Solidaridad a prueba de imposibles

Solidaridad a prueba de imposibles

La solidaridad brota en tiempos de dificultad. Fotos: Cortesía de las fuentes

Al principio Yarisleidis Martínez Vivas no se detuvo a pensar demasiado sobre el riesgo que corría al recorrer varios kilómetros en moto bajo la intensa lluvia y con una caja sobre una de sus piernas. 

En otras circunstancias, el trayecto desde la playa de El Tenis hasta el asentamiento La Violeta no le hubiese tomado más de 10 minutos. Pero en esta ocasión le pareció una eternidad, al sentir el golpeteo frenético de las gotas de lluvia en el rostro, mientras ocupaba su mente en cómo hallar la postura idónea que le permitiera conservar el equilibrio para sostener con una mano aquel recipiente con cientos de raciones de arroz, y con la otra sujetarse del torso del conductor del vehículo.  

Solo ante los cambios de velocidad del motorista y los intentos de evadir los grandes charcos, la joven administradora del Ranchón El Tenis temió por algún percance o caída ante las inclemencias del tiempo.

El déficit de combustible dificulta la transportación, pero varios motoristas solidarios se brindaron a acercar el alimento a ese barrio vulnerable sin mediar costo alguno. 

El precio era el riesgo de avanzar bajo la intensa lluvia, y sobre todo ascender la intimidante pendiente de La Violeta, para luego continuar por aquellos tantos caminos colmados de casas que van surgiendo por doquier cuando se llega al asentamiento, y que se vuelven más intransitables en tiempos de lluvia.  

Mas, la angustia y zozobra por el recorrido abandonó a Yarisleidis al escuchar esa frase en tono familiar que se ha hecho habitual en los últimos días en muchos barrios vulnerables de la periferia de la ciudad de Matanzas: “¡Llegaron los muchachos de El Tenis!”.

Y allí comienzan la comercialización, a precios módicos, de raciones de arroz, proteínas, viandas y caldos. El menú puede variar, pero las ganas que le ponen los 15 muchachones nunca. Trabajan incansablemente divididos en dos turnos, no obstante la carencia del combustible y hasta de agua. 

Incluso, se vieron obligados a cocinar con leña, pero han laborado a diario desde que la provincia se viera afectada por la difícil contingencia energética, con el fin de beneficiar a diversas comunidades. En una jornada salen varios grupos hacia puntos distantes de la ciudad. 

Además, apoyan a casos críticos de la comunidad. Bien lo sabe Olga Pardo, jubilada que, a pesar de su avanzada edad, se tuvo que convertir en cuidadora ante la enfermedad irreversible que afectara la salud de su hijo. 

El vínculo con los factores de la comunidad permitió que esta vulnerable familia recibiera alimentos de forma gratuita, procedentes de esta unidad, enalteciendo aún más el altruismo de este colectivo del sector de la Gastronomía.

EN EL PEKÍN NO CONOCEN DE FATIGA

Justo después de las 7:00 p. m., cuando algunos pensarían que después de una intensa jornada de venta y elaboración de alimentos cesarían las faenas del Pekín, la directora de la UEB, Yusimí Bernal Torres, es de las primeras en tomar un cuchillo y comenzar a pelar frutabombas.

Mientras avanza la noche, se alumbran con celulares; y cuando pasan las horas Yusimí ha perdido la cuenta de las tantas frutas que han pasado por sus manos. Solo cuando los dedos empiezan a engarrotárseles por el líquido viscoso y blanquecino que desprende el fruto, se percata de que ha pelado más de un centenar.

La hora de salida de su equipo de trabajo siempre es imprecisa. A veces el reloj marca las 11:00 p. m. y se les puede ver acondicionado el lugar y los suministros para el día siguiente.

El horario de entrada sí es invariable, sobre las seis y tanto ya comienza a llegar el personal para retomar las labores.

Así ha sido desde que iniciaron estos tiempos de contingencia y muchas personas se quedaron sin fluido eléctrico para poder cocinar.

En unidades como el Pekín y El Tenis, este último también bajo la dirección de Yusimí, el ajetreo ha sido constante.

En el local ubicado en la calle Milanés abren a las 9:00 a. m., para comercializar una decena de productos para llevar, como queso, mortadella, chorizo, pollo ahumado. Antes del mediodía comienza la venta para las familias de la zona, núcleos vulnerables, o los tantos clientes que transitan por la concurrida arteria.

Sus dependientes también acercan alimentos a asentamientos ubicados en el Valle del Yumurí o próximos a la Termoeléctrica. Muchas veces han realizado el recorrido en motos, aunque la directiva precisa que el Gobierno del territorio le ha facilitado un carro a pesar de la difícil situación con el combustible.

Durante el día, sin importar la intensa lluvia, las puertas de este establecimiento permanecen abiertas y con presencia de clientes, lo que denota la gran aceptación de las ofertas.

Un ejemplo más del alto compromiso de este colectivo con el pueblo, que no se amilana a pesar de la falta de electricidad o de combustible para la cocción, porque la solidaridad muchas veces se practica a prueba de imposibles.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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