Orgullosamente federada
Tenía 14 años cuando me entregaron el carnet de la Federación de Mujeres Cubanas. Recuerdo mi orgullo adolescente mientras ponían en mis manos aquel cartoncito con letras azules y mi nombre escrito en tinta.
Por ese entonces quizá no entendía tanto de la organización a la que recién me incorporaba, y muchísimo menos de cuánto significó para las féminas su creación en aquel remoto agosto de 1960.
Luego empecé a prestarle más atención a las historias de mi abuela, cuando me explicaba por qué no le fue posible continuar estudios más allá del sexto grado, y cuánto tuvo que planchar piezas almidonadas en su infancia y lavar en batea grandes cargas de ropa para aligerar los hombros de su mamá, en vez de jugar con muñecas o realizar tareas escolares.
De su boca escuché cuán difícil era la vida de las mujeres antes de que se defendieran sus derechos, en tiempos en que no se les permitía estar puertas afueras vinculadas a la vida laboral. Ellas solo eran bien vistas en los roles domésticos, asumiendo la crianza y los cuidados de hasta una docena de hijos, lejos de ingenierías y licenciaturas.
Pero el 23 de agosto de 1961 marcó un antes y un después, y así lo demostró Vilma. La Vilma de Raúl y de la Revolución, la que se volvió voz de las desprotegidas y no cesó hasta insertarlas debidamente en la sociedad, con igualdad de derechos y oportunidades que los hombres.
A la fundación de la FMC prosiguió la creación de los Círculos Infantiles, ese proyecto lleno de amor que aún beneficia a la madre trabajadora, y que hoy se multiplica en otros de similares fines como las Casitas Infantiles.
Abuela no pudo estudiar, tampoco trabajó. Se dedicó por entero a sus tres hijas, pero sí tuvo la satisfacción de, siendo de origen campesino y hogar modesto, ver a sus retoños graduarse de la universidad y realizarse como profesionales, un sueño que en su infancia creyó imposible. «Vilma fue una suerte de ángel para nosotras», me repite agradecida.
Desde su creación, la Federación de Mujeres Cubanas ha ampliado su diapasón de estrategias, siempre manteniendo el fin de la defensa de los derechos femeninos. La lucha por su adelanto y participación en igualdad de condiciones que los hombres en todas las esferas de la vida económica, política y social del país se ha vuelto lema, mientras que el trabajo por el bienestar de la familia es premisa.
La FMC despliega en cada uno de los territorios su arsenal de proyectos comunitarios con acciones educativas, orientadoras, preventivas y de atención social, entre cuyas líneas de trabajo destaca el enfrentamiento al flagelo de la violencia. Equipos multidisciplinarios, integrados por especialistas de la Fiscalía, PNR, psicólogos y trabajadores sociales, se vinculan a la organización para brindar el apoyo necesario a las féminas víctimas de maltrato.
Reajustada a lo que imponen los tiempos actuales, la organización se mantiene vital como espacio donde aunar fuerzas en busca de objetivos comunes. Constituye un arma para la defensa de los sueños de quienes alguna vez estuvieron minimizadas y calladas por la sociedad, y hoy se alzan como su fortaleza.