A día de hoy es pecado dudar del genio para el cine que tenía Billy Wilder. Estaríamos hablando quizá del mejor, o uno de los máximos, guionistas-directores que han existido: El apartamento, Sabrina, El crepúsculo de los dioses, La vida privada de Sherlock Holmes, entre otras…
Muchas veces hemos hablado de él, de sus personajes tan humanos, de sus comedias y dramas, y no hemos resistido más la tentación: un episodio, que siempre será poco, para el cineasta que quisiéramos ser. Porque antes de Tarantino, los Coen y otros genios de la escritura fílmica, estuvo nuestro amigo Billy Wilder.