Foto: Ramón Pacheco Salazar
Zoraida Domecq Cardenal, una longeva de 84 años, guarda muchísimos recuerdos de su larga vida, incluidos aquellos momentos en los que las múltiples necesidades económicas la condujeron por diversos caminos para ganarse el pan nuestro de cada día.
Nacida en Matanzas, es parte de una familia numerosa y muy querida por toda la comunidad yumurina, conformada por cuatro hermanos, de los cuales era la única mujer, por lo que fue mimada por estos varones.
Aunque más de ocho décadas pueden representar demasiado tiempo, Zoraida mantiene una vitalidad fuera de lo común y una memoria prodigiosa, con la cual respondió cada una de mis preguntas como si lo estuviese viviendo.
—¿Te gusta el deporte?
—Sí, el deporte siempre me ha gustado, desde pequeña, pero en aquellos tiempos se practicaban pocos deportes. Los más conocidos eran boxeo, lucha libre, todos profesionales, y por supuesto el béisbol. Solamente la gente pudiente podía practicarlos.
—¿Cómo llegaste a ser anotadora de béisbol?
—Bueno, eso se lo debo a mi padre Felipe Domecq Berrier. Él era anotador oficial y me llevaba a participar en los encuentros de pelota que se desarrollaban aquí en Matanzas, y me ponía de auxiliar. Cuando le pagaban, yo también recibía mi recompensa y eso ayudaba al sostén de la casa. “Pasado el tiempo, él me iba enseñando todos los detalles que requería una hoja de anotación, hasta que aprendí todo lo necesario, poco a poco, y lo comencé a hacer sola, perfectamente”.
—¿Cuándo fue que anotaste por primera vez?
—Eso fue en 1956, en una Liga infantil en la que se jugaba doble jornada los sábados por la tarde, en el terreno de la Rayonera. Era un certamen bien organizado, en las categorías de 11 a 13 años de edad, y lo que más me gustaba eran los colores de los trajes.
“Todavía recuerdo algunos nombres de equipos e, incluso, de jugadores. Entre ellos te puedo mencionar El Copey, que vestía de blanco con letras y casco azul.También estaba El Firestone, El Bohemia con uniforme gris y letras azul oscuro.
“En ese último equipo jugó Enrique Amorós Hernández y mi hermano Felipito Domecq. Muchos otros vienen a mi mente como si volviese a vivir aquellos momentos de felicidad absoluta”.
—Luego de este estreno, ¿en cuáles torneos participaste?
—Anoté los campeonatos prejuvenil y juvenil que se efectuaban en el Parque René Fraga, mientras que la Liga Amateur, en la cual también participé, tenía como sede el Palmar de Junco.
—¿Cuál competencia preferías anotar?
—Yo las disfrutaba todas, me apasionaba lo que hacía; pero la Liga Amateur era mi preferida, porque en ella jugaban mis dos hermanos Felipe y José. Eso fue en1960, que ellos representaban al conjunto de Acueducto, que eran los campeones regionales. Todavía no existía en Inder, y en aquella época el ente rector se denominaba Dirección General de Deportes. En estos campeonatos participaban varios equipos con calidad y mucha preparación.—Háblame un poco de tus hermanos que fueron destacados peloteros.
—Felipe comenzó con 13 años y se desempeñaba muy bien en casi todas las posiciones, además de ser muy rápido y que sobresalía en el robo de bases. Pasó por varias etapas, hasta que fue a jugar a México con los Pericos de Puebla, donde aparecía entre los más destacados de la Liga.
“Al poco tiempo, firmó en las Grandes Ligas, pero el racismo imperante en ese entonces le impidió desarrollarse y volvió a México. También jugó en Cuba en varias ocasiones.
“Su retiro se produjo muy temprano, en mi opinión le quedaba mucho todavía por demostrar en el campo de juego. Una vez fuera del béisbol activo, se dedicó a captar talentos entre los niños de las escuelas estadounidenses.
“En cuanto a José, puedo decir que es uno de los más grandes peloteros que ha dado nuestra provincia. Comenzó con 11 años en la Liga de los Cubanitos, como primera y segunda base, y también lanzador, donde se destacó.
“Luego pasó por las ligas juveniles hasta el Amateur, representando al equipo de Acueducto, donde, por su grandes cualidades, en 1961 firmó con las Ligas Menores, en las cuales permaneció hasta 1963.
“En esa misma fecha subió a Las Mayores, tenía solo 18 años. Pasó por varios equipos, ganó cuatro Series Mundiales, destacándose como bateador. En el 2019 fue exaltado al Salón de la Fama de las Grandes Ligas, y el año pasado al del Palmar de Junco”.
—Para finalizar Zoraida, ¿por qué dejaste de anotar partidos de béisbol?
—Bien, el problema fue que un día se convocó a un curso en La Habana y yo no podía asistir, pues estaba al frente del cuidado de mis padres y dejarlos solos noe era una opción para mí. Imagínate, era la única mujer y debía encargarme de todos los quehaceres. Ya a partir de ese momento dejé de anotar.
“Exhorto a todas las jóvenes que se involucran en este mundo a que no abandonen sus sueños. Un gran ejemplo de ello es Melisaa Blanco, una muchacha muy talentosa que será muy grande en la narración deportiva. Gran ser humano además”.
Hoy Zoraida vive en la barriada de Versalles, en medio de sus tantos recuerdos, donde fue testigo de importantes momentos en la formación de reconocidos peloteros matanceros.
(Reynol Yll Lavín)