Crónica de Domingo: Las mentiras más grandes de los cubanos. Imagen Tomada de Internet
Conocí gente que mató a la misma abuela tres veces para escaparse de un turno de clases. Otros me prometieron, después de meses sin coincidir, que, par de tragos de ron mediante, debíamos pronto ponernos al día. Lo próximo que supe de ellos fue que esperaban cita en México para cruzar la frontera. Supongo que no brindaremos tan pronto y no será con ron, sino con whisky, la bebida del enemigo.
En la primaria me repitieron, una y otra vez, que los niños nacen para ser felices; y aquí estoy yo, preguntándome quién rayos se llevó mi felicidad. Creo que la recogieron en el último plan tareco.
Todos hemos mentido o nos han mentido alguna vez: con piedad o a la cara, sin querer o para darnos en la cabeza, con la intención de salvarnos o con la de no escachar a alguien. Incluso, a veces soltamos una que otra para crearnos y creernos una vida que no tenemos; en otras ocasiones, hasta para lidiar con la vida que sí tenemos.
Los cubanos, en ese sentido, tal vez no sea que mentimos mucho, sino que todo lo exageramos. Con tanto mar alrededor, solo nos queda a veces sentarnos a la mesa del café y comernos (el tiempo) a cuentos y no te preocupes por pagar, invita Virgilio.
Te imaginas que cuando me preguntes cómo estoy, te responda: “ahí sobreviviendo”, así a secas. Asere, te deprimiría a ti, porque sé que andas en lo mismo que yo; y me deprimiría yo, por recordarme que tengo jornadas en que lo más relevante que me sucede es insultarme por el precio de la libra de azúcar. Entonces, en vez de eso, te contestaré que hoy conocí a la china que duerme plácida, porque no hay frijoles que colocar debajo de sus siete colchones; que sorprendieron a Batman ayer mientras vendía dólares; que a Juan Candela nunca se le apagara la llama de su boca; que ahora estoy mejor que nunca.
Existen mentiras que de tanto reiterarse se han vuelto parte de nuestra idiosincrasia. Son esas que sacamos cuando una conversación está a punto de estirar la pata, cuando como palomos nos da por inflar el buche, cuando quiero venderte baratico cualquier pedacito de oro fantasía.
Al afirmar un cubano que sabe de un tema, sin importar cuál (desde la pesca submarina hasta la presencia del barroco en la obra de Sor Juana Inés de la Cruz), nadie lo dominará mejor que él. Le puede llevar la contraria hasta al mismísimo Jesucristo si habla de cómo fabricar vino casero o explicarle a la Santa Inquisición cómo se enciende una buena fogata; cómo no va a saber, si fue tremendo pionero explorador. Aprendió a hacer un nudo ballestrinque con los ojos cerrados.
Nunca es la última; aunque jure y rejure que será la última. Nunca será la última cerveza. Nunca será la última data de dominó. Nunca será la última vez que le escribas tarde en la madrugada porque te duele en los huesos. Nunca será la última vez que llegues tarde; probablemente hasta a tu funeral no arribes en tiempo y la muerte cansada de esperar por ti se vaya de vacaciones a Varadero a broncear sus viejos huesos pálidos.
Si compartes una historia que a tu entender parece insólita, siempre salta alguien al que no solo le sucedió algo parecido a lo tuyo, sino mucho más sorprendente. Hay un viejo chiste de dos pescadores de malecón que se ponen a hablar y uno le comenta al otro: «No me vas a creer lo que me eché ayer. Un tipo estaba caminando por encima del agua». Su compañero le contesta de repente: «Ño, asere, qué bueno que me viste, si no nadie me lo iba a creer».
Siempre el cubano es el «que más»; el que más jevas agarra, aunque entre sus amigos le digan pezuña de hierro de tanto cayo en la mano a pesar de nunca haber tocado un arado en su vida; el que más dinero tiene, aunque lleve una semana lavándose los dientes con sal y las once mil vírgenes anden detrás de él para que les pague lo que les debe; el que a más lugares ha viajado, aunque su butaca tenga marcada sus nalgas a relieve y piense que si a una costa le echas mayonesa es una Costa Rica, porque a todo lo que le eches mayonesa es rico.
Es el que más películas ha visto, el hombre con los ojos de videotape; el que más música ha oído, el hombre con los oídos estereofónicos; el que más platillos diferentes ha degustado, el hombre gourmet de comedor obrero; el que más libros ha leído, el hombre del que puedes pasar página.
Cuando necesitas desahogarte y comienzas a enumerar tus problemas: las libras de apagón que repartieron en la bodega, las tuberías de tu hogar que del largo tiempo que no circula agua por ellas suenan como un enfisema pulmonar, la lenta muerte de tu paladar de tanto envenenar el gusto con picadillo; aparece quien quiere competir contigo para demostrarte que pasa más trabajo que tú, que es más un sobreviviente que tú. Según su entender, eres Tom Hank en la película de El Náufrago, solo actúas en una producción de Hollywood, él y solo él es el único y verdadero Robinson Crusoe. Mientras habla, tú reflexionas que tanto tercer mundo nos desquicia.
Este texto es «solo la puntica» (quizás una de los engaños más comunes dichos en colchones y en aulas abandonadas de pre) de algunas de las mentiras que encontramos en la cotidianidad. A veces habitamos dos países, el que es y el que nos creamos; como mismo nosotros somos dos personas, la real y la que nos inventamos.
¿ Y qué me dices de las mentiras de hoy, para aliviar la situación de la gente ?
La canasta familiar del mes » está asegurada «, vamos a » mejorar con los mantenimientos de todos estos meses la situación de los meses de verano «, » el país dedica esfuerzos a la atención de la tercera edad «, se » incrementará la producción de medicamentos a partir de las materias primas garantizadas «, » es obigatorio que todos los establecimientos comerciales tengan su código QR «, » las MIPYMES y las formas privadas tienen que cumplir con la ficha de costo de sus producciones y servicios » , la Ministra de Trabajo y Seg. Social plantea en la Mesa Redonda que » si se aumenta en un peso las jubilaciones y pensiones el país tendría que erogar más de 30 millones de pesos » y así, todos los días, tienen las narices más largas que Pinocho y no son de maderas.