominada por los popes de Sillicon Valley, cuyo abanderado estrella es nada más y nada menos que el milmillonario Elon Musk.

El neorreaccionarismo es una corriente de pensamiento político y social surgida a principios del siglo XXI, rápidamente desparramada (incluso a nivel subliminal) por las redes virtuales, que se define como refractaria de la democracia liberal [fundamentalmente contra “los políticos”, nunca contra el empresariado que se enriquece], el igualitarismo [el “Estado de Bienestar”] y el progresismo “de izquierdas”, y propone formas de gobierno más autoritarias, jerárquicas o tradicionales.

Sus emblemas ideológicos son Nick Land y Curtis Yarvin (alias “Mencius Moldbug”). Ellos han cautivado a grupos silenciosos amparados en las redes —que empiezan a masificarse y hacerse oír—, con nociones como elitismo, autoritarismo y tecnocracia. Respecto de este último concepto, tienden a consagrar el aceleracionismo tecnológico, al que creen un vector fundamental como un instrumento de conversión ideológica. Conociendo estas premisas, no es casual entonces que Elon Musk haga este tipo de “confuso” saludo…

¿Un gesto infortunado de un ignorante de la Historia o pura sintonía ideológica de un gurú transhumanista?

Ahora bien… ¿Se trata de un regreso a los fascismos de los años 30 del siglo XX? En absoluto no, pues tienen características definitorias algo diferentes y la sociedad occidental, por supuesto, no es la misma, pues ha atravesado la posguerra, el consumo conspicuo y la omnipresencia de lo tecnológico. Las sociedades actuales, lejos de aglutinarse sobre ideales políticos corpóreos, viene generando individuos cada vez más atomizados, virtualizados y alienados, perdiendo nociones como «Patria», «Nación», «Familia» o «Dios». Las agrupaciones, cuando las hay, obedecen a conceptos más líquidos.

(Generalizando), hoy la sublimación de un individuo joven promedio está en el rápido ascenso económico, pero sobre todo, en el abundante reconocimiento virtual. El éxito particular medido en clics. Ninguno sueña en convertirse en parte anónima de un conjunto que lo integre y proyecte, y las curvas de aprendizaje o los resultados del trabajo abnegado son suplantadas por la instantaneidad.

Entonces, no se trata de fascismos clásicos, que sí articulaban una misión providencial, y la suma de las partes para potenciar el todo. No existe aquí un culto desaforado (una lealtad inquebrantable) hacia el líder político, —un Führerprinzip—, ni un nacionalismo étnico, ni un afán por la “conquista” del Estado y su postrera fusión al Partido, que era el fin último del fascismo. Tampoco hay un claro corte militarista, ni un equilibrio corporativista entre capital y trabajadores… nones…

Pero sí podemos notar la creación de una otredad repelente y despreciable —básicamente cualquiera que se niegue al destino que le toca—, un romantizado pasado que esconde e incuba puro darwinismo social (o sea, creación de castas), abundante violencia verbal con apatía por la crueldad, fascinación por el transhumanismo, tendencia hacia el racismo, la homofobia y la xenofobia (dado que sus élites son anglosajonas y/o judías, con la carga inherente de tradicionalismo culturo-religioso que ello implica); todo ello, tonificado con la creación de una figura magistral, la del «gurú tecnológico», la «palabra autorizada».

El presidente argentino, Javier Milei, es un adalid de este pensamiento, cubriendo todos los casilleros citados. Desde allí construye su comunión con el trumpismo. Por supuesto, nada tiene que ver con su faz proteccionista o nacionalista. Él es un neorreaccionario apátrida como Musk. Por ello, cuando busca sintonizar, va hacia una de las faces del trumpismo (porque no puede abarcar todas). Su incendiario discurso en Davos no debe sorprender, pues tiene el plafón de Washington. Ya Milei se identificaba con Trump por las banderolas iniciales del Tea Party (denuncia de pérdida de libertades, reclamo de eliminación de impuestos [a ricos], afición por teorías conspirativas absurdas, aversión al comunismo chino, entre otras). Ahora se va completando.

Milei creó su perfil político en base a la constante, impune y desmedida provocación. Su controversial discurso en el Foro Económico Mundial de Davos no fue sin red: venía a colación de las posturas políticas anti-woke del Trumpismo y se encolumnaba ciegamente detrás, incluso, repotenciando el tono. Paralelamente y como subproducto deseado, esta “bomba de humo” permite polarizar sobre cuestiones más banales y evitar el foco sobre los gravísimos problemas económicos de Argentina.

Este neorreaccionarismo anida peligrosamente en el trumpismo de segunda etapa, muy a pesar de las recetas proteccionistas, industrialistas y anti-monetaristas, y de los guiños hacia los blue-collar workers, esos blancos empobrecidos del Cinturón del Óxido y del campo que son su base electoral.

Vamos a ver cómo se congenian esas tendencias aparentemente contradictorias: nacionalismo, aislacionismo y proteccionismo, que implica una organización estatal con fuerte liderazgo político versus tecnocracia elitista transhumanista sin Estado… pero con IA dominatrix.

Lo cierto es que, como advertí desde la primera frase de mi artículo «La “Era Dorada” de Trump», una cosa es el voluntarismo, incluso cargado de agresividad, para lo cual inmediatamente surgirán pétreos obstáculos y resistencias, y otra cosa es “hacer política”, como un camino hacia los acuerdos, los consensos, las relaciones de poder (incluso asimétricas, pero relativamente estables) y todo aquello que contribuya al “arte de la convivencia posible”.

Empecemos con el primer cruce diplomático producto de un afán de imposición estadounidense.

Estados Unidos tiene la atribución de deportar indocumentados en virtud de sus leyes. El problema no es la decisión soberana, sino las formas. Los inmigrantes no son criminales, sino infractores de la ley. Pero no han cometido un delito de gravedad, pues su mayor pecado es querer buscar una vida digna en otro territorio. Que sean retornados a Colombia en vuelos militares, esposados como terroristas de alta peligrosidad, es un abuso rayano a la humillación, no un trámite administrativo, y vulnera los derechos humanos.

Por supuesto, esta innecesaria “puesta en escena” es claramente el marco de la Emergencia Nacional declarada por Trump en la frontera sur, y que podría anticipar movimientos militares futuros hacia Venezuela y (no descartarlo) México. Asimismo, es una reafirmación de la identidad WASP, con su fobia a todo lo hispanohablante.

Ciudadanos colombianos indocumentados son deportados como si fueran criminales en un avión militar de la USAF. No solo fueron tratados así sino expuestos en fotografías como ésta. Esto es una evidente muestra de desprecio altivo y una vulneración de los derechos humanos.

Conocedor del tiro por elevación, el presidente colombiano Gustavo Petro se negó a la recepción de los aviones estadounidenses, que parecían estar depositando “escoria” en vez de estar concretando un mero trámite.

Ante la negativa de Petro —su tweet se hizo viral—, de recibir a sus conciudadanos en esas condiciones, Washington contestó con la amenaza de imponer un arancel del 25% a los productos colombianos. Pero Petro volvió sobre el particular tomando una medida espejo —amenazando con aplicar los mismos aranceles a productos estadounidenses—, preguntándose a viva voz cuánto pagarían el café los norteamericanos, conocidos adictos al brebaje. Asimismo, instruyó a su cancillería a retornar a los inmigrantes en aviones de la Fuerza Aérea Colombiana.

Deportados colombianos vuelven a Bogotá en condiciones dignas. Aquí mientras desembarcan de un Boeing 737-400 de la Fuerza Aérea Colombiana, con asientos adecuados para pasajeros.

Que conste. Colombia no se negó a recibir a sus indocumentados, pues entiende y reconoce que es una atribución de los Estados Unidos, en virtud de sus leyes. Colombia se negó al trato indigno de sus compatriotas. Y eso fue un triunfo político de Petro, quien no aceptó tampoco la amenaza de sanciones arancelarias como “moneda de cambio” de la humillación. Sin embargo, las huestes de la colmena mediática festejan el “recule” de Petro y el notable triunfo de Trump.

En efecto hay un “triunfo”: el de la apariencia sobre la sustancia, el de la narrativa sobre la realidad, y (en definitiva) el de la autodestrucción sobre la autoconservación.

De manera parecida, pero con menos alharaca, el gobierno de Lula planteó protestas oficiales por los canales diplomáticos y también envió un avión propio a recoger a sus conciudadanos, luego de advertir que los primeros deportados brasileños que llegaron a Manaos lo hicieron con esposas y grilletes, como si se tratara de delincuentes peligrosos.

Llama la atención que no haya, al menos por ahora, deportados de naciones consideradas «aliadas» (léase, vasallas, políticamente genuflexas) como Argentina o Chile. Por consiguiente, se evidencia un sesgo ideológico en este tipo de demostraciones reluctantes.

Pasemos a Europa.

Se nota que impera en el Viejo Continente un estado intermedio entre paranoia, incertidumbre, desesperada sumisión y bríos de imperialismo retrógrado, de todo un poco y simultáneamente, como un alocado cambalache.

Un punto sensible es la avanzadilla sobre Groenlandia, un inmenso territorio americano que pertenece desde larga data al reino de Dinamarca.

Ese país nórdico, si bien tiene una economía ordenada, para nada tiene peso global, ni militar ni demográfico. Cuando en 1940, la poderosa Alemania de Hitler decidió invadirla por cuestiones geopolíticas, prácticamente no hubo resistencia. Salvando las distancias, es improbable que Dinamarca ejerza ahora demasiada oposición si Estados Unidos pretende con ahínco los territorios groenlandeses.

Por ahora, Dinamarca no tiene más que intentar negociar y mostrarse como un buen aliado de Washington, como de hecho, siempre fue. Recordaremos cuando se dedicó a espiar en nombre de la CIA a los dirigentes europeos (y nunca pidió perdón por ello).

Pero calmar con lealtades a Trump parece ser hasta contraproducente. Y algunos atrevimientos empiezan a surgir desde las gélidas tierras árticas: el primer ministro de Groenlandia, Múte Bourup Egede, afirmó delante de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, que estaría dispuesto a buscar la independencia y luego hacer un referéndum para decidir pertenecer a Estados Unidos. Literalmente expresó: “No queremos ser daneses. No queremos ser estadounidenses. Queremos ser groenlandeses… por supuesto es el pueblo groenlandés el que decide su futuro.”

El Boeing 757 de librea inconfundible llega al aeropuerto de Nuuk, Groenlandia, con Donald Trump Jr. y algunos asesores personales, el martes 7 de enero de 2025, en simbólica visita.

Entre consternado y desesperado, el reino danés fue en búsqueda de respaldo en la UE. En tal sentido, el canciller alemán Scholz advirtió que «la inviolabilidad de las fronteras es un principio fundamental del derecho internacional» (algo que Alemania no respetó con Kosovo, por ejemplo), mientras que el ministro de Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, fue realmente lejos al ofrecer desplegar tropas en Groenlandia en respuesta a las amenazas estadounidenses. ¿Pero qué puede hacer un eje francoalemán absolutamente deslegitimado y desmoronado?

Ironías del destino, la UE se supeditó económica, política y culturalmente a Estados Unidos, creyendo en la “próxima invasión rusa”… pero quienes ahora ansían y le disputan sus territorios son los “aliados” estadounidenses.

El “Deep State europeo”, compuesto esencialmente por políticos de raza, burócratas, comités y lobistas, una especie de masonería antidemocrática comprometida tanto con la membresía («la federación») como con los lazos transatlánticos (OTAN), se ha encargado de vaciar de soberanía a las naciones y de alinearse ciegamente a los preceptos de la política exterior de Washington; germinando como un hongo parásito de la alianza entre demócratas y neoconservadores.

La presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, y el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, que en su momento fue del “jardinero” Josep Borrell y hoy es la irritante rusófoba Kaja Kallas, se han vuelto figuras centrales, superando a los jefes de gobierno y de Estado de las naciones-miembro.

De igual manera, el Secretario General de la OTAN, hoy Mark Rutte, que en su momento era una mera figura decorativa, ahora tienen una centralidad apabullante.

Estas autoridades supremas, ¡no votadas!, sujetas a cero control por parte de los países representados, se han cohesionado absolutamente con las élites straussianas estadounidenses, convirtiendo a todo un continente en un instrumento de apoyo a la planificación geopolítica de Washington. ¡Pero ahora no saben bien donde posicionarse!

Úrsula von der Leyen, por ejemplo, acaba de afirmar en el Foro de Davos que la Unión Europea es una potencia económica que puede mirar hacia a otros socios más allá de Estados Unidos. 

En Davos, la presidente de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen sostuvo que la UE tendrá una actitud “pragmática” ante la nueva Administración Trump. Esto significa, por oposición, que antes la UE adoptaba una actitud “dogmática”.

La nueva administración estadounidense no tiene ninguna intención de sumar a la UE como un aliado —¡para qué, si ya la tiene de rehén!—, y parece decidida a expresar escandalosamente un imperialismo irredentista, mientras filosóficamente hablando aborrece “sus principios” wokistas. La (posible) retirada (del apoyo de) de Estados Unidos de Ucrania deja a la dirigencia europea en una situación de franca inutilidad, pues lo habían dedicado todo a su rol de mayordomía. Ahora temen quedar ante el abismo de tener que enfrentarse en solitario a los rusos.

Allí vemos, por ejemplo, la no-respuesta del secretario de Estado Marco Rubio a la invitación diplomática de Kaja Kallas —que es decididamente pro-americana —, para que asistiera a una reunión de cancilleres europeos con el fin de mejorar las relaciones. Hasta hace unos días, Biden propiciaba caricias para lograr la mansitud de la comandancia europea; pero Trump aplica sadomasoquismo.

El presidente ruso Vladimir Putin dijo que los europeos se han subordinado a tal extremo a la política estadounidense que si éstos decidieran colgarlos solo harían una pregunta: “¿traemos la cuerda o nos la dan ustedes?”

Curiosamente, dirigentes como el húngaro Viktor Orbán y el eslovaco Robert Fico (se pronuncia “Fitso”) parecen ser los únicos rebeldes al yugo europeo, e incluso, a los mandatos de la OTAN, negándose a enviar armamento a Ucrania.

Ambos pretenden tener relaciones comerciales y culturales abiertas con Rusia; ambos, además, fueron los únicos que visitaron Moscú para entrevistarse con Putin en plena guerra subsidiaria en Ucrania, con el objeto de destrabar asuntos de provisión energética. Incluso Orbán hizo una gira de paz, en carácter de presidente del Consejo Europeo (no confundir con la Comisión), ante el advenimiento de la presidencia de Trump, el 5 de julio de 2024.

Siempre me pregunté cómo los países de Europa del Este, de idiosincrasias tan diferentes a los del Oeste, y con culturas más feudales —ello se ve patente en la novela Bram Stoker’s Dracula—, y hasta sovietizadas, se inclinaron aceleradamente por el formato de democracia liberal tras la caída del Muro y las adhesiones a la OTAN/UE. No resulta casual que allí se diera la mayor cantidad de Revoluciones de Color…

El presidente eslovaco Robert Fico y su homólogo húngaro han coincidido en una reunión en Bratislava este 21 de enero de 2025.

No sorprende, por lo tanto, que sean justamente dos países europeo-orientales, bajo los líderes citados, quienes se manifestaron abiertamente en contra de la utilización espuria del ariete ucraniano e intentaran rescatar de la ignominia los secuestrados intereses de la UE, buscando democratizar las decisiones —aunque paradójicamente los acusen de “autócratas”—, y rescatar el vínculo con Rusia para eficientizar sus industrias.

Pero durante la Administración Blinken (perdón, Biden) la idea era justamente desconectar Europa de Rusia, y lograr una dependencia —en todo sentido, incluso económico—, con las élites estadounidenses.

La hidalguía de Fico denunciando todo esto lo llevó a soportar un atentado contra su vida (ver «Eslovaquia desafía el consenso energético contra Rusia») y ahora está siendo sacudido por “marchas espontáneas” que solicitan ser “parte de Europa” como un calco de las de Georgia, evidentemente estimuladas por ONGs (que obedecen a USAID y NED) que el mismo Fico quiso restringir por ser sospechosas de operar para intereses extranjeros.

En simultáneo, la oposición (atlantista) eslovaca trató de presentar a lo largo de la semana del 20 de enero una moción de censura contra el primer ministro, aunque finalmente no logró los votos suficientes para su aprobación. Fico jamás renegó de la UE ni de la OTAN, pero sí manifestó reticencias puntuales sobre su funcionamiento.

Para dar más rareza a todo esto, Orbán y Fico se sienten convocados con las posturas anti-woke de Trump y confían en que pueda definitivamente cerrarse la herida ucraniana.

Respecto de la tiranía de Kiev, la suspensión momentánea (durante 90 días) de la ayuda externa estadounidense pareciera ser un “guiño” para que Rusia tome algunas ventajas en el campo de batalla, aun cuando Trump haga pantomimas contra Moscú de que se verá obligado a sancionarla enérgicamente si no acude a la mesa de negociaciones de manera urgente.

Donald Trump tiene una pésima relación histórica con Zelenski, después de que el ucraniano se negara a enviarle información sobre las actividades ilegales de Hunter Biden. Por el contrario, eso le valió un impeachment que le trajo no pocos problemas. Así que el asunto también es personal.

A sabiendas de que su destino está sellado, Zelenski quema naves intentando ampararse en la burocracia europea, demonizando todo el tiempo a Rusia y tendiendo la falsa amenaza de que Rusia se “fagocitará todo”. ¡Hasta rogó que los países europeos gasten 5% del PIB en Defensa!

Como acto de hipocresía y cinismo ilustrado, aun a pesar de su condición de judío, Zelenski visitó Polonia para participar en los actos conmemorativos del 80º aniversario de la liberación de Auschwitz. Gran cantidad de ucranianos, especialmente los del oeste y centro, fueron partícipes de la abyecta criminalidad nazi y muchos incluso fueron guardianes de campos de concentración. Hoy, además, algunos elementos radicalizados de sus fuerzas armadas se inspiran en la organización y simbología nazi de la SGM, y tienen por héroe nacional a Stepan Bandera, un nazi definitivo. ¡E incluso recordaremos a Zelenski, en la progresista Canadá, aplaudir a un SS Galitzien de 98 años! (ver «Estadista mata publicista»).

A Polonia, como era de prever, no fue invitado ningún mandatario ruso… aunque fueron los rusos quienes liberaron el campo de Auschwitz y quienes realmente propinaron la derrota fatal —muy a pesar de los que sostenga Trump y la propaganda Hollywoodense—, a la Alemania hitleriana. (Para mayores colmos, fueron invitados los reyes Borbones de España… aliados silenciosos del Adolf Hitler).

¿Se entiende por qué digo que la Colmena enloqueció?

Volodimir Zelenski haciendo su show con asuntos serios.

Asimismo, Putin declaró que no se sentará a negociar con Volodimir Zelenski, básicamente, porque tiene el mandato cumplido y es un representante ilegítimo. Como si fuera poco, como esas personas que disfrutan del “te lo dije”, Putin sostuvo que en su momento aceptó reunirse personalmente con Zelenski para poner fin a la guerra, pero que el mandatario ucraniano «buscó consejo» en sus aliados y se autoimpuso la prohibición de negociar con los rusos.

Recordó que el primer ministro británico Boris Johnson llegó a Ucrania “probablemente por orden de Biden” y le dijo que luchara “hasta el último ucraniano” (refiriéndose al acuerdo que se había alcanzado en Estambul el 30 de marzo de 2022 que habría permitido que Ucrania conservara todo el territorio que tenía antes de febrero de 2022 a cambio de una garantía de neutralidad y la prohibición de unirse a la OTAN).

El presidente ruso Vladimir Putin hizo declaraciones contundentes que marcan los axiomas de cualquier negociación futura posible.

Con esta sencilla “puesta en escena” desde un automóvil oficial de la presidencia, Putin puso las condiciones de base para sentarse nuevamente a negociar: (1) Zelenski no es un interlocutor (2) Los negociadores deberán salir de la Rada Suprema (3) Occidente, en particular el eje anglosajón, debe aceptar su culpabilidad en el sostenimiento de la guerra (4) Deberá tenerse en cuenta de manera ineludible, perfecta y taxativa los intereses de seguridad de Rusia y las circunstancias sobre el terreno.

Extraoficialmente se dice que Donald Trump pretende lograr el fin de las hostilidades para el 9 de mayo, lo cual sería un espaldarazo histórico para Moscú, pues se trata justamente del Día de la Victoria contra el nazismo, ampliamente conmemorado en toda la Federación y en muchos países constitutivos de la ex URSS.

Se cree que Trump discutirá su plan primero con Putin (obviamente). Quizás por ello el presidente ruso “liberó” muy convenientemente su opinión a un periodista.

El principal escollo sería el despliegue de fuerzas de paz occidentales (inglesas o francesas, o sea, veladamente beligerantes) en Ucrania, algo que Kiev exige —suponiendo que está en condiciones de exigir algo—, Moscú rechaza y Washington solo aceptaría para conformar a la colmena europea.

Como mecanismo, Kiev debería cancelar el decreto que prohíbe las negociaciones con Moscú (y asignar negociadores admitidos) y Washington celebraría una reunión en la primera quincena de marzo, que podría ser trilateral (con tres mandatarios juntos, aunque no Zelenski) o dos bilaterales (por separado).

Pero… para que ello pueda suceder, Rusia y Ucrania deberían coincidir en seis puntos (que esboza Estados Unidos):

  1. Ucrania no debe entrar jamás en la OTAN y debe declararse neutral. La OTAN debe declarar que se prohíbe su ingreso en una cumbre, de manera pública y formal.
  2. Ucrania puede ingresar en la UE. Sería en 2030, y el bloque comunitario asume los costes de su reconstrucción. Se libera a Rusia de las (alguna vez pretendidas por Occidente) indemnizaciones de guerra.
  3. Ucrania no renuncia a sus Fuerzas Armadas y Estados Unidos puede seguir proveyendo material bélico y entrenamiento.
  4. Ucrania no reconoce los territorios reunificados por Rusia en 2022 y 2014, pero renuncia a recuperarlos.
  5. Levantamiento parcial de sanciones inmediatamente, levantamiento total a lo largo de un periodo de 3 años e impuesto temporal de Europa a la energía de Rusia para restaurar Ucrania.
  6. Relegalización de los partidos políticos ucranianos que defienden la lengua rusa y la coexistencia pacífica con Rusia.

Visto a vuelo de pájaro, Moscú por supuesto suscribiría el punto 1 y 2, probablemente suscriba el punto 4 (no necesita el reconocimiento de Kiev, sino que no intente recuperar los territorios por la fuerza), probablemente acepte con modificaciones los puntos 5 y 6. Evidentemente, esos puntos están hechos para acercar la posición rusa.

Sin embargo, el punto 3 no es coincidente con el objetivo de desmilitarización planteado inicialmente por el Kremlin y que fue uno de los leitmotiv de esta guerra. Y claramente es fundamental hallar el interlocutor específico, legalmente hablando, que no se articule luego como un ardid técnico (recordemos los infames Protocolos de Minsk I y II, arteramente violados por Kiev, Berlín y París) para desconocimientos a futuro.

Desesperado por no salir en la foto y pasar a la cloaca de la Historia, Volodimir Zelenski ahora aclara que el decreto que impide negociar con los rusos (para continuar la guerra a toda costa, su objetivo largamente ansiado, que ahora se extingue por falta de apoyo occidental) lo excluye como presidente (de mandato cumplido) ucraniano. Nótese que RT lo caratula como «líder del régimen ucraniano», no como presidente en funciones.

Toda esta situación pone los nervios de punta a la cúpula berlinesa. El canciller Olaf Scholz, luego de su vergonzoso silencio 1 por el sabotaje de los gasoductos Nord Stream 2 —un acto de guerra infame de Estados Unidos contra tres miembros de la OTAN, Alemania, Francia y Países Bajos—, se jugó abiertamente por la línea Biden, el compromiso con la “democracia” ucraniana y la guerra contra Rusia.

Todas sus iniciales (y naturales) reticencias a seguir la campaña guerrerista de Washington pronto se vieron acalladas y el sueño de una Alemania pujante e industrial, funcionando gracias al gas barato y abundante de Yamal, quedó trunco. La ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, la harpía del «semáforo» (coalición gobernante), del alguna vez ecologista Die Grünen (devenido ahora en atlantista), fue una pieza fundamental en la consolidación de la visión rusófoba 3. Scholz pronto se convirtió en el perro faldero de Biden y accedió incluso a enviar sus tanques Leopard para la contraofensiva de verano del 2023, que finalmente resultó ser un fiasco absoluto.

Resumiendo: Scholz y sus aliados han enviado a Alemania por el desfiladero. La desindustrializaron, sometieron a su economía en una espiral descendente, y encima han perdido peso político. Apretado por Estados Unidos y sus “agentes internos”, Scholz decidió poner la imagen enemiga de Rusia como piedra angular de su propia existencia. ¿Y Alemania qué?

Así le fue… el 16 de diciembre de 2024 perdió una moción de confianza ante al Bundestag y este 23 de febrero habrá elecciones generales anticipadas… donde partidos como Alternative für Deutschland, que ya tuvo buenas elecciones europarlamentarias y para gobernadores de Turingia y Sajonia, se perfila con perspectivas.

Este 18 de enero de 2025, la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, reaccionó con dureza a la decisión del canciller Olaf Scholz de bloquear un nuevo paquete de ayuda de € 3.000 millones para Ucrania y abandonó intempestivamente la reunión.

De hecho, este 25 de enero, Elon Musk dio su apoyo por videoconferencia al AfD refiriéndose al “orgullo de ser alemán” y “al multiculturalismo que lo destruye todo”, en el marco de la campaña.

El fotógrafo ubicó el momento perfecto en que una bandera simula un bigote hitleriano en el rostro eufórico de Elon Musk, en el mitin del AfD del 25 de enero, donde apareció en videoconferencia.

El vendaval trumpista está definitivamente operando en las elecciones europeas, especialmente, del país (aún) más poderoso de la Unión, Alemania (y luego hablan del injerencismo ruso…)

Pero una vez más la verdad debe ser dicha: no se trata de un revival nacional-socialista como el surgido revolucionariamente en los años 1930, más allá de algunas reminiscencias. Se trata del auge del neorreaccionarismo, que detesta tanto la democracia liberal como el Estado de Bienestar, y brega por una sociedad autoritaria, jerárquica y tradicionalista. Por eso Musk sugiere combatir el multiculturalismo… algo que podrían suscribir los sionistas-revisionistas en el poder actualmente en Israel. ¿O acaso Trump y Musk no se llevan de maravillas con Netanyahu y compañía?

A propósito… Alice Weidel, copresidente del AfD afirmó que “Hitler no era conservador, era socialista. Desde la confiscación de bienes hasta la masacre de judíos, todas eran acciones socialistas. Incluso hoy, los izquierdistas en Alemania son los que apoyan a Hitler contra Israel”.

Aquí no hay contradicciones. Aquí hay felices coincidencias. Y si existe un mar de confusiones, es porque se está tejiendo una red de nacionalismos “de derecha” donde el sionismo israelí es bandera transversalizada.

A propósito, Netanyahu visitará a Trump el 4 de febrero, convirtiéndose en la primera visita oficial desde que asumió el cargo presidencial. Nadie duda que Irán, Líbano y Gaza estarán en la agenda. Respecto de la última, donde por ahora rige una tregua, ya se ha adelantado la intención oficial del mandatario norteamericano de expulsar a los palestinos hacia Egipto, Jordania e Indonesia.

En cuanto a la faz tecnócrata de la que hablé al principio, China, que siente (y con razón) que será el principal objetivo del bullying estadounidense, ha lanzado un órdago al corazón de los gurúes de Sillicon Valley, afirmando que está preparada para la refriega en el marco de la IV Revolución Industrial.

Hace días, ha presentado la aplicación DeepSeek, un chatbot de bajo costo que ha superado a rivales como ChatGPT, de OpenAI, para convertirse en la aplicación gratuita más descargada… ¡en Estados Unidos!

Un orgulloso presidente chino Xi Jinping muestra un muñeco de ballena azul, el símbolo de Deepseek, mientras el presidente estadounidense Donald Trump llora detrás. Como no podía ser de otra manera, se trata de una imagen evidentemente creada por IA.

Esta irrupción 4 hizo que gigantes tecnológicos estadounidenses, como los fabricantes de chips Nvidia, Microsoft y Meta, vieran caer estrepitosamente el precio de sus acciones. ¡That’s geopolitics baby! (too)

Para colmos, el chatbot chino se desarrolló por una fracción del costo de sus rivales 5, lo que plantea interrogantes sobre el futuro del dominio de Estados Unidos en materia de IA y la magnitud de las inversiones que las empresas estadounidenses están planeando.

Donald Trump se sintió molesto espetando: “El lanzamiento de la IA de DeepSeek por parte de una empresa china debería ser un llamado de atención para nuestras industrias de que debemos concentrarnos en competir para ganar porque tenemos a los mejores científicos del mundo”.

De manera sigilosa y sin altisonantes declaraciones, China ha dado no solamente una muestra de su tecnología de punta… sino que ha brindado un código abierto… un metamensaje para un Estados Unidos proteccionista y enfocado en el pensamiento compartimentado de la Guerra Fría.

(Por: Christian Cirilli/Tomado de su blog La Visión)


  1. En la conferencia de prensa conjunta entre el presidente estadounidense Joe Biden y el canciller alemán Olaf Scholz del 7 de febrero de 2022, el primero reconoció abiertamente que “si Rusia invade, y eso significa tanques y tropas cruzando la frontera de Ucrania, ya no habrá un Nord Stream 2, le pondremos fin.” Para luego acotar: “Les prometo que seremos capaces de hacerlo”. Scholz simplemente calló obedientemente. El 22 de septiembre, un sabotaje que apunta a la implicación estadounidense y noruega dinamitó tanto el Nord Stream 2 como el Nord Stream, dejando a Alemania sin abastecimiento de gas natural directo desde Rusia. ↩︎
  2. El presidente del comité de Inteligencia del Bundestag alemán, Konstantin von Notz, perteneciente al atlantista Partido Verde, terminó concluyendo que el sabotaje del Nord Stream probablemente fue llevado a cabo por un “actor estatal o cuasi estatal”. ↩︎
  3. Su paroxismo fue alcanzado cuando decidió desconocer a Putin como presidente luego de su exitosa elección de fecha 18/03/2024, donde alcanzó 87,28%. ↩︎
  4. Marc Andreessen, inversor de capital riesgo en Silicon Valley y asesor de Trump, describió a DeepSeek-R1 como el “momento Sputnik de la IA”, haciendo referencia al satélite lanzado por la Unión Soviética en 1957. ↩︎
  5. DeepSeek funciona con el modelo de código abierto DeepSeek-R1, que según sus investigadores, costó unos US$ 6 millones, una minucia comparado con los miles de millones que gastan sus rivales. ↩︎

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