Sobre cómo el mambo hunde sus raíces en lo más profundo de la historia musical matancera y bebe de las fuentes de la rumba y el danzón, trató la conferencia de la Dra. María Victoria Oliver Luis, como parte de las actividades de la Ruta del Mambo, una extensión del festival Habana Mambo que se desarrolló en la capital.
Justamente este 11 de diciembre, aniversario del natalicio de Dámaso Pérez Prado, llegó por primera vez a la urbe yumurina este evento que auspicia la Casa Mambo y que tiene como objetivo abordar el popular ritmo cubano desde todas sus aristas. A la celebración se unieron la Banda Provincial de Conciertos y Atenas Brass Ensemble, los cuales ofrecieron una pequeña presentación en los portales del Teatro Sauto.
Para la musicóloga Cary Diez, coordinadora del programa académico del Festival, la inclusión de nuestra ciudad no resulta fortuita: “Aquí nació y se educó su creador, pero además confluyen muchas de las expresiones que integran ese gran complejo genérico que es el mambo. Matanzas es un hervidero de grandes ramas de nuestra cultura, siempre fue un lugar de arte y espiritualidad”.
En la opinión de la Dr. Oliver Luis, los orígenes de esta música pueden situarse muy atrás, desde el primer danzón, Las Alturas de Simpson, de Miguel Failde, pasando por incontables creadores que aportaron, hasta la incorporación del montuno en 1910, por Odilio Urfé, primera simbiosis entre danzón y son. “A fines de la década del 30 del siglo XX, estamos hablando del danzón de nuevo tipo o nuevo ritmo, y después del mambo”.
“La historia musical es un proceso en el que van evolucionando las características que dan lugar a un género, y en este caso debemos tomar en cuenta sus antecedentes. Matanzas participó del danzonete, con Aniceto Díaz; tuvo una voz representativa en el danzón cantado, con Barbarito Diez; y recibió los aportes de Arsenio Rodríguez a la transformación del concepto de conjunto.
Según esta investigadora, Pérez Prado es parte de ese ambiente musical, se formó en las clases de piano de María Angulo, una de las más importantes profesoras de la ciudad, y en las de Rafael Somavilla Pedroso (padre de Rafael Somavilla, compositor y director). Luego, hizo arreglos para la Orquesta Casino de la Playa y la Sonora Matancera ,en los que ya aparecen sonoridades que definirán su creación.
“Conjuga en su mambo toda una historia musical, y ahí están los antecedentes: los hermanos López, Arcaño y sus Maravillas, Bebo Valdés, El Niño Rivera, una serie de compositores de la época que igualmente trataron de hacer de la música bailable algo distinto.
“Tampoco puede sustraerse de la influencia afrocubana. En mi opinión, su importancia está en haber llevado el concepto del guajeo del montuno del son a las franjas tímbricas más importantes y representativas de esa música, con un nivel de polirritmia extraordinario, donde escuchamos trompetas, saxofones, el bajo con la percusión; ahí están los tres estratos tímbricos.
“De sus contemporáneos, el matancero asume las esencias armónicas —apunta la especialista—, no es la armonía tradicional cubana, sino una armonía abierta, con disonancias y la utilización de elementos propios del jazz. Cambió la estructura interna de la jazzband, le puso dos altos, un tenor y un barítono, cinco trompetas, utilizó las pailas, herencia de la charanga cubana. Esa ruptura no fue entendida ni aceptada en su momento, de tal manera que en 1947 tuvo que abandonar la Isla”.