Pese al retiro impuesto por su salud, esta enfermera y federada aún es ejemplo de entrega a la organización que marcó su vida. Imagen generada por IA
Han quedado atrás los tiempos en que solo mujeres excepcionales podían destacarse en la vida económica, política y social de sus países.
Vilma Espín, 1985
Si acudimos a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) como concepto, es fácil recordar que se trata de una organización de masas creada en nuestro país en agosto de 1960, cuyos preceptos se basan en la igualdad y la emancipación de la mujer dentro de la sociedad. En estos días cumple aniversario, y con ella las personas que fueron su cimiento.
No obstante, si acudimos a la FMC en la práctica, es difícil encontrar ejemplos vivos más reales que Magalys Hernández Castellines. No por fama, que no promulga, ni por figurar en momentos claves del devenir nacional contemporáneo. Solo es una matancera que, como bien dice ella misma: “he sido federada desde antes de serlo, porque ese era mi camino”.
En su barrio y en su provincia aún queda constancia de su notable quehacer. Lo mismo la admira gente que no la ve hace años, distribuida por todas partes de la geografía matancera, que sus familiares presentes en el diálogo que ella y yo sostenemos. Hay admiración en torno a nosotros, hacia lo que Magalys refiere con su naturalidad inmutable. Es como si te saludara hasta cuando te resume su historia.
“Bueno, voy a empezar hablándote de mi labor en la Federación antes que de la enfermería”, determina con los ojos fijos en un rincón y las manos entrecruzadas, frotándolas con cada nuevo recuerdo que va formulando.
“He sido federada desde los 14 años, la edad admisible, ocupando distintos cargos. Siempre quise serlo, porque antes de eso ya yo acompañaba a mi madre y a mis tías en las diferentes actividades, citaciones y demás. O sea, la FMC ha estado en la mayor parte de mi vida, casi toda”.
En el interior de una vivienda de la calle Manzano, atendida en el retiro que su salud la ha impuesto, a sus 73 años aún retiene el ímpetu de décadas atrás. Escucharla equivale a remontarse a otra época, porque la voz le tiembla de efervescencia cuando rememora su entrega profesional y política a un proyecto de país.
Mientras, de la puerta hacia fuera el calor arrecia tanto como esa compleja realidad cotidiana que clama por más personas como ella, con su sensibilidad y liderazgo, al frente de cualquier responsabilidad social.
Aunque ya no camine ni vea, porque a la amputación de sus piernas por diabetes le sucede el deterioro de la vista, da la sensación de que en Magalys aún se encuentra contenida la fuerza necesaria para echar a andar una organización desde la primera hora, para deshacer contratiempos y sumar fieles compañeras.
“Fui funcionaria del bloque 14, secretaria y, en relación con mi trabajo, activista del Frente de la Salud”, suma a la relatoría de su haber.
La vecina que me guió hasta la casa la interrumpe brevemente para acotar el don de gentes que tenía Magalys, esa cualidad asombrosa con la que impulsaba tanto a los demás en toda clase de iniciativas, y ella prosigue.
“Es que la Federación era el barrio mismo, no solo en lo político. Aquí organizábamos hasta concursos, de todo tipo: culinarios, de artes manuales… ¡exposiciones!, donaciones de canastillas para los círculos infantiles, y de sangre por el CDR. Es decir, siempre nuestra participación se manifestó en todos los terrenos, allá donde podíamos ser útiles íbamos a estar.
“Mira, incluso de nuestra delegación fue una compañera al X Congreso, a la cual le hicimos un debido reconocimiento cuando volvió. Esa es una de las principales satisfacciones que una guarda de aquel entonces, por lo que eso suponía”.
La humildad que desprende, además, contrasta con lo que me ha contado antes una confederada de su tiempo, camino a la entrevista: Magalys es de esos seres que no hacen más porque no pueden, pero que con el mínimo de condiciones necesarias no dudan en erguirse a nombre de sus semejantes, de su país, en la trinchera donde más necesario sea.
“Hasta hace relativamente poco me mantuve en todo lo que pude, pero ya ves cómo la enfermedad me ha tirado arriba de esta cama.
“Bueno, aun así no dejé de ayudar a mis compañeras, asesorándolas o a la hora de llenar documentos. Porque mi preparación tenía que servirle de algo también a las que han venido después. A pesar de lo que me ha pasado, he tenido tanta suerte y he sentido tanto orgullo de pertenecer a la Federación…”.
Tal vez por no detenerse en un aspecto tan doloroso de su tránsito por la vida, impedida en lo físico mas no en lo sentimental, Magalys retoma el hilo de la conversación tras una breve pausa, un par de suspiros y cierto brillo que reluce en esos ojos que no dejan de expresar cosas.
“En cuanto a mi trayectoria de enfermera… Ay, mijo, eso es lo más lindo que existe. Yo siempre dije que quería serlo, o si no maestra, y al final pude cumplir uno de esos sueños”.
Hay quienes encarnan la esencia de una organización con el compromiso directo hacia la misma, y hay quienes lo hacen desde su perfil profesional o vocacional, reportando desde el esfuerzo individual al bien conjunto. Ahora, cuando se juntan ambos casos, como en Magalys, es imposible discernir dónde se acumula mayor mérito.
“Empecé como auxiliar, a raíz de una convocatoria. Cuando aquello, yo no tenía ni noveno grado, imagínate, y había que pasar el curso. A partir de 1969 me centré en eso y, mientras trabajaba, pasé la secundaria básica y el 12 grado. Más adelante fue que me llegó otra oportunidad muy importante: estudiar la carrera y licenciarme. Completé la Licenciatura en Enfermería hace ya mucho tiempo. Trabajando, con dos hijas, estudiando por las noches.
“La única razón por la que no cumplí misión internacionalista no fue otra que mis responsabilidades aquí. Tenía muchas, hasta tesorera provincial de la Sociedad Cubana de Enfermería, y me tocó apoyar desde la retaguardia. Bien, pues lo hice, y traté de cumplir con el mismo empeño que si me hubiera correspondido otra clase de misiones. Porque todo es importante en esta lucha, desde el lugar que lo hagas”.
Para no interrumpir más su reposo, le pregunto cómo definiría ella a la FMC y no tiene que pensárselo mucho. Para qué ser original, reconoce, cuando se puede citar a Vilma y repetir esa máxima que encuentra inmejorable:
“La Federación es una revolución dentro de otra revolución. No hay actividad en esta sociedad sin el consenso de la mujer, ni debería haberla en ninguna otra. Nosotras, mientras estemos aquí y sigamos vivas, tenemos que hacer por la Federación. Estamos cumpliendo 64 años y mira: vamos por muchos más”.