Enero de 1959 fue el momento del gran salto en la Historia de Cuba, cuando una Revolución triunfante asumía el poder y comenzaba un proceso de transformaciones en la sociedades de profunda significación. Al frente de aquel extraordinario acontecimiento estaba quien ya se apreciaba como líder indiscutible: Fidel Castro Ruz, a quien el pueblo llamaba solo Fidel, y lo tuteaba, en un lenguaje muy coloquial, respetuoso pero muy afectivo, muy cercano.
Fidel, desde ese primer año, recorrió muchos lugares de Cuba, en especial visitó zonas que habían estado preteridas en lo social y una de ellas fue la Ciénaga de Zapata. Su primera visita la hizo el 16 de marzo y volvió el 23 de ese mes lo que fue reflejado en la prensa, con imágenes del líder junto al capitán Antonio Nuñez Jiménez y algunos integrantes de la Comisión Nacional de Fomento en la segunda ocasión.
Un periódico de extrema derecha como el Diario de la Marina reportó la primera visita y el proyecto anunciado por Fidel de que, en un año, la Ciénaga sería “el Granero Nacional”. Era un hecho de gran impacto por su absoluta novedad, ya que el Primer Ministro del país conversó con los cenagueros, en su mayoría dedicados al carbón, a quienes preguntó por los detalles de la zona y de la vida de sus habitantes; el 23 de marzo volvería con nuevas interrogantes y proyectos para mejorar las condiciones de la Ciénaga y sus habitantes. Entonces, la revista Bohemia publicaba esa novedad con un escrito de Núñez Jiménez, graficado con fotos donde aparecía Fidel caminando “entre las tembladeras de la Ciénaga” y diciendo que allí “crearemos la Arrocera Nacional”. No obstante el impacto de esas visitas, lo acontecido el 24 de diciembre de ese propio año tendría mayor repercusión, pues sorprendió al país en su conjunto.
El primer 24 de diciembre de la Revolución se vio como “la Nochebuena de la libertad”, pues el país vivía inmerso en la alegría del cambio revolucionario, donde ya se había aprobado la Ley de Reforma Agraria -la más significativa de las leyes revoluconarias de ese año- y se aprestaba a una celebración en ese ambiente; entonces se supo la gran noticia: el líder, el Primer Ministro, Fidel, estaba celebrando la cena tradicional en la Ciénaga de Zapata con familias del lugar.
Durante el día 24, Fidel recorría zonas del sur matancero junto a otros compañeros como Celia Sánchez y Antonio Núñez Jiménez; pero de manera sorpresiva, arribaban en helicóptero al caserío de Soplillar donde humildes familias se aprestaban a su cena. Allí estaba el carbonero Rogelio García con su esposa y sus siete hijos que vieron, al igual que el vecino Carlos y su familia, el aterrizaje y a quienes llegaban de manera inesperada.
Bohemia publicó una foto con los visitantes en torno a una mesa con los vecinos del lugar disfrutando la cena, con un pie de foto que decía: “La cena con los trabajadores del carbón de la Ciénaga de Zapata es la que prefirieron en Nochebuena Fidel Castro, Celia Sánchez, el titular de Agricultura Pedro Miret y el capitán Antonio Núñez Jiménez, director del INRA”, estos últimos con sus esposas, y calificaba el hecho de “exponente de la Cuba nueva: gobernantes y pueblo mezclados libremente, sin formalismos ni arreglos previos” y afirmó que niños “de la región más castigada por la miseria y la injusticia social” contemplaban sin saberlo “el nacimiento de una época”.
Núñez Jiménez narró ese momento y la cena que compartieron en su libro En marcha con Fidel en el tomo correspondiente al año 1959, bajo el título “La Nochebuena de los carboneros”. Aquí, Núñez narra la diferencia que ya existía en la vida de esos carboneros después del triunfo revolucionario, en comparación con los tiempos anteriores, el recorrido de Fidel por Matanzas, así como su respuesta a la pregunta de a donde iban: “Con los caboneros, a cenar con ellos” y entonces el vuelo en el helicóptero. Según ese relato, más de una docena de niños con sus padres salieron a recibirlos sin suponer quiénes llegaban.
Los recién llegados se sentaron debajo de un árbol donde sentían el olor al puerco que se asaba a la manera de la región. Entonces llegó el camionero Felipe Socorro con su guitarra, a quien se unió Pablo Bonachea con una botella y una cuchara como instrumento musical para formar un dúo que alegró a todos. Pablo entonces improvisó:
Ya tenemos carretera
Gracias a Dios y a Fidel,
Ya no muere la mujer
De parto por donde quiera.
Con tu valor sin igual
Gracias, Fidel Comandante,
Tú fuiste quien nos liberaste
De aquel látigo infernal.
Atraídos por la música y la visita llegaron otros vecinos y José Caballero saludaba a los de verde olivo y dijo: “¡Qué diferencia! Hace un año los amarillos vinieron a llevarme la lechona y me mataron a un sobrino que todavía nadie sabe dónde lo enterraron. Señores, ¡esto ha vuelto a nacer!” Núñez Jiménez narra cómo Fidel conversaba, por lo que un carbonero comentó que “Fidel goza en el monte como el venado”. Antes de las doce ya estaban todos sentados en una mesa de rústicas tablas y entonces, en su narración, Núñez Jiménez concluye:
La relación directa con este pueblo de carboneros, que le demuestran una cercanía casi familiar y una comprensión de sus sentimientos, azuzan tal alegría en Fidel que nos conmueve a todos. Pienso que al tocar Fidel en el mismísimo fondo de su pueblo, al reunirse con estos hombres, mujeres y niños para festejar la Nochebuena, muestra su profundo amor por los humildes, que lo hermana a Martí.
Esa fue la primera Nochebuena de Fidel al triunfo de la Revolución.